Tus labios de rubí
Opinión

Tus labios de rubí

Por:
noviembre 27, 2014
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Carlos Palacio (Pala) —vecino de este portal, excelente músico y columnista que siempre leo— se manifiesta conmovido con la personificación que Margarita Rosa de Francisco hace de Ruth Esneda Barrios Caviedes, La Ranga, un prototipo de mujer opuesto al que ella encarna en la vida real y a la que ya se había aproximado con su aplaudida Raquel de Paraiso travel. “Lo que me pone la piel de gallina —especifica Pala en la columna del lunes— es que una actriz con su prehistoria sembrada en los reinados de belleza, ícono de telenovela y presentadora de reality, tenga los cojones para situarse en las antípodas del personaje glorificado por los medios y nos obsequie una mujer perdedora y deshecha, pero al mismo tiempo viva y divertida”. Y, probablemente debido al estado de conmoción en que se encuentra, cae en el lugar común del juicio sumario, por cuenta de la pregunta obvia (¿por qué le gusta verse tan fea?) que la periodista María Elvira Arango le hizo a la protagonista, en entrevista reciente. “La respuesta de Margarita fue maravillosa y deja muy claro en qué lugar de la valoración femenina están ambas (periodista y entrevistada). ‘A mí me parece hermosa’, respondía Margarita desde su cabeza tan bien amoblada y con su encantador acento valluno” (Supongo que con este broche final, ¡flop!, cayó redondo Pala). Pues claro que le parece hermosa. Es creada por ella para divertimento propio y de los demás. La Ranga, un buen “obsequio” actoral.

Antes de seguir: no tengo idea si Margarita Rosa tiene o no cojones, o si los muebles que habitan su cabeza son Luis XV o art decó (en varias de las múltiples entrevistas que ha concedido he creído entender que mantenerse bella ha sido para ella una obsesión); tampoco, si la cabeza de María Elvira es como un loft recién terminado; y tampoco, con el pobre conocimiento que tengo de las dos —solo a través de la pantalla—, me siento en capacidad de concluir en qué lugar de la valoración femenina están la una y la otra. Parto de la base de que son profesionales comprometidas, privilegiadas y expuestas, con hojas de vida que, al igual que todas las hojas de vida que circulan en el mundo, están confeccionadasde aciertos y desaciertos. Tampoco es mi intención entrometerme en opiniones ajenas —cada quien es libre de pensar lo que quiera y de expresarlo como mejor le parezca—, traigo esta referencia a colación porque las palabras del columnista me hicieron reflexionar sobre lo fácil que resulta en este ambiente de apariencias que nos rodea ver los toros desde la barrera, como bien lo señala la sabiduría popular.

Es muy fácil para un millonario, por ejemplo, decir que el dinero no da la felicidad. Para una modelo de Victoria´s Secret, cuerpo “perfecto”, decir que la apariencia la tiene sin cuidado. Para Cayetana de Alba, heredera de no sé cuántos ceros a la derecha y títulos nobiliarios, decir que vivía como le daba la gana. Para un veinteañero, decir que la vejez es la mejor etapa de la vida. Para un famoso, decir que no hay como el anonimato. Para un importante decir que añora las colas de los bancos. Para una mujer bonita decir que envidia la suerte de las feas. Y digo que les resulta fácil decir lo que dicen —abonándoles incluso la buena voluntad— porque no lo sufren en el día a día que es cuando la sociedad se manifiesta cruel con los pobres, los gordos, los viejos, los del montón… Los feos que tienen que lidiar con una estética que no encaja con la que ha hecho carrera en el vecindario.

Así que, con el perdón de Pala, hacer un buen papel no hace a Margarita Rosa mejor o peor persona que María Elvira o cualquiera otra; la confirma como una excelente actriz, eso sí. Pero nada más. Se pone en off la cámara y adiós Ranga, ¿oís?; por entre sus greñas, y sobre pétalos de alborozo, vuelve y nada impertérrito el cisne que conocemos. No confundir, entonces, ficción y realidad. Una cosa es actuar como fea siendo bella y, otra, ser fea sin necesidad de actuar. Ser la pareja de baile que nadie quiere tener, debe convertir la fiesta en un calvario.

COPETE DE CREMA: “Cojones” los que necesitan tantas Ruth Esnedas que por la vida van ninguneadas o señaladas. Si la naturaleza o el quirófano no las han beneficiado con el Photoshop de la belleza, la juventud y el éxito perennes que el medio exige, no importa cuán bien amobladas estén sus cabezas, jamás dejarán de ser cuartos de San Alejo. Incluso para las mismas mujeres, críticas descarnadas —entre otras cosas— de las empaquetaduras de sus congéneres. Y hablando de malos tratos y labios rojos…

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