Acciones en el mercado de la esperanza
Opinión

Acciones en el mercado de la esperanza

(La sensibilidad no es patrimonio del bioenergético)

Por:
abril 20, 2015
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La doctora Helena Restrepo es mi amiga y es mi contradictora.
Ella defiende las medicinas alternativas y yo considero que prácticas como la homeopatía son una estafa.

Si bien nuestra discusión se ha desarrollado en las redes sociales, su último capítulo se ha trasladado a este portal, donde la doctora Restrepo publicó el pasado 11 de abril, en el espacio “Nota Ciudadana”, su columna titulada ¿Por qué se buscan medicinas alternativas?: seis párrafos en los que desarrolla con claridad la siguiente idea: los pacientes buscan medicinas alternativas porque el sistema de salud colombiano es un negocio que está diseñado para entorpecer la relación entre médico y paciente y para desconocer la imprescindible relación humana que debería presidir cualquier enfoque médico.

¿Y qué pienso sobre su postulado?
Dos cosas: la primera, que coincido por completo en el carácter de imprescindible que le otorga a la relación humana entre paciente y médico y en su análisis de nuestro vergonzoso sistema de salud, y la segunda, que ese análisis nada aporta a la discusión sobre la validez de las medicinas alternativas.

Aunque la perversidad de nuestro sistema de salud no explica por completo la migración de los pacientes a estas terapias de moda (¡el negocio de la homeopatía, por ejemplo, florece de maravilla en países con sistemas de salud envidiables!), sí es incuestionable que muchos enfermos acuden a ellas porque allí encuentran el acercamiento sensible que jamás hallarán en un consultorio de una EPS.

Pero olvida la doctora Restrepo un detalle crucial: encontrar la causa de un fenómeno no lo valida.
Y es tan sencillo como esto: si la gente lincha ladrones en la calle porque el sistema de justicia es en muchos casos inoperante, ¿eso valida la justicia por mano propia?, si la gente busca rutas ilegales para no pagar impuestos porque el estado es en gran medida inepto y corrupto, ¿eso valida la evasión? o, si los jóvenes acuden al consumo masivo de estupefacientes porque la sociedad es indiferente y fría, ¿eso valida el consumo de drogas?

Coincido en que la gente acude a terapias alternativas porque allí se les trata con afecto y como seres humanos, pero eso no significa necesariamente que esas terapias funcionen.

Estoy de acuerdo —hecha la salvedad— con la práctica totalidad de lo expuesto en cinco de los párrafos del artículo en mención, pero no así con el sexto y último, donde se afirma, apelando a la irritante diplomacia de los defensores de estas prácticas, que la medicina alternativa “No se aísla de la medicina occidental, la utiliza y la respeta”, lo cual es por completo falso: prácticas como la homeopatía florecen sobre el arrogante desconocimiento de los principios médicos tradicionales y se niegan a aceptar medios de validación objetivos.

La medicina tradicional occidental es heredera de un glorioso acervo científico que ha posibilitado avances casi inimaginables. Sin embargo, y en eso coincido con mi contradictora, ha errado en los últimos decenios y de un modo catastrófico, su enfoque en la relación entre médico y paciente. Ese hecho ha posibilitado la aparición de prácticas con endeble fundamento científico o sin fundamento alguno, que desde la efectividad estadística no están en posibilidad de ofrecer más de lo que ofrece un placebo, pero que logran enganchar a los pacientes porque les brindan un enfoque humano y afectivo.

Pero esa conclusión no es suficiente para aceptar el universo al que nos quieren llevar los defensores de las neoterapias: uno donde el enfoque humanista es patrimonio exclusivo de las medicinas alternativas.

El médico ideal debería ofrecer al paciente dos abrazos: el primero desde el afecto y la empatía, dando a sus emociones el valor irreemplazable que les corresponde y abordándolo como un ser humano, y el segundo desde la honestidad científica, brindándole una terapia absolutamente validada y una esperanza real sustentada en la estadística.
Un médico tradicional, tras un proceso de real autocrítica, podría estar en perfecta capacidad de ofrecer ambos mundos, mientras que el mejor de los homeópatas jamás podrá ofrecer algo más allá del primero.

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