¿De aguacates y turismo vivirá Colombia?
Opinión

¿De aguacates y turismo vivirá Colombia?

Las exenciones de impuestos explicarían el impulso de la hotelería, podrían multiplicar la exportación de aguacate, tanto cuanto permitir el saneamiento de recursos escondidos en el extranjero

Por:
agosto 23, 2017
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En algún escrito ironizaba Fernando Londoño sobre la expectativa que según el gobierno se presentaba para Colombia gracias a que el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos nos había abierto un futuro promisorio alrededor de las exportaciones de aguacate.

Dado lo poco ecuánime que es ese periodista en sus comentarios, no parecía un tema serio.

Sin embargo, tanto en las declaraciones del presidente Trump como en reciente mención de nuestros gobernantes se ha repetido la referencia a la producción y exportación de aguacates Hass.

No es evidente qué tanto peso tenga como programa oficial, pero sí que es motivo de orgullo el llegar a USD 30 millones de ese producto y pareciera que de verdad para el ministerio del ramo es la prueba de que la agricultura despegará en Colombia.

Para poner los pies en tierra vale recordar que Chile exporta USD 40 000 millones en frutas o sea el equivalente a 3000 veces más por habitante. Parecería ilusorio pensar que lleguemos a que este producto tenga importancia en nuestro comercio.

Contrasta con esto que el primer renglón de ingreso de divisas —por encima de las remesas de los expatriados o la exportación de café— pasó a ser el turismo, es decir lo que gastan los extranjeros que vienen a Colombia.

Es verdad y es conocido que Cartagena es un producto que se vende bastante en el mundo, especialmente en los cruceros por el Caribe que casi obligatoriamente paran en esa ciudad. Y es verdad que es de lejos la más cara de Colombia. Pero aunque en términos internacionales también son precios altos y el número de grandes barcos que sueltan a miles de extranjeros ha aumentado, lo cierto es que son transeúntes de un día —una de tantas paradas— y que sus consumos no son propiamente exagerados.

 

Además de Cartagena, lo único que ofrece nuestro país es el ‘turismo aventura’,
el que permite descubrir sitios que aún no han sido explotados masivamente:
 ecoturismo a la Siera Nevada y Ciudad Perdida, o Caño Cristales con sus siete colores

 

De resto lo único que ofrece nuestro país es el ‘turismo aventura’. Y no en el sentido del riesgo que ha caracterizado hasta ahora los informes sobre Colombia (guerrilla, narcotráfico, etc.) sino lo que también se puede llamar ‘turismo exótico’, o sea el que permite descubrir sitios que aún no han sido explotados masivamente por las agencias. Ecoturismo a la Siera Nevada y Ciudad Perdida, o Caño Cristales con sus siete colores, serían el top de la oferta nacional pero no alcanzan a recibir sino algunos centenares de visitantes al año.

Sin embargo, no solo los datos de divisas sino el gobierno con sus declaraciones parecería apostar a que con el ‘acuerdo de paz’ se abre ese rubro que cambiará el futuro de nuestra economía.

Pero si ponemos los pies en tierra respecto a esta actividad, no es posible que sea atractivo un país donde se considera un peligro salir a la calle, hablar por celular en sitios públicos, donde aconsejan no tomar un taxi sino pedido en el hotel, donde subirse al transporte masivo es imposible (por lo riesgoso, por lo difícil de entender), etc. Es fácil deducir que alguna otra  explicación ajena al turismo debe existir que justifique esos supuestos ingresos; para las autoridades sería el gasto de los inversionistas que vienen a montar empresas por la nueva situación que vivimos. Sin embargo, esto no coincide con los movimientos de la Inversión Extranjera Directa (IED) que lo que muestran es una disminución desde la caída del petróleo (esto a pesar de ser este el renglón que aún subsiste, y en el cual se ha reducido la cantidad de personal).

La explicación podría estar más en la exención tributaria que se le otorgó a la hotelería. Como las utilidades no son gravadas, basta con no declarar los gastos y reintegrar dólares adquiridos en el mercado libre para sin pagar nada de impuestos limpiar —eventualmente ‘blanquear’— patrimonios ocultos en el extranjero.

Nada extraño tendría que con los aguacates se multiplique de esta forma la producción y exportación. Como cultivo de tardío rendimiento también se encuentra exento de impuesto. Y hasta donde se multiplica el interés por estas condiciones se vió con la palma africana que creció vertiginosamente desde el momento en que también quedó exenta de impuestos. No por casualidad al lado de los cultivadores tradicionales aparecieron inversionistas que aprovecharon ese privilegio para mostrar grandes ingresos y legitimar capitales que antes no se conocían. Pero eso sacaba a la luz solo los patrimonios en moneda nacional. El aguacate como bien de exportación puede sin pagar impuestos permitir el saneamiento de los recursos escondidos en el extranjero.

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