“Soy el mejor novelista del mundo”: James Ellroy

“Soy el mejor novelista del mundo”: James Ellroy

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agosto 16, 2013
“Soy el mejor novelista del mundo”: James Ellroy

Frenético y contundente como su prosa. Estridente como los colores de su camisa. En el encuentro personal, James Ellroy, 61 años, uno de los grandes narradores de nuestra época, no decepciona. Desconcertante, el autor de “La dalia negra” o “L.A.Confidential” dirige a veces la mirada hacia su interlocutor como si fuera a pegarle y, otras, le confiesa cuestiones íntimas como si se hallara ante un amigo de toda la vida. En una cafetería francesa del barrio de Hancock Park, en Los Ángeles, donde vive, nos recibe para hablar de “Sangre vagabunda” (Ediciones B), la monumental novela -944 páginas- con que cierra “Underworld USA”, su trilogía sobre los Estados Unidos de los años 60, iniciada con “América” (1995) y continuada con “Seis de los grandes” (2001). Hace calor. Ellroy gesticula como un macho alfa, eleva la voz y, de vez en cuando, mira el escote de la fotógrafa.

-Usted hizo historia con su cuarteto de libros sobre el Los Ángeles de los años 50, “La dalia negra”, “El gran desierto”, “L.A.Confidential” y “Jazz blanco”, pero ahora ha sido más ambicioso y aborda la situación política y social de EE.UU. durante los años 60...

-Más exactamente, de 1958 a 1972. Yo era un escritor de novela negra, que dibujó el Los Ángeles criminal de los 50. Ahora soy un novelista histórico. Cada vez soy mejor escritor. Cada vez tengo más ambición. Mis primeros libros fueron novelitas de crímenes, un género que en el cuarteto de L.A. quise llevar lo más lejos que pudiera, demostré que podía ser el mejor autor policíaco del mundo. Pero, una vez hecho eso, tenía que dar un salto, demostrar que era el mejor novelista -a secas- del mundo. Me sentía con energía para acometer un gran fresco histórico, y lo he hecho explotando al máximo mis posibilidades.

-¿Y ahora qué?

-Estoy escribiendo unas memorias exclusivamente centradas en mis relaciones con las mujeres, y en mis obsesiones sexuales. La cosa parte de los artículos sobre el tema que he escrito en “Playboy” pero la perspectiva es mucho más amplia. Hago un desnudo integral, los hombres suelen ser reservados pero no es mi caso, soy más bien un exhibicionista. Es mi segundo ensayo autobiográfico, tras “Mis rincones oscuros”, de  1996. Ya no escribiré más sobre mí, no me queda nada que contar.

-Cuando usted era joven, le gustaba espiar a las mujeres, ¿no? Era tan voyeur como algún personaje de esta nueva novela.

-Sí. Lo hice bastante en este barrio. Me metía en las casas de las chicas cuando ellas no estaban y olisqueaba su ropa interior. Ya no. Soy un pervertido reformado.

-En “Mis rincones oscuros” se trata a sí mismo sin ninguna piedad. ¿Fue difícil?

-Ese libro es básicamente la historia del asesinato de mi madre en 1958. Cuando yo tenía 10 años, un fin de semana en que estaba al cuidado de mi padre, ella apareció muerta y violada en la cuneta. Un crimen sin resolver que ha afectado toda mi vida. En ese libro quise esclarecer el caso, ayudado por un detective de verdad. ¿Difícil de escribir? No, de hecho fue más fácil que una de mis novelas, era un libro corto, la trama era más simple, no se entremezclaban tantos personajes y no había necesidad de reescribir y de recopilar tanta información.

-¿Es usted escritor a causa del asesinato de su madre?

-Lo hubiera sido de todos modos. Yo quería serlo ya antes de que la mataran. Pero, claro, después de aquello, el crimen estuvo tan presente en mí que pasó a convertirse en el centro de mi obra narrativa. En este sentido, la muerte de mi madre fue un don, un regalo. Me hizo el tipo de escritor que soy, me dio un tema. Ahora sería escritor, sí, pero otro tipo de escritor.

-¿Piensa todavía en ella?

