"Su hijo decidió dañar el proyecto del curso"
Opinión

"Su hijo decidió dañar el proyecto del curso"

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septiembre 10, 2014
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Los colombianos siguen conmovidos con el suicidio del joven homosexual  Sergio Urrego en Bogotá. Y no es para menos. ¿Quién espera bullying de los profesores del colegio al que los padres confían sus hijos?

Déjenme decirles que esa es apenas la punta del iceberg de una problemática que no se circunscribe a las diferencias sexuales y va mucho más allá de los moralismos. En este país no solo son discriminados los negros y los homosexuales. ¡No! Aquí se discrimina por condición social, por edad, por forma de pensar, por ser de una región o de otra, y hasta por discapacidad, y a todos esos se les hace matoneo. Cualquier forma me parece horrible, pero lo que poco o nada se aborda es la discriminación en los colegios de los niños que son distintos y que aprenden distinto. Me explico. Aquí se cree que el bullying es exclusivo de los estudiantes y que los pobres profesores tienen que aprender a lidiar con esos monstruos que les llegan a las aulas. Con esto no quiero decir que no hay profesores maravillosos y que no hay alumnos insoportables. Lo que pasa es que sí hay unos docentes cuya condición humana (que es lo que más necesitan) no les da ni para el título, y llegan a los colegios a ganarse el sueldo; a vivir de algo, pero de compromiso y mística, ¡nada!, y menos de vocación. Aquí no importa si el colegio es oficial, o bilingüe, les cabe a todos.

El niño objeto del titular de esta columna es mi hijo menor. Estamos hablando de un pequeño de 10 años hoy, que hace uno —tras llegar al salón antes que sus compañeros y la profesora—, lanzó por el inodoro el pez del proyecto de curso que había muerto dentro de su pecera. Así le enseñamos a hacerlo en la casa, y con mucho respeto. Sin embargo, la incriminación delante de sus compañeros de curso y el señalamiento de que lo había hecho de maldad, lo intimidaron y no se supo defender. Me enviaron una nota que las profesoras se encargaron más tarde de desaparecer, donde palabras más palabras menos yo tenía un hijo delincuente. Esa era la deducción. Se imaginarán que me fui como una tigresa para el colegio. Ya habían pasado muchas cosas. Por ejemplo: mi hijo había sido víctima de matoneo de niños más grandes y el colegio solo me lo notificó a final del año escolar. ¿Saben quiénes lo defendían? Sus propios compañeritos, pero las profesoras lo ocultaron. La directora de grupo y su profesora de Ciencias se encargaron de hacerle el año imposible a un niño de tan solo nueve años en ese entonces. Mi hijo es un niño brillante, reconocido así por terapeutas y profesores, que aprende distinto, es decir, es más verbal y auditivo que visual. Eso quiere decir, que como se le dificultaba leer y escribir —aunque ya lo hace como cualquiera—,llenar formatos y hacer gráficos, contestar exámenes por escrito era complicado para él. Pero como la naturaleza es sabia, tiene una memoria prodigiosa y una expresión oral inigualable. Sin embargo, el colegio insistía en que tenía que llenar formatos porque así se hacía allí. Fue una lucha… Con decirles que cuando comenzamos a notar que mi hijo se resistía a ir al colegio, se expresaba con rencor de sus profesoras y se negaba a hacer tareas porque “como ellas a mi no me respetan, yo no hago nada para ellas”. Le pedimos cita al cura rector desde agosto, a comienzo del año escolar, y nos atendió en enero del año siguiente. ¿Qué les parece el compromiso? Los cuadernos llegaban llenos de quejas todos los días, le minaron su autoestima y la directora de curso llegó al descaro de pedirles a algunos de sus compañeros que los papás firmaran quejas en contra de mi hijo “para colaborar con el colegio”. Gracias al apoyo de algunos valientes papás, lo pusimos en conocimiento de ese rector negligente y, claro, como era de esperarse no pasó nada.

A esas mujeres que le hicieron matoneo a mi hijo, les hizo falta algo muy elemental: la vocación y el respeto por la diferencia. Ni el colegio ni ellas entendieron que los niños que aprenden distinto las retan, las sacan de la zona de confort y las vuelve unas profesionales más competentes y valiosas, y el colegio crece en lo moral, en lo académico y —sobre todo— en lo social, que es el gran aporte al respeto por la diferencia.

Hoy mi hijo está en otro colegio al que sí quiere ir, para el que sí hace sus tareas por iniciativa propia todos los días y en el que ha sido hasta monitor de curso. Lo aceptan como es y lo asumen. No nos llenan de quejas ni lo obligan a ajustarse a su esquema… Lo estimulan, le dan amor y lo más importante: ¡Respetan su diferencia!

El Gobierno Nacional no solo tiene que pensar en sacar excelentes resultados académicos. La educación de este país no está solo ahí; tiene que empezar por lo básico y lo elemental: el respeto a la diversidad, cualquiera que ella sea.

¡Feliz resto de semana!

 

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