Ventanal de un sexto piso
Opinión

Ventanal de un sexto piso

Noticias de la otra orilla

Por:
marzo 12, 2016
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Buscando otras cosas en mi biblioteca, vuelve a mis manos este libro que no es un libro de viajes. Es un mapa afectivo de muchas naciones y ciudades, de amigos y mujeres, paisajes y músicas, que vuela frente a nosotros, en nuestras manos, con nosotros de copilotos, un paseo vertiginoso por el itinerario múltiple de la memoria de su autor, con nuestra imaginación como combustible necesario para levantar el vuelo en una lectura de cautivante interés, a pesar del cansancio de los buses, trenes y aviones producto de la rutina del viaje, es decir, de “la ruta que se repite”, como dice el autor de este breve libro que es un delicioso periplo comandado por este navegante de ciudades que es el arquitecto e investigador argentino radicado en Colombia, el profesor Juan Carlos Pérgolis.

Luego de publicar varios libros y múltiples ensayos y estudios producto de sus investigaciones sobre los más diversos aspectos relacionados con las ciudades y sus arquitecturas, sobre complejos asuntos de la vida urbana, las plazas y las calles y la organización de la vida en los espacios públicos, ejercicio que le ha permitido ganarse un importante reconocimiento en los ámbitos académicos de nuestro país, Pérgolis publica este libro que recoge y organiza en prosa sencilla, casi elemental, sus más sentidas experiencias de viajero impenitente por más de medio mundo. Pero es posible que no haga falta aclarar que una cosa es leer un libro de viajes de esos que llenan estanterías, escritos por turistas vivos para turistas despistados, que no saben que miran, por dónde pasan, qué lugares visitan, sin internarse jamás en el corazón de los paisajes y las gentes, y otra muy distinta es viajar de la mano de este autor profundamente sensible que se deja vivir por cada aspecto de cada viaje, como para asumir a fondo la experiencia cultural que igual le ofrece un aeropuerto, una estación de bus, una plaza, el rincón de un café, la forma de una lata de cerveza, los caminos, una ventana, un arco, una muchacha, las plantas, los sabores, la luz, la noche, la historia, etc.

Es entonces una memoria entrañable recuperada desde la dolorosa punzada  de los recuerdos, que se inicia con un viaje desde Buenos Aires a Colombia, concretamente a Cartagena, y que marcará la ruta de un exilio que pese a repartirse en sitios infinitos siempre tendrá como base a nuestro país. Exilio cuyos fantasmas sorprendentemente también viajan, unas veces con pasajes y otras como polizones en la conciencia, para aparecerse en la más insospechada geografía de los caminos y los sueños, como le ocurre a Pérgolis en este libro con el que él parece intentar ponerse al día con ellos, dándoles además la oportunidad de que conozcan también un poco el mundo, mientras él gana tiempo para encontrar lo que busca en lugares que todavía no encuentra. Como lo dice con acierto cuando se despide de una amiga en Bruselas: “Desde allí yo seguiría solo, buscando algo que seguramente no estaba en Europa, pero que Europa me ayudaría a encontrar allí donde estuviera”.

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De esa manera, y en esa búsqueda, la voz de una Susana Rinaldi cantando su tango, el de ella y el de él, Ventanal de un sexto piso, un título que además se sugiere simbólico en varios sentidos, persigue en silencio a este hombre tocado de poesía que huye de sí mismo buscándose entre los negros lamentos de una Estefanía Caicedo que canta en una esquina de Bocagrande en Cartagena;  en una Bogotá fría y distante pero que le enseñó a entender a Buenos Aires; siguiendo a una ilusoria mulata por estrechos callejones jamaiquinos; en el lujo de las vitrinas de la Avenue Louise en Bruselas; obsesionado con la milagrosa belleza de las cúpulas del Románico español; caminando por Verona y Florencia; en la seducción de las sirenas de la selva peruana; en la luz de Amsterdam que perdió a Rembrandt; en la iglesia de los catorce santos barrocos de Nurenberg; aprendiendo los secretos del camino en la poesía de Cavafis, en Atenas; en Capadocia, en Estambul, en Barranquilla, en Ankara; hasta encontrar por fin, y por lo menos, la idea de “su lugar” en Bogotá.

Como viaje, este libro de Pérgolis tiene esa especial fascinación de las obras hechas con esa estructura de la narración clásica en la que alguien, un personaje, el autor, o el protagonista de la historia, emprende un viaje lleno de peripecias y lugares en la búsqueda de algo que resulta siendo casi siempre un pretexto para encontrarse a sí mismo, un viaje a las raíces. Lo que sucede en este caso es que la sensibilidad, la experiencia vital y la cultura del autor de Ventanal de un sexto piso hacen de la lectura de esta obra una oportunidad propicia para el encuentro del lector con el alma del autor, y desde luego, con la suya propia, como se supone que debe ocurrir en la buena literatura.

 

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