-Su muerte horrible se me fue de la cabeza en 1996, cuando escribí “Mis rincones oscuros”. Escribir aquel libro fue una terapia espectacular que cambió totalmente mi relación con ella, con su recuerdo. No encontré al asesino, pero la encontré a ella, solo desde entonces tuve paz al pensar en mi madre. Descubrí su doble vida, estaba separada y bebía e iba con hombres los domingos en que yo me quedaba al cuidado de mi padre. Está siempre en mi mente, y cuando publico un nuevo libro dialogo con ella, le pregunto qué le parece, y a veces no le gusta lo que escribo pero sí la pasión con que lo hago.

-Vamos a hablar de los personajes de ficción del libro. Don Crutch...

-Existe. Es un amigo mío. Fue detective en Los Ángeles en los años 50, 60 y 70. Hace de mirón como yo hacía. Posee la cualidad de la persistencia, persigue a una mujer durante 600 páginas.

-Él, el agente del FBI Dwight Holly y el ex policía y químico Wayne Tedrow son muy de derechas, violentos, racistas...

-No son los peores. Tedrow nunca usa un lenguaje racista, yo lo veo como un liberal, que además se enamora de una negra. Dwight Holly tiene una relación complicada con la raza, se siente bastante culpable. Y Crutch sólo presenta una actitud de rechazo a los negros, pero no es un racista proactivo. Por otro lado, no seamos hipócritas: los chistes racistas son descacharrantes, te partes de risa con ellos, eso me ha permitido meter mucho humor. Hay muchos puntos de vista en el libro, todo debe ser puesto en perspectiva. Y la gente cambia. De eso va el libro. Personajes muy de derechas que se van la cama con tías muy izquierdosas, y esos intercambios de fluidos acaban provocando otro tipo de transformaciones en todos ellos.

Ellroy escribió el libro My Dark Places, basado en los recuerdos de la muerte de su madre, quien misteriosamente fue asesinada.

Ellroy escribió el libro My Dark Places, basado en los recuerdos de la muerte de su madre, quien misteriosamente fue asesinada.

-¿Es cierto que dos mujeres reales le inspiraron los personajes de “Sangre vagabunda”?

-Sí. Todo el libro es culpa de esas dos mujeres. Fue una experiencia maravillosa escribirlo, porque así las tenía en la cabeza todo el tiempo. Joan Klein, la misteriosa diosa izquierdista, existe, aunque no se llama así, es una chica de San Francisco con la que estuve enrollado y que ya se piró, fue algo muy pasional que acabó fatal. Siempre escribo de las mujeres con las que me lío. Hay que tener cuidado conmigo.

-Hace ocho años tuvo una crisis nerviosa, ¿no?

-Me petaron los plomos, sí. Me vine abajo.

-¿Y eso?

-Estaba fatal, jodidísimo. Tuve que trabajar muy duro para salir del pozo y escribir este libro. No dormí ni siquiera una noche durante cinco meses seguidos. Mi matrimonio se fue a la mierda, y eso que en general nunca había tenido problemas con mantener la monogamia, como les sucede a tantos hombres, mi cruz es la cohabitación. Me obsesioné por una mujer de San Francisco, que es la Joan del libro. Me mudé allí, luego conocí otra mujer, que es la Karen de la novela. De eso va el libro, de esas dos mujeres. Y el colapso nervioso del agente del FBI está descrito tal como fue el mío: el insomnio, la adicción a los somníferos, la hipocondría, los antidepresivos...

-El agente Holly mantiene relaciones simultáneamente con esas dos mujeres, con Joan y con Karen, que está a su vez casada, embarazada y con un niño. ¿Eso hizo usted?

-Sí. Incluso intenté que abandonara a su marido, pero sin éxito.

-¿Karen ha leído el libro?

-Se llama Cathy en realidad y sí, ha leído el libro. Le ha gustado. Ella y su hija Theodora son la base de Karen Sifakis y su pequeña Eleanora.

-¿Y Joan?

-El libro esta dedicado a ella, pero no la he vuelto a ver jamás. Normal... Yo era viejo, ella joven; ella era judía, yo gentil; ella era de izquierdas, yo de derechas; ella era atea, yo creyente. Y el tema del libro son justamente todas esas colisiones de creencias e ideologías. Las explosiones que provocan al chocar diferentes razas, clases, géneros, identidades sexuales...

