… ¡Que la paz ya casi se firma!
Opinión

… ¡Que la paz ya casi se firma!

La felicidad llegó al pueblo… Hasta que comenzaron a saberse las verdades poco a poco, a goteo

Por:
marzo 11, 2016
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Había una vez una agraciada muchacha que fue prometida en matrimonio por sus benefactores padres para el 23 de marzo del año siguiente.

¡Qué felicidad la que llegó al pueblo!

Hasta el pastelero de la plaza principal y única ofreció de forma gratuita a todos los habitantes su producto principal: unos pastelitos en forma de corazón rellenos de ralladura de coco con mermelada de fresa.

La felicidad no era para menos teniendo en cuenta que la hija prometida era la hija única de unos de los ricos del pueblo y el muchacho bendecido decían que era muy buen estudiante aunque algo ausente de belleza.

Y pasaban los días y la felicidad seguía en el lugar y hasta los más ariscos enemigos se saludaban ahora a la entrada de misa y parece que la venta de la floristería local se multiplicó en un doscientos veintitrés por ciento.

Del muchacho comenzaron a salir a flote
todos los chismes que se mantenían guardados
tal como se guardan los pañuelos de seda del esposo difunto

Hasta que comenzaron a saberse las verdades poco a poco, a goteo, como que el padre de la muchacha no era solo uno de los más ricos del pueblo, sino que era marrullero, amante de dar dineros bajo cuerda y amigo y compadre de todos los malos que había de montaña a montaña. Y del muchacho comenzaron a salir a flote todos los chismes que se mantenían guardados tal como se guardan los pañuelos de seda del esposo difunto. Y a la salida de misa uno le comentaba a otro que si ya te enteraste que ese bueno para nada es en realidad el jefe del sicariato que asola nuestras calles, cuando el oyente aclara que no solo eso, sino que parece que cada tres días viaja a la capital a comprar el polvillo blanco que está acabando con nuestra juventud.

“Por cumplir con una fecha, no voy a firmar un mal acuerdo” dice en la última línea de aquel conocido relato ruso y lo inquietante es que no se sabe si quien profiere tal sentencia lo hacen los padres de ella o de él.

Termino de leer el cuento, sucinto y directo, dejando en el aire una bella elipsis, y quedo frío cuando oigo que dice nuestro presidente blablablá Santos soltar la misma frase refiriéndose a su acuerdo con las Farc :  “Por cumplir con una fecha, no voy a firmar un mal acuerdo”.

¿Por qué, para evitar disgustos, no suelta una frase que contenga la palabra mermelada para saber que es de su autoría?

Y hablando de…

Y hablando de disgustos, debo confesar que cada vez que veo por la tele al señor Cristo o al señor Serpa, el uno ministro del Interior y el otro mandamás del Partido Liberal, me da mal de estómago al recordar cómo ellos fueron los que le dieron hierba al gordo elefante del ocho mil.

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