Retroceder nunca, rendirse Hamás

Retroceder nunca, rendirse Hamás

"La gente muere de hambre con la barriga llena de metralla"

Por: Jhoan Camargo Suaza
agosto 01, 2014
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Retroceder nunca, rendirse Hamás
periodistadigital.com

Recurro a este chiste cruel y bobalicón para mencionar el enfrentamiento Israel y Palestina o como a mí me gusta verlo, la lucha del gato y la cigarra. Mucho ruido hace la segunda, pero es el primero quien dispone de la vida.

Quizá lo haga por oportunista, por mediático, por romántico, por concordar con el Polo que mandó su foto el primer día del nuevo congreso simpatizando con la causa palestina, pero en ningún caso lo hago con el ánimo de aportar mi “granito de arena” a este evento evidentemente sanguinario que sucede en estos días. Está visto que esto no sirve de nada. En este mundo solo mandan las instituciones, las políticas gubernamentales, la oferta y la demanda, la mano invisible que hoy se pone el guante de la culpa por acción y omisión.

No hay que ser historiador para darse cuenta de lo absurdo de las cosas, hace unas buenas décadas eran los judíos quienes yacían cenicientos en campos de concentración, verbigracia de una fábrica infernal que producía jabón con la gente como materia prima, o bien hacían uniformes y armamento gracias a la fuerza de trabajo de dicha materia. Horroroso es el ser humano que aún sabiendo los sufrimientos por los que pasó, los reproduce en carne de otro ser humano; me temo que cambios más, internet menos, es lo que sucede hoy día, pues no creo que madres secas de tanto llorar y aguantar hambre sean esos pavorosos “terroristas” que mencionan los medios. No creo que esos niños destripados que muestran las imágenes, sean los mismos que mandan los misiles interminables para que se estrellen infructíferamente contra el pueblo de Israel.

Es innegable el conflicto, como es innegable la participación de Hamás, innegable también la lucha por preservar el escaso territorio que aún posee Palestina; pero por dios, innegable indefectiblemente los miles de inocentes en la refriega, que como toda guerra, son quienes dan la tintura visceral, los que tiñen el conflicto con su sangre. No defiendo naciones, porque no creo en ellas, defiendo personas que les importa un carajo las disputas intestinas, solo les preocupa su bienestar y en muchos casos ni el suyo sino el de la prole que mantienen.

En este caso, afortunadamente, no son impresiones mías esto que digo. La misma ONU se ha pronunciado de manera lastimera para pedirle al mundo, al mundo (?), que haga algo, porque salta a la vista que ellos no pudieron, con todo su poder, con toda la burocracia y el renombre que tienen, con pompa incluida, parar lo que llamaron una verdadera carnicería. El gato tiene entre sus manos la cigarra y juega con ella, porque sabe que cuando quiera le puede callar la algarabía y comérsela por completo.

Precisamente eso es lo que ha sucedido en este conflicto, poco a poco Israel se ha ido comiendo el territorio palestino, basta ver un mapa para saberlo; no obstante no hay que pedirle peras al olmo.No se trata a estas alturas del partido de luchar por tierra, eso es lo que va a sobrar para tanto muerto, se trata de preservar vidas, de no ver con más horror y tristeza las estadísticas lacrimosas que he visto. Palestina tiene muertos miles, misiles miles, “terroristas” miles, pero solo decenas de hospitales, decenas de resguardos, decenas de milímetros cúbicos (su única planta de agua está contaminada al 90 %). La gente muere de hambre y con las barrigas llenas de metralla, carbonizada, abaleada. Las muertes en Israel son exiguas, afortunadamente, porque son seres humanos más y cadáveres menos, los indignados y opositores a esa masacre sí sobran; tanto israelíes como judíos esparcidos en el resto del mundo se excluyen de aquella barbarie, tratan de gritarle al mundo que su país no es su gente o por lo menos no en su mayoría, que hay sentido común, bioética, que quedan muestras de criterio y repudio a las políticas homicidas con las que hoy Israel (como estado) se levanta.

Estamos siendo partícipes de un genocidio (buscar acepción) y nos hacemos los de la vista gorda; sí, no hay mucho qué hacer, pero al menos debemos escarbar en la escasa conmiseración que aún nos queda y sentirnos verdaderamente conmovidos y avergonzados de compartir la misma clasificación biológica de esos monstruos políticos y militares que matan niñitos y ciudadanos inocentes, porque el grupo maldito, que es la excusa para que hoy Gaza sea el cementerio polvoriento y desolado que es, tenga como máxima, en su pelea de David contra Goliat, hoy a la inversa: retroceder nunca, rendirse Hamás.

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