Cartagena: de Pablo Morillo a Timochenko
Opinión

Cartagena: de Pablo Morillo a Timochenko

El nuevo Pacificador no le puso sitio a la ciudad, ni bombardeó sus castillos y murallas. Le han entregado las llaves sagradas con el uso antiquísimo de la traición

Por:
septiembre 26, 2016
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Hubo de esperar Cartagena un poco más de doscientos años la llegada de su nuevo Pacificador. En 1815, los que quedaban en la ciudad, muertos de hambre y de pena, le abrían sus puertas invencibles a las tropas feroces de don Pablo Morillo, quien con el título dicho fusiló los Héroes que quedaban en la Ciudad y arrasó después la gloriosa generación de la Expedición Botánica en el interior de la Nueva Granada.

El nuevo Pacificador no le puso sitio a la ciudad, ni bombardeó sus castillos y murallas. Le han entregado las llaves sagradas y abierto las puertas de Colombia con el uso antiquísimo de la traición.

Timochenko trae por títulos de probada nobleza, 450 años de condenas en firme pronunciadas por jueces de Colombia, por los delitos más atroces que la perversidad humana ha concebido. Este sujeto es asesino, secuestrador, ladrón de tierras y de niños, abusador de niñas indefensas, sembrador incansable de minas para destrozar a cualquiera, ejecutor de emboscadas cobardes contra soldados y policías y de no hace mucho jefe del mayor cartel de drogas ilícitas que padece el mundo. Bien se ve que merece los honores de nuestras Fuerzas Militares y de Policía y de 15 Jefes de Estado de este continente, que vienen a aplaudirlo y rendirle pleitesía. Los europeos, más duchos en estos trajines diplomáticos y menos idiotas, han mandado a sus embajadores para que participen en el acto y Obama anda muy ocupado para darse otra pasadita por Cartagena. Lo que van a extrañar su presencia las prostitutas, con lo generosas que son las propinas de sus servicios secretos.

 

 

El acto, que culmina un proceso de seis años,
apegado al libreto dictado desde Cuba,
será uno de los más impúdicos producidos en América

 

 

El acto, que culmina un proceso de seis años, apegado al libreto dictado desde Cuba y puesto en letras de molde en un libro imprudentemente publicado por los servicios secretos de Chávez en 2006, La PAZ se negocia, no se conquista, será uno de los más impúdicos que se hayan producido en toda América.

En aquel año, los servicios secretos de los Castro habían llegado a la conclusión de que no era posible un triunfo armado de las Farc para asaltar el poder y convertir a Colombia en el centro del Socialismo del Siglo XXI.

Así que cambiaron la estrategia y se dedicaron a buscar lo mismo que querían, todo el poder, pero no ya a través de fusiles, sino negociando la PAZ con la mediación de algún idiota útil.

Álvaro Uribe Vélez era presidente, e imposible el camino de las armas y estéril el de la traición negociada. Era menester esperar. Y esta vez, no por mucho tiempo.

En efecto, Uribe cometió el error de su vida, proponiendo y haciendo elegir como sucesor suyo, sobre la base de su inmenso prestigio, precisamente al sujeto que Cuba y todo el comunismo del continente venían esperando. De modo que inmediatamente elegido, Santos se dedicó al cumplimiento de su misión. Negociar La PAZ con las Farc, para entregarle el país al comunismo internacional. El negocio, Maduro diría que la negocia, había quedado abierto.

Hemos repasado el libro de marras, editado por la Editorial Panapo de Caracas, y atribuido a Fernando Ramón Vegas Torrealba, Miguel Eduardo Rodríguez Torres y David Alfonso Blanco Carreño, sintiendo un escalofrío que laceraba nuestro viejo corazón de patriotas. Ahí está escrito, anticipado, contemplado todo. Desde las “conversaciones preliminares entre representantes de ambas parte, llevadas a cabo con el mayor sigilo, es decir, sin injerencia de la prensa nacional ni internacional, sin publicidad de ninguna clase” (op. cit. página 159) hasta el cierre del “Tercer ciclo de discusiones” (ibídem, página 175).

Cuando decimos que todo estaba previsto por Cuba y el comunismo internacional, es porque nada hay nuevo en las 297 páginas que mañana lunes se entregan a la aturdida, atolondrada e inepta opinión internacional, y a la sorprendida audiencia colombiana, los 48 millones de hijos de este suelo, mancillado por tanta ignominia.

La seguridad de los delegados, el corredor desmilitarizado, (zonas veredales) los servicios esenciales para los campesinos, Salud, Educación, Vivienda, Asistencia agrícola, la política indigenista, el cierre de la economía, la Reforma Agraria Integral con todos sus detalles de expropiación y confiscación de las tierras, la regularización de los títulos de propiedad, las parcelas colectivas o comunitarias, la guerra a la inversión y propiedad extranjera, la “transformación de la fuerzas armadas”, todo queda contemplado hasta el segundo ciclo.

Y para rematar, el tercero: administración de justicia, desmantelamiento de las AUC, los empleos remunerados para la guerrilla, la “lucha contra la corrupción”, la liberación de presos y secuestrados y para rematar, la “lucha contra el narcotráfico”.

Timochenko, el segundo Pacificador, está en Cartagena. Los traidores le abrieron las puertas de la Ciudad Heroica. Y para evitar el nuevo Régimen del Terror, solo nos queda votar No el próximo domingo 2 de octubre. Solo eso.

 

 

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