Vivir en el fin del mundo
Opinión

Vivir en el fin del mundo

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mayo 04, 2015
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Por estos días, pasó por mi Facebook un link a una página de personas que viven absolutamente aisladas, en la cumbre de alguna montaña o en un valle, lejos de toda civilización.

A mí esas personas me confunden. Digo me confunden, porque tengo sentimientos encontrados hacia ellas y despiertan en mí muchas preguntas. Por un lado, está una profunda admiración por su valentía: ¿de dónde la sacan para hacer eso? Es como si dijeran, de repente, me voy a cazar animales y recoger semillas, y dormir en el frío de una cueva y dejar todo lo que me dio la vida y no sentir un miedo paralizante. Sentirán algo de miedo, supongo, pero no paralizante. Me pasa lo mismo, por ejemplo, con esos que viajan por Latinoamérica o Asia sin mucho al hombro “haciendo y vendiendo artesanía, trabajando y viviendo de la tierra”, como me dijo alguien con esa historia la semana pasada. ¿De dónde la fuerza para dar el salto “adiós vida cotidiana, me voy a vender pulseritas por todo Latinoamérica”?

Y las experiencias de esta gente son increíbles. Aprenden un montón de sí mismos, del mundo, del género humano, ven un montón de cosas diferentes (¿qué tal pedalear uno por Perú en serio?). Los más ermitaños, también, me imagino, deben tener un viaje interior impresionante, casi como si fueran monjes de Nepal (#FuerzaNepal…).

Pero, por el otro lado, más allá de la admiración a la valentía que siento, hay otra parte de mí (de pronto la parte conservadora y vieja escuela) que siente algo distinto. No sé si el retiro tan retirado es una forma de abandonarlo todo. La vida en sociedad, los problemas del mundo contemporáneo, lo difícil que es la convivencia, las necesariamente diez mil contradicciones que las personas tenemos adentro, no sé si es “no darse la pela”. No sé si tiene algo de salida, no diré fácil, pero de escapada.

Ahora, obvio, no me refiero a un viaje de introversión, a los que se van seis meses, un año, dos, tres. También, creo, hay una diferencia entre viajar y ver el mundo y conocerse, y un irse e aislarse para no volver. Los que me confunden son los que se van para no volver, o vuelven o se quedan, pero que se apartan, los que deciden “no hacer parte”. Es el no volver per se (geográfico o interior), lo que siento también como un abandono, como un “este problema es de ustedes, yo me voy a un valle a vivir de semillas y raíces” (estoy, a lo mejor, equivocadísima), y no me convence, de pronto me parece un tris arrogante, pero no sé. No me convence la actitud de no jugársela con y por los demás. No siendo mártir, ni mucho menos, ni necesariamente trabajando salvando el mundo sino, trabajando en salir adelante, en vivir con los demás, en hacer parte de un todo, en resistir desde adentro, no en simplemente dejar la batalla. Seguro hay formas de vivir en la mitad de Bogotá que implican el mismo tipo de aislamiento del que hablo, no lo descarto.

Y claro, no soy nadie para juzgar esto, así que no lo juzgo. Yo no tengo ni idea qué siente un ermitaño, ni qué carga cada quien en su mochila como para juzgar vidas ajenas. Ahí sí, como dice el dicho, “Sé amable con todos, porque libran una batalla de la que no tienes ni idea”. Aj, pero yo siento que hay una batalla común de vivir todos juntos (suena hípersocialista y no tanto, me refiero simplemente a vivir en sociedad como género humano y ya, ni siquiera en Colombia, que se vaya tranquilo el que siente que debe irse, yo digo acá o en cualquier parte).

Y claro, me dirán que cómo así, que al principio admiré a los monjes tibetanos y ahora no me gustan los ermitaños. Y sí, tal vez, puras contradicciones. Admiro la introversión y el autoconocimiento y autocontrol de los monjes, así como el que asumo implica los ermitaños. Pero no sé, los monjes también viven en comunidad, ¿no? Y muchas veces reciben estudiantes y les enseñan y comparten, aunque yo no me iría de monja.

Hay una frase que dice: “Espero que cuando te encuentres a Dios puedas decirle `Me gasté todo el talento que me diste΄ —los talentos eran una moneda, pero podemos dejar ese análisis para después—. Y hay otra que no me sé bien porque es nueva que dice algo así como que al final te medirán es en el amor (que diste, viviste, sentiste)… Y tal vez es a eso a lo que voy. No sé (pero genuinamente no sé) si en esas vidas se gasta el talento y se vive en amor.

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