-¿Es un libro sobre la redención?

-Es sobre la conversión, espiritual y política, el cambio de alguien que pasa de ser una persona a otra, ese proceso. Yo soy un converso. He cambiado de vida varias veces, creo en el poder del cambio, no es verdad eso de que no cambiamos nunca. Es que la vida es acojonante... El libro es sobre gente que busca un significado real a su vida, más allá de los lugares comunes que nos repiten.

-¿Cómo se planteó el trabajo?

-Alquilé investigadores para que me proporcionaran cronologías, detalles concretos, datos, se desplazaron a la República Dominicana, recopilaron datos sobre los mecanismos de chantaje, los procesos electorales, la historia del movimiento negro en las grandes ciudades de EE.UU y sobre esa base histórica escribí las geniales ideas que no hubieran podido ocurrírsele a nadie más que a mí. Primero planeé hasta el mínimo detalle todo lo que iba a suceder, y luego lo ejecuté. Vi que iba a ser una trilogía a la mitad de la escritura del primer libro.

-No es usual pensar obras de estas dimensiones y menos con objetivos tan ambiciosos.

-Soy un escritor muy metódico, y muy trabajador, pienso mucho, soy muy bueno manteniendo mi concentración en el trabajo, y mis ambiciones son grandes, desde que de niño sentí que mi padre había malogrado sus muchas cualidades por no tener ambición. Me encanta pensar, me encanta estar vivo. Me paso muchas noches pensando solo, despierto, en la oscuridad. Y esta historia se me apareció a una escala muy grande. Vi que tenía que mezclar a algunos personajes reales, como el presidente Nixon, el jefe del FBI Edgar Hoover o el millonario Howard Hughes, con personajes de ficción. Solamente el esquema de “Sangre vagabunda” tenía 400 páginas. Con semejante superestructura en las manos, yo sabía exactamente en cada momento hacia dónde estaba dirigiéndose la historia. La historia no se podía desviar.

-Negrolandia, como usted la llama en el libro, toda la cultura negra, es un elemento básico.

-Las organizaciones negras de esa época se dedicaron a actividades criminales: tenían armas, vendían droga... Hablo de las Panteras Negras y otros grupos. Quería que un policía negro se infiltrara en esos ambientes y que se reflejara el conflicto de actitudes entre un representante de la ley, por un lado, pero que, por el otro, es negro. Quise reflejar todo el conflicto de la identidad racial y esas mierdas en este hombre.

-Ahora, con Barack Obama, la cultura negra parece algo verdaderamente importante en este país, no la realidad marginal y criminal que usted refleja.

-No tengo ningún comentario a hacer sobre la actual política norteamericana. Soy un escritor que aborda con pasión bloques históricos de la realidad de su país. Para poderlo hacer, me sumerjo en ese tiempo, y olvido el presente. No tengo televisor, no voy al cine, no tengo ordenador, no leo los periódicos, sólo he leído libros sobre los años 60 y diarios y revistas de la época. No quiero distracciones, si leo prensa y veo la tele voy a empezar a hablar fatal, como las chicas jóvenes de Los Ángeles, que van todas muy bien tatuadas y perforadas pero que ya hablan inglés peor que los extranjeros. He intentado ver alguna película o serie actual y casi me da un infarto. Toda mi curiosidad se monopoliza en  el período histórico sobre el que escribo.

Varios de sus libros han sido llevados al cine. Entre ellos se encuentra L.A. Confidential, que fue protagonizada por Russell Crowe y Kim Basinger, un film que fue seleccionado a la Palma de Oro en Cannes 1997

Varios de sus libros han sido llevados al cine. Entre ellos se encuentra L.A. Confidential, que fue protagonizada por Russell Crowe y Kim Basinger, un film que fue seleccionado a la Palma de Oro en Cannes 1997

-Pero toda esta paranoia del estado, esta manía por espiarlo todo... ¿no le recuerda elementos de la América contemporánea?

