Vientos de cambio
Opinión

Vientos de cambio

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junio 01, 2015
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Estamos otra vez en esa época del año en que la gente se gradúa, del colegio o de la universidad (aunque estos últimos duran casi todo el año porque acá los grados universitarios tienen tiempos raros). Es esa época del año en que en internet reaparecen los Commencement address, ese discurso que da alguien en la ceremonia y que a los gringos les encanta recoger y publicar.

Me encantan esas compilaciones de sabiduría de 20 minutos que entre felicitaciones y consejos son como hechizos benignos, para que los graduandos vayan envueltos en esa sabiduría y enfrenten con ella el mundo o al menos lo que sigue. Me gustan mucho el de Steve Jobs en Stanford, el de JK Rowling en Harvard y el de Tim Minchi en UWA es brillante.

Ahora, ese momento de graduarse tiene algo extraño. Es uno límite muy claro que uno ve venir desde el principio. Creo que son pocas las cosas que son así: entro a la Universidad y en 4-5 años salgo. El colegio, me gradúo a los 18-19, etc. Incluso, todo lo académico está dividido por semestres claros o años escolares y a veces, de pronto, los contratos laborales tienen tiempos pero menos. Son principios y finales, chulos que uno va marcando. Pero el resto de las cosas en la vida tienen tiempos más brumosos. Los amigos, los sitios queridos, las actividades que uno hace y quiere y, de pronto, deja de hacer. La vida parece pasar más como una sucesión eterna de nuevos comienzos y muchas despedidas, que vienen sin avisar muchas veces y otras de las que uno apenas se da cuenta.

Por eso me gustan las épocas de grados. Celebrar un momento de corte claro en la vida de alguien y tomarse un momento para reflexionar qué le diría, qué me diría.También, para cerrar con un ritual algo importante. Aprovechar ese espacios, habiendo tantas cosas y tanta gente que uno deja sin ritual. O tomarse un instante y pensar qué es en realidad importante o qué cosas, hoy, yo quisiera tener en un cajón de recuerdos guardado —así ser consecuente sea casi imposible, pero pensar al menos—.

Porque los vientos de cambio soplan todo el tiempo y —como dice Tomás González— a uno las cosas lo sorprenden y llegan en el lugar menos esperado, incluso cuando uno las está esperando. Los finales y principios se confunden y hay cosas, lugares y gente que hacen la vida y que uno igual deja o dejará sin ceremonia.

Por eso me gustan los discursos de grado que ponen en internet. Porque son un momento de reflexión, accesible a todos, cada vez que sean necesarios.

Es como ese bolero:

Uno se despide
insensiblemente; de pequeñas cosas; (…)
Uno vuelve siempre
a los viejos sitios
donde amo la vida
y entonces comprende
como están de ausentes
las cosas queridas
por eso muchacho no partas ahora
soñando el regreso
que el amor es simple
y a las cosas simples las devora el tiempo.

 

 

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