En la base militar de Hacarí la capitana Martiza Soto vivió su infierno particular. En ese lugar, enquistado en el Catatumbo, acosado históricamente por la fuerza de los tatucos y las bazucas, las mujeres no visten camuflado. Allí nunca había un colchón limpio, la comida escasea o un lugar decente para hacer sus necesidades. El cuarto lo tenía que compartir con un soldado. Dormía entre las ratas y los bultos de yuca y se bañaba gracias a un tubo de PVC que se lo habían hecho los soldados en un baño con una puerta metálica que apenas cerraba. Lo peor es que no había cometido nada malo para recibir ese castigo. Nada que no fuera ignorar al Coronel Hernándo Garzón Rey.
Desde que llegó este oficial a la comandancia de la Fudra Numero 3 en Ocaña la vida le cambió. Tenía 29 años cuando dejó a un lado el derecho para hacer un curso de oficial del ejército en el Cuerpo Administrativo. Por eso nunca empuñó un arma lo que causaba las risas de sus superiores, sus burlas, encabezadas por el propio Garzón. Además le faltaba el respeto porque ella no había aguantado hambre con el batallón, ni soportado las inclemencias de la guerra. Lo peor es que además su trato con ella era indebido.
En otro pueblo del Catatumbo, Convención, en pleno puesto de mando, tal y como se lo comentó a la periodista Cecilia Orozco Tascón, empezó a mostrarle fotos bastante íntimas e incluso terminó abrazándola y diciéndole cosas al oído cruzando cualquier frontera de respeto. Preocupada y con varios testigos presentó su queja a la Procuraduría a mediados de agosto pero el acoso nunca terminó.
Y eso que de la situación sabía el Jefe del Estado Mayor de la Fudra Número 3, el Comandante de la Fuerza de tarea Vulcano y hasta el propio comandante de la Segunda División escucharon pero nadie hizo nada. Solo en la audiencia que le dio el Comandante Nicasio Martínez encontró un interlocutor y un consuelo a lo que le pasaba. Después de que se hubiera decidido hablar el trato empeoraba. Martínez le pidió excusas pero el panorama empeoró.
Vinieron castigos como el de trotar durante 10 kilómetros y hacer ejercicios típicos de la tropa. La retaliación, según la Capitana, vino después de que un suboficial le contara al Coronel Garzón Rey. Fue trasladada al Batallón de Infantería Número 56 en Argelia Cauca, plena zona roja de Colombia. Ella está abandonada y perseguida, tal y como se lo dijo al Espectador. Después de haber sido citada a na audiencia de conciliación en Bucaramanga y ella se sintió de nuevo humillada, despreciada.
Ni siquiera el acoso que ella denuncia le quita las ganas de continuar adelante dentro del Ejército. Por eso, cuando se refiere a Hernando Garzón Rey sigue diciéndole “Mi Coronel”