-Nada del pasado me recuerda cosas de hoy, porque ignoro cómo son las cosas hoy. Me aburre el presente. Todo eso de la crisis económica no entiendo cómo funciona ni por qué ha sucedido. No quiero saberlo. Sólo me preocupo de cómo ganar dinero yo. Para mí no es necesario conocer cómo funciona el mundo de hoy para sobrevivir. Hay muy pocas cosas que me interesen. Lo que me excita el intelecto son las mujeres, y a veces sí experimento curiosidad hacia cosas que ellas me han comentado, pero como un derivado del interés que siento hacia ellas, no porque el tema me interese en sí mismo. El funcionamiento del mundo no me interesa. Vivo aislado, en mi apasionante mundo interior.

-¿Siempre ha sido así?

-Especialmente ahora. Este libro es muy onírico. Lo escribí bajo el influjo de las drogas, tomé un montón de sustancias, estaba colocadísimo durante mi colapso nervioso. Eso afectó a la percepción del tiempo en la narración, hay esa atmósfera extraña y por eso todos los personajes van puestos. Pero puedo decirles a mis lectores en español que este libro no es sobre la América de hoy, y que nunca pensé en Obama mientras lo escribía. Nunca pensé en Bush ni en la guerra de Iraq. Todo eso me la suda. No pienso nunca en esas cosas. Soy un león en una habitación. Y me va muy bien. Nadie me cree, lo noto, pero es la puta verdad.

-¿No estará diciendo que las drogas son buenas para escribir?

-Las drogas destruyen. Si usted las consume de un modo regular, acabará destruido, totalmente destruido o como mínimo tragará mucha más mierda de la que pueda digerir. De eso no hay duda. Le pasa a todo el mundo. Sé de que hablo porque a mí me ha sucedido.

-Da usted un extenso catálogo de drogas, con los nombres comerciales de medicamentos...

-No las tomé todas yo, que conste, ahí he utilizado también a los investigadores de alquiler: han ido a documentarse y me han dicho qué droga era adecuada para cada personaje y cada situación. Si yo me hubiera tomado todo lo que sale en el libro, no habría podido acabarlo.

-¿Usted no tiene ningún problema para meterse en la mente de un criminal? ¿De dónde le viene esa proximidad?

-Simplemente, domino los mecanismos de la ficción. Nunca leo novelas policíacas, no me gusta el género. ¿Tal vez lo saco de mi pasado criminal? No creo, porque fue muy menor, muy poca cosa: robaba para comer, vivía en la calle y me drogaba. La clave es algo que conozco bien: el poder de los hombres obsesivos. Mis libros son el resultado de eso, de que yo me obsesiono por un tema y lucho por dominarlo. Si no lo hiciera así, si no me pasara a mí, ¿cómo iba a conseguir que el lector se obsesionara con la lectura?

-Así, ¿la obsesión es buena cosa para un escritor?

-Concebimos los libros obsesivamente, sí. Te metes tan dentro que no piensas en otra cosa.

-¿Era -o es- usted un racista?

-Cuando iba al instituto lo parecía. El 90% de los chicos de allí eran judíos, y no se me ocurrió mejor modo de llamar la atención que utilizar un lenguaje seudo-nazi. Seriamente, no lo soy.

-Su libro establece un vínculo profundo entre política y crimen.

-Es una novela sobre la colisión de mundos. Sobre cómo el crimen organizado colisiona con la política y ambos forman un todo. Los juegos sucios de los políticos, imbricados con los gángsters y las agencias de inteligencia. El tema es eso que los protagonistas del libro llaman “la vida”, así es la vida, dicen. También la vida en las calles.

-¿Howard Hughes era como en su libro?

-Sí: era Drácula, un yonqui megalómano y corrupto que se hacía continuas transfusiones de sangre. Homófobo, xenófobo, racista, loco de atar.

-Usted refleja también el racismo de los negros.

-Que fue enorme, tan importante y nocivo como el de los blancos, sin diferencia. No me importa cuál fue más fuerte. Me di cuenta, al escribir este libro, de la forma en que se construían los prejuicios y que eso era algo tan fuerte que cruzaba las fronteras de cualquier barrio, raza, clase social o país. Fue una epifanía, algo significante para mí. Por eso quise describirlo.

