A propósito del paro magisterial

A propósito del paro magisterial

Por: Diego Alejandro Cardona Vásquez
abril 28, 2015
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A propósito del paro magisterial

Las últimas semanas en el país han sido las más álgidas en el presente año, venimos de un paro camionero que dejó un estela de tensa calma entre el gobierno y el sector obrero, pasamos a una masacre a manos del terrorismo y ahora el sector educativo se debate en una más de sus constantes lidias con el estado y su respectivo ministerio. Lastimosamente no podemos decir que sea una cuestión únicamente de la ministra Parody y de su superior Santos o echarle toda el agua sucia a la exministra Campo, aunque su parte de responsabilidad en los hechos es innegable. Tampoco podemos ensañarnos, aunque muchos quisiéramos, contra los ocho eternos años de mandato del expresidente Uