¡Visca el Barça!, grité emocionado al oír la algarabía de lo que pensé fue la alegría de un gol. Había mucha gente, muchísima, y al ver los brincos generales sólo pude pensar en la Pulga. Todos me miraron raro y miraba en todas las paredes un gran televisor que mostrara al marido de Shakira (el papá de Milan…) fundido en un tremendo abrazo con el mismísimo Leonel Messi tras cualquiera de sus mágicos goles.
Algo tardé en darme cuenta que estaba en una ceremonia militar en donde el sobrino o primo de alguien amigo o familiar era ascendido de cabo a teniente o de mayor a soldado y como estamos con el cuento de la Champions…, pues de ahí mi emotivo y errado Visca el Barça.
Ya cuando la ceremonia se estaba acabando con una misa bastante aburrida y sintiéndome el centro de todos los ojos inquisidores, fui abordado por un generalote que me dejó en claro de mi error garrafal y que cómo se me ocurría gritar de fútbol cuando el tema es otro, y al ver caer una lágrima de mis mejillas, su adorable esposa me dijo, tomándome de las manos, que la ventaja de la ignorancia es que siempre se aprende.
La dama tenía razón. Ya hoy sé diferenciar un partido de balompié con una ceremonia de ascenso de grados.
Espero que a la próxima, si me invitan, me comporte como debe ser y no cometa la desfachatez de ponerme firrrmes al primer gol de la Pulga.
Y me quedo pensando en el punto central de todo, que no es otra cosa sino la ignorancia, el no saber, el desconocer las verdades, y ahí se centraba el tema o asunto de la columna de esta semana hasta que aparecieron dos asuntos de trascendental importancia que me dejaron pensando si no era más importante escribir sobre ello. La salvajada de las Farc matando otra vez en esta patria boba en la que vivimos, o los altos funcionarios de Uribe nuevamente en tantos delicados problemas que solo da a pensar que ese gobierno solo fue un problema.
Sin embargo, desatendiendo la lógica y los consejos y pensando en los olvidos y la ignorancia, me mantengo en la posición de hablar hoy de la maravillosa oferta que hace Unasur a través de su impoluto presidente señor doctor don Ernesto ocho mil Samper para que los ejércitos de esa cosa que dice llamarse Unasur sean los garantes de la paz colombiana.
Uffffff. El descanso fue monumental y pensé en la paz que sentirá blablablá Santos y los eminentes emisarios habaneros al saber ya que todo está resuelto.
El presidente que subió al poder en Colombia con platas del narco nos tiene hoy salvados. Él estará atento y pendiente del vuelo de cada hoja en el gran árbol de la paz.
Los soldados de Unasur estarán en cada esquina vigilando cómo de bello y hermoso se da la paz en Colombia.
Uffffff. Yo también descansé y cerré los ojos.
Y al cerrar los ojos se me vinieron a la mente los soldados de Maduro o del sucesor de Somoza o del hermano Evo ordenando el tráfico bogotano y no miento si juro que me caí de la hamaca. Los soldados de Unasur recordándonos otra vez si no sabemos quién soy yo.
Recordé a la esposa de aquel general, la que me tomó de las manos y me habló que de la ignorancia siempre queda la certeza de aprender algo nuevo. Eso me ocurre por no saber si Unasur tiene ejércitos.
Y sí, eso me pasa por creer en las palabras de un ser como Samper, aquel que habló de las espaldas de los elefantes, es capaz de venderle a Santos lo de los soldados de Unasur. Pilas pues.
… y hablando de…
Y hablando de cosas importantes, no merece pasarse por alto la paz que nos ofrece un presidente que solo recibe muchísimos aplausos desde Madrid hasta Seúl, que recibirá como Obama el nobel dotado de varias coronas, cuando la cosa es mucho más compleja de lo que parece.
Y tampoco pasemos por banderillas toda esa cosa de la Yidispolítica, vil mentira castrochavista, decían por tuit. Con una Corte Suprema que sorprende ahora, se le van cerrando y cercando los humos triunfalistas a aquellos que dijeron haber refundado la patria.