-Aquí perfecciona su ya conocida técnica del collage: diarios personales, fragmentos de documentos...

-Quería dar muchos más puntos de vista de los que ofrezco habitualmente. Al menos siete puntos de vista directos. Es mi libro técnicamente más perfecto.

-¿Su próxima obra de ficción?

-Será muy diferente, pero aún tengo que ponerme.

-Sus mundos son tan horribles como seductores y hechizantes. Vemos incluso poesía en la extrema violencia. ¿Cómo explica eso?

-Es un libro muy violento, algunos dicen que no es para mentes románticas pero yo no lo veo así porque, a pesar de todo, contiene más amor y más sexo y más ternura que cualquiera de mis obras precedentes. Hay muchas más emociones, en esta novela me he arrancado el corazón: expreso la incapacidad vital en toda su complejidad, la dureza de la vida. Y en los personajes, por crueles que parezcan, anida de algún modo el bien.

Interior 3

Los críticos literarios lo han definido como un hombre “Malcarado, provocador, bravucón, chulesco, desafiante, megalomaníaco, con una boca que necesitaría un bozal a medida”

-Y hay un final esperanzador, cosa rara en usted...

-¡Sí! Soy un hombre muy optimista. Tengo esperanza en la vida, soy cristiano, un hombre religioso.

-¿Cómo?

-Siempre sorprendo a la gente pero así es: rezo y tengo fe en Dios. He sentido físicamente la presencia de Dios en momentos decisivos de mi vida. En el libro hay mucha mierda, pero siempre hay una moral detrás, siempre hay esperanza, si la sabe usted ver. La gente, cualquier personaje, siempre tiene una profundidad moral que resulta interesante, mis libros no son nihilistas, como dicen algunos.

-Su estilo es deslumbrante, adrenalínico: frases cortas, ritmo endiablado y musical, lenguaje callejero y onomatopéyico...

-Estoy muy dotado para el lenguaje. Y se me puede reconocer leyendo una frase, nadie en el mundo es capaz de escribir como yo. Aquí, por si acaso, he optado por un estilo más formal. Las frases, eso sí, son muchísimo más cortas. He depurado muchísimo. La novela anterior, “Seis de los grandes” tal vez estuvo lastrada por algunos excesos estilísticos que no todos han comprendido. Este libro es más accesible, los lectores necesitaban un respiro. Los vi un poco exhaustos y no quise forzarlos tanto esta vez. Mi ex mujer, Helen Knode, me convenció de que para vaciar mi corazón debía utilizar un estilo más directo.

-¿Alguna vez escribirá un libro sin asesinatos?

-Francamente, no creo.

-¿Qué ha aprendido de los años 60?

-Nada. Ya lo sabía todo. Conocía los hechos históricos, cómo trabajan las agencias de información, lo que fue el movimiento negro... toda esa bazofia. Lo que quería era entretenerme con todo ese material, pasar un buen rato integrándolo en mis propósitos de ficción. No necesité información secreta, sólo toneladas de papel en blanco para vaciarme, para verter en ellas mi historia. El gran Ellroy le habla de tú a tú a la Historia de los Estados Unidos.

-Es una visión oscura de la historia, en cualquier caso.

-Estos tres libros no son la Historia de los Estados Unidos. Muestran una pequeña parte de ella: la mecánica perversa que imbrica la política con el crimen. Pero la realidad es más amplia.

-Todos sus libros son sobre...

-...gente que hace cosas malas en nombre de la autoridad. Y aquí la autoridad son los políticos. Puedo hablarle de Nixon, de Johnson, de Kennedy, de los políticos del período estudiado. No puedo hablarle de la política de hoy, excepto en lo que afecta a mi bolsillo. No creo que escriba nunca otro libro que vaya más allá de 1972. Ya veremos. Aquí está Ellroy, aquí está el cerebro de Ellroy, pip-pip, buscando otro objetivo, con el radar puesto y, cuando lo encuentre, estaré jodido, porque no habrá otra cosa en mi vida.

-Pero Bush, por ejemplo, también limitó la libertad como usted muestra que hacen Nixon y Hoover...

-Bush me la suda, no me interesa, no puede aportarme nada, es una mierda, está muerto para mí.

-Pues hábleme de los políticos de los 60.

-Me encanta Robert Kennedy. ¿Nixon? ¡Buuuuuh! ¿Lyndon Johnson? ¡Buuuuuuh! ¿Edgar Hoover? ¡Buuuuh! Que les den por el culo.

-¿Le sigue gustando el boxeo?

-Me encanta. Lo veo en la tele y lo practico. Es mi gran pasión, junto con la música clásica. Mi ídolo es Beethoven, y en esta novela hay algo de su grandeza. Tengo un busto de Beethoven en casa, pósters en mi cama, para verlo cuando me voy a dormir. Necesito ver Beethovens por todos lados, si no me pongo muy ansioso.

-¿Cómo es un día normal en su vida?

-Tengo una novia, me gusta estar con ella, a lo mejor nos casamos un día. Trabajo, escucho música clásica... Me interesa lo mismo que cuando iba al instituto: el crimen, la historia, las mujeres, el boxeo, las carreras de coches y los perros. Nada más. La gente me critica que no haya formado una familia, que no siga la política... No veo el interés. ¿Los niños? No sé, tal vez debería experimentar esa forma de amor tan puro...

-¿Es usted conspiranoico? En el libro hay muchas conspiraciones...

-No veo conspiraciones por todos lados. Pero sí describo algunas que tuvieron lugar y, desde luego, alguien asesinó a Kennedy y a Martin Luther King. Los servicios secretos no querían que tuviera éxito la revolución negra y jugaron sus cartas. Estas tres novelas están pegadas a lo real y muestran los efectos y el funcionamiento de un sistema de enorme aislamiento cultural, paranoico, que sufrió todo el país. Cuando escribía la novela sí que veía conspiraciones por todos lados, porque estaba inmerso en ello y creía que me espiaban para matarme por revelar estas cosas. Para mí resulta fácil caer en este tipo de pensamientos...

-¿Le gustan las películas que han hecho sobre sus libros?

-Me gusta mucho “L.A. Confidential”

-¿Y 'La dalia negra'?

-Comme si comme ça...

-¿Y los actores que han dado vida a sus personajes?

-El actor (…) es un yonqui que está colocado todo el día, la actriz (…) es una estúpida que jamás ha abierto un libro y no entiende ni los guiones, y la actriz (…) es una sexoadicta en sentido literal: se iba a pasear por la calle a tirarse tíos desconocidos que se encontrara casualmente. Esto no lo ponga o puedo tener problemas.

-¿Está muy metido en Hollywood?

-Conozco a algún director de cine, escribo guiones por la pasta. Nunca espero que me los respeten, solo espero cobrar, pagan muy bien. Han hecho auténticas mierdas filmadas donde sale mi nombre bien bonito, como guionista. Mierda pura. Pero me la suda. Tengo que pagar mis facturas de divorciado. Este mamón de Obama me jode a impuestos porque para él soy un jodido pijo, blanco, cabrón, millonario y me tiene que exprimir para pagar su jodida reforma sanitaria. ¡Jodido Obama! ¡Devuélveme mi dinero! Yo no quiero pagar tanto. No me malinterprete, no soy un fanático: también quiero que los pobres osos polares puedan vivir, no quiero que se les funda el casquete polar. ¡Pobres osos polares! Pero ¿podrían salvarse y que a la vez yo pagara menos impuestos? Eso sería lo ideal.

-¿Cómo escribe?

-A mano. Con un bolígrafo negro. Escribo y reescribo obsesivamente, como un poseso, horas y horas.

-¿Es cierto que circula un vídeo donde aparece masturbándose?

-El canal “Playboy” emitió un vídeo muy corto en el que aparezco moviendo el brazo así, fingiendo una paja. Era una broma, hacía como que me masturbaba mientras espiaba a mis vecinas. En realidad, soy alguien muy serio en mis objetivos, en mi ambición literaria, pero si me ponen una audiencia delante me transformo para seducirla y dominarla, puedo ser algo brusco. Me esfuerzo en ser cada vez más maduro, pero no siempre me sale.

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