¡Y que viva el paro!
Opinión

¡Y que viva el paro!

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octubre 25, 2014
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La arenga que suelto puede ser entendida de tres diferentes maneras, dependiendo del concepto que tengamos de “paro”.

La primera, la que resulta más obvia y razonable para quienes en esta última semana hemos vivido o estado o sufrido en Bogotá, puede ser asimilada como un grito a favor del paro de los buseteros o propietarios de esos engendros que llaman busetas. Y así es, sin vergüenzas digo y sostengo que estoy a favor del paro de busetas, que protesten y griten, ah, pero con la muy sana condición de que no las saquen más a la calle. Y que sigan gritando y echándole vainas a todo el mundo…, pero que no saquen a la calle sus busetas.

Para quien no esté al tanto del tema, bástenos definir qué es buseta, comenzando por aclarar el grave error que comete la errática RAE cuando se limita, sin sonrojarse, a decir que buseta es un bus pequeño. Pero no, buseta no es bus pequeño. Si fuera un bus pequeño sería algo bonito y a donde subirse produce agrado y placer. Buseta es una caja de latas que acelera a lo que dé, se detiene en tres segundos si cualquier transeúnte alarga la mano, el mismo conductor es quien recibe el dinero, da las vueltas con exactitud mientras toma el timón para dar cualquier volantazo y la buseta, por último, tiene la doble cualidad de no haber sido revisada en los últimos cuarenta y dos años y botar un vistoso humo negro que hace juego con el verde de los imaginarios parques. Y como son cincuenta mil o doscientas mil o cerca de un millón, pues son esa cantidad invadiendo todas las calles y cada una pitando a su antojo.

Y por cualquier cosa hicieron paro. Tres días sin busetas, con calles medianamente caminables y no se podrán imaginar los lectores la paz que logró sentirse (limitada, obvio), y durante esos días los pajaritos salieron a cantar como si fuera el día de la independencia.

Claro que mi visión es parcial y subjetiva, como todas las opiniones, sesgada y cínica, porque como el sistema de transporte público es en Bogotá un elefante desconocido, pues lo que para mí significó un placer de solo tres días, para millones de personas fue un caos digno de pegarse un tiro, ya que simplemente no hay transporte para llevarte a casa. Un buen vividero, en palabras del mismo alcalde.

Y por todo lo poco dicho, que viva el paro de busetas.

Otro habrá podido pensar la salvajada de intuir que mi arenga iba en favor del paro español, o sea, que festejaba que más cinco millones de personas carecen de trabajo o que más del cincuenta por ciento de la juventud anda sin curro y que el dato es mil veces peor en lugares como Extremadura, Andalucía o el Levante. No, mi estupidez no llega a esos límites, aclaro otra vez que la arenga era a favor de las busetas apagadas.

O finalmente, alguien con la mente marchita pensó que al decir viva el paro se hace alusión a erecciones o asuntos de ese tenor y que este artículo era un soporte más a mujeres insatisfechas por sus parejas poco paradas. Pero no, repito, estas palabras solo están encaminadas a alegrarme cuando las busetas se quedan sin gasolina.

… y hablando de…

  1. Espero con ansias el tuit de la Cabal sobre la supuesta disposición que ordenaría que un billete lleve la foto de Gabo. Me meto cada dos segundos en el Twitter de la aguerrida política, y la decepción es grande cuando solo oigo silencio. Qué le cuesta opinar y decir ahora en 140 caracteres que no solo Gabo debe permanecer en los infiernos, como dijo en su momento, sino que lo que debe proponerse es cambiar la foto del nobel por la de William Ospina.
  2. Con esto de la paz y la palabreja que se inventaron del posconflicto, uno no sabe qué es más aburrido, si Uribe y sus perpetuas estadías en la Corte presentando pruebas que nunca presenta, o Timochenko que viaja a Cuba y no se toma fotos o el blablablá Santos que ya tiene miles de fotos y el respaldo de la paz en Colombia hasta del líder Kim Jong-Un, de quien dicen que en los últimos días ha estado malito.

 

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