Somos capaces
Opinión

Somos capaces

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septiembre 12, 2014
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La cultura democrática, en su acepción cultural más profunda, se aprecia en la capacidad de las personas para relacionarse con quienes son diferentes, ya sea porque piensan distinto o profesan otros credos, tengan otras preferencias en temas polémicos como la orientación sexual o pertenezcan a pueblos o clases sociales diferentes. La tolerancia y el respeto son valores esenciales para la vida en sociedad y para la práctica democrática. Sin embargo, a diario se experimentan graves ejemplos de intolerancia que exigen una respuesta contundente de la sociedad pero esta se debate entre la indiferencia y la polarización extrema, mostrándose incapaz de reaccionar con la contundencia necesaria para defender sus valores adecuadamente.

Esta semana ha traído consigo casos paradigmáticos que deben llamar a la reflexión sobre cómo construir una sociedad democrática, diversa y plural, en la que se garanticen de forma efectiva los derechos de los ciudadanos, como requisito fundamental para sustentar la armonía y la paz. En circunstancias todavía bajo investigación, se encuentra la muerte por su propia mano del joven menor de 16 años, Sergio Urrego, estudiante del Gimnasio El Castillo de Bogotá, como consecuencia de la discriminación de que fue objeto por su condición sexual. La estigmatización por esta y tantas otras causas de discriminación convierten la vida de miles de personas en un infierno que muchas no pueden soportar. “Me llevas en tu sangre” fue el mensaje de una campaña contra la discriminación racial, sexual y social que emprendió el Distrito como respuesta a la encuesta de cultura democrática de 2011 que reveló índices preocupantes en esta materia. Las campañas públicas para asentar los valores de la solidaridad, la tolerancia y el respeto deben dar a paso a políticas públicas estables que incorporen acciones permanentes en los planteles educativos de todos los niveles políticas, en los programas de bienestar y responsabilidad social en las empresas, instituciones públicas y medios de comunicación.

La polarización y el antagonismo que se ha apoderado del discurso y de la deliberación pública son campo fértil para otra manifestación oprobiosa de intolerancia extrema. Me refiero al regreso de las listas negras de amenazas de muerte que empezaron a circular masivamente esta semana por las redes sociales. El libelo suscrito por las consabidas Águilas Negras reúne a 91 defensores y defensoras del proceso de paz con una intención inocultable de generar zozobra, miedo y consecuentemente, de debilitar el apoyo a las negociaciones de La Habana y las que puedan iniciarse con el ELN.

Ante hechos tan reprobables como este, en el pasado han salido los desmentís de las autoridades afirmando que las Águilas Negras no existen como si con ello quedara saldada la situación. Resulta, sin embargo que los autores anónimos de dichas amenazas sí existen y ellas por si solas configuran el delito de lesa humanidad. Ante esta nueva ola de amenazas el Estado está en la obligación de investigar y dar con los responsables de este acto de verdadero terrorismo que pone en riesgo la difusión de ideas y apoyos al proceso de paz. La impunidad no es una opción cuando el país está cercano de conseguir la salida negociada al conflicto armado.

Pero no todo son malas noticias. Esta semana el empresariado se puso la camiseta de la paz con una campaña llamando a la tolerancia de manera inteligente. “Póngase en los zapatos del otro” es el lema de la campaña “Soy capaz” que presentó la Andi esta semana. Cuando el profesional se ponga en los zapatos del trabajador informal o la dama de alta sociedad en los de la víctima de violencia sexual en medio del conflicto, la sociedad entera empezará a entender que el egoísmo que se ha venido cultivando mina la confianza en el otro necesaria para la convivencia de todos y todas.

Todos, sin excepción, tenemos el deber de superar nuestros encasillamientos mentales para ser capaces de reemplazar la estigmatización, el señalamiento y el miedo por los valores del respeto por el otro, necesarios para construir la cultura democrática que tanto nos ha hecho falta.

 

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