Que pasen las violadas
Opinión

Que pasen las violadas

Por:
marzo 15, 2014
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El olvido del Estado con respecto a las mujeres víctimas de las guerras en el mundo, es el tema que trajo de Nueva York la curadora de una Organización No Gubernamental a la galería de arte que tiene la Universidad de los Andes en el edificio Julio Mario Santo Domingo.  La exposición cuyo título es: Mi cuerpo una zona de guerra, estará un mes en ese lugar de exposiciones donde se denuncian las atrocidades de la guerra que para sus atormentados seres no tienen edad, raza, género o color.

Exposisión Mi Cueropo Una Zona de Guerra

En la inauguración participaron con largas presentaciones los renglones asociados  como el Fondo de Población de Naciones Unidas,  el delegado de la presidencia de la República, el decano de antropología de la Universidad de los Andes que además aprovechó para leernos parte de un extenso trabajo académico, y expertas en el tema sobre el abuso sexual en la mujer se refirieron a  las políticas de desarrollo. Honorosos discursos huecos llenos de teorías sin propósito,  mientras en la primera fila, siete mujeres víctimas de esta guerra sin nombre, unidas, con el frío de miedo y vergüenza, lloraban y temblaban sin consuelo. Ellas, como muchísimas, son ultrajadas, utilizadas, violadas, victimizadas todos los días  por todos los actores armados de este conflicto y, como si fuera poco, después son juzgadas por su propio entorno.

La exhibición organizada por Leora Kahn y su organización Proof   muestra  fotos y testimonios de mujeres del mundo en el conflicto armado. De Colombia en particular, muestra  la manera patética cómo estos últimos 50 años la historia se escribe con la sangre de los olvidados y seres colaterales en la guerra. Acá no hay héroes, solo pedazos de vida encerrada en la agonía de experiencias que salieron de cualquier límite y quedaron como heridas sin remedio ni olvido.

Siete mujeres eran nuestros testigos, víctimas de todos los vejámenes realizados por todos los sectores de los ejércitos armados llegaron por dos fugaces días a Bogotá,  desde el departamento de Magdalena a mostrarnos la verdadera cara del dolor y el sufrimiento diario  que llevan sus cuerpos como geografías de guerra. Todos los días son violadas y esclavizadas. Todos los días las secuestran, todos los días las usan, todos los días las matan por dentro mientras asesinan al esposo y violan su hija frente a un pelotón  de once o catorce bestias armadas que utilizan la fuerza para dejar el rastro de fantasía sexual. Y, mientras todo esto pasa todos los días, nosotros nos acostumbramos a la noticia.

Leora Kahn, quien organizó la exposición, es una mujer para la que este tema no es simplemente un trabajo más, sino un motivo que la impulsa a no descansar ante esta situación de violencia femenina: es la fundadora y la Directora Ejecutiva de Proof: Media for Social Justice, organización que nació por la intención que varios fotoperiodistas tenían de combinar su experiencia y habilidades para crear un impacto en el mundo. Kahn ha trabajado en The New York Times Magazine, Time, Rolling Stone, The New Yorker y US News and Wolrd Report, entre otras. También ha sido curadora de exhibiciones para la Ford Fundation, ABC Television, Amnesty International, Women’s Refugee Commission y el Museo del Holocausto en Houston. Trabajó para el Centro de Estudios del Genocidio, en la Universidad de Yale en donde estuvo a cargo de la investigación tanto de los rescatadores, como de su comportamiento. Participó en la realización del documental “René y yo”, el cual fue premiado, y que narra la historia de una mujer que siendo niña, fue utilizada en uno de los experimentos de Josef Mengele durante el Holocausto.  Lo anterior son unos cuantos de los muchos logros y trabajos que Kahn ha realizado en torno al tema de las víctimas.

Estas mujeres que son víctimas abandonadas por el Estado, cuando se unen, buscan ayuda y protección: en la Fiscalía, por ejemplo las agrupan y las llaman a voz en cuello  “que pasen las violadas” a ver qué hacemos con ellas. El Estado no tiene en cuenta al factor más humano, ajeno y vulnerable que son las mujeres víctimas, mujeres testigos ajenos del conflicto que son partícipes fundamentales en el desarrollo del tejido social.

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