De mayo del 68 a mayo del 2021

De mayo del 68 a mayo del 2021

Las famosas protestas de París duraron más de un mes, ¿superaremos ese tiempo en Colombia sin soluciones? 

Por: CARLOS IVÁN MANTILLA VELÁSQUEZ
junio 01, 2021
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De mayo del 68 a mayo del 2021
Foto: Las2orillas

“Todo lo que empieza mal termina mal" dice un adagio popular.

Un gobierno que empezó dedicado a todo menos que a prestar atención a las necesidades de su pueblo; está condenado al fracaso. Es lo que le está ocurriendo al actual gobierno colombiano presidido por un joven inexperto en el arte de gobernar que aún, es de suponer, no sale de su asombro por estar ahí, donde no se halla, y que después de casi tres años de desgobierno pensativo debe estarse preguntando: ¿pero cómo diablos terminé yo sentado en el solio de Bolívar y a qué hora?, ¿quién me puso aquí?, ¿quiénes fueron los ilusos que me eligieron como presidente de Colombia?, ¿será que estoy soñando esta pesadilla que no termina?

Esto es lo que nos ocurre a los colombianos hoy día; vivimos la peor de las pesadillas, esta vez a causa de los que, —aunque cumplieron con el deber democrático de ir a las urnas en 2018—, se equivocaron al obedecerle como borregos al eterno presidente, el que fabricó a Duque como títere y que hoy día se desvaloriza cayendo vertiginosamente al abismo de la impopularidad víctima de su propio invento; ya muy pocos quieren seguir oyendo las artimañas que por más de veinte años se han vuelto costumbre; no obstante, hay algunos de sus seguidores que siguen embrujados con sus discursos guerreristas y populistas; son los mismos que todavía se proclaman “uribistas” de forma ridícula; el resto, la mayoría de ese rebaño, andan callados y cabizbajos con el rabo entre las piernas. Ahora le ha dado, —loable, pero en él sabemos que es un artilugio para distraer— por construir diálogos con el ELN sin autorización del gobierno –no la necesita, es el que gobierna—, pasándose por la faja al comisionado de Paz que tuvo que renunciar a pesar de ser de sus entrañas.

Hoy las revueltas en todo el territorio nacional son el pan de cada día y coincidentemente éstas conmemoran las manifestaciones de mayo del 68 en parís, donde en ese entonces los jóvenes estudiantes protestaron contra el conservadurismo social y económico del gobierno de Charles De Gaulle, pedían cambios con otros nombres, pero no muy distintos a los que hoy piden nuestros jóvenes; de esas protestas han pasado más de 50 años y la inequidad sigue prevaleciendo en este mundo.

Quienes marchan ahora por los caminos de nuestra querida patria, son tan jóvenes como los de mayo del 68 pero en situaciones realmente precarias muy distantes de las europeas en esos tiempos. La situación actual de nuestros jóvenes y de gran parte del pueblo colombiano, es propia de un país tercermundista mal gobernado y saqueado por los corruptos; así les duela a muchos reconocerlo, seguimos envueltos en la sábana del subdesarrollo con avances muy pobres en el sistema educativo y en todos los demás órdenes esenciales. Solo un puñado de jóvenes se beneficia de una educación de calidad, esto desde luego si sus familias tienen como costear una universidad de primer nivel; generalmente provienen de clases privilegiadas en las que se encuentra de todo: desde el padre de familia profesional y empresario con éxito que ha labrado su fortuna de forma honesta y merecida, pasando por las familias tradicionales socioeconómicamente bien; hasta llegar al corrupto saqueador del erario del estado, y el narcotraficante que eludiendo a las autoridades se ha ganado un puesto en la sociedad posando de buen ciudadano. Esa es la mezcla de la sociedad colombiana en la que estamos metidos todos.

A pesar de la gran riqueza de nuestra madre patria en recursos naturales y de tener un recaudo de impuestos necesario —producto de los que tributamos sagradamente y de las regalías y otros ingresos—, para el sostenimiento del estado e impulsar las políticas para evitar la pobreza; hoy tenemos la alarmante cifra de 21 millones de colombianos sumidos en la pobreza: ¡qué tristeza!

Los jóvenes que llevan más de un mes protestándole al mediocre gobierno, representan la inconformidad social, política, económica y de justicia. Claman en sus arengas en nombre de sus compatriotas por el reconocimiento de los derechos humanos en todos los órdenes; los más fundamentales: la vida, la libertad y la seguridad. Se les escucha en las calles por doquier a gritos pedir que cesen las muertes; son jóvenes en cuyas miradas se observa la esperanza debilitada por una gran dosis de incertidumbre en un buen futuro y vislumbran muy lejos un mejor modelo de vida. Son jóvenes que quieren a su patria y saben de la biodiversidad y riqueza de Colombia, de la generosidad con la que nos trata y da cobijo con suficiencia a todo el que llega – ahora entre otros a los hermanos venezolanos— a pesar de tantos embates y sufrimientos

Las protestas generan desorden en todas las ciudades, desmanes, bloqueos; estos últimos son la nueva modalidad que hace más cruda e incómoda la vida de los ciudadanos, afectando la seguridad pues en rio revuelto no faltan los violentos y delincuentes de todos los pelambres que hacen de las suyas. Y, lastimosamente, lo más grave: produciendo desaparecidos, heridos y muertos. Según los últimos reportes, son más de 120 las personas desaparecidas, más de 40 los muertos y decenas de heridos. No hay derecho, no se justifica seguir en este mar de violencia y que los afectados sigan siendo, en gran medida, ellos mismos: nuestros jóvenes manifestantes y jóvenes policías cuyas miradas de desesperanza son las mismas y se cruzan cuando se enfrentan paradójicamente por la misma causa, la injusticia social; mal que afecta en conjunto al pueblo colombiano.

En un escenario tan caótico y sin remedio pronto y eficaz a la vista que sane las heridas; se me ocurre pensar como fórmula para acabar con lo trágico evidenciado en los desaparecidos, heridos y muertos que: “los jóvenes tanto policías como civiles eviten esa lucha absurda entre sí, que estrechen sus manos y marchen juntos hombro a hombro en señal de protesta general por las causas que nos agobian a todos, invitándonos a seguirlos para unirnos a ese gran desfile que podría denominarse; “desfile del clamor por una Colombia mejor”. Comparsa ésta que elucubro fantásticamente; tal vez suene algo romántico, pero sí se diera; se convertiría en la más multitudinaria marcha pacífica de la historia. La alianza ideal de los colombianos promovida por la fuerza de los jóvenes desde distintas orillas, aparentemente antagonistas, pero unidos y acompañados por las mayorías: “una fuerza para el bien de Colombia”. Señor presidente Duque, aún le quedan 18 meses de mandato, nunca es tarde para dar un buen viraje y tratar de enderezar lo que empezó mal, ya conoce las necesidades de su pueblo ejecute las soluciones que se conocen desde tiempo atrás. Las protestas de mayo del 68 en París duraron más de un mes, ¿superaremos ese tiempo de protestas en Colombia sin soluciones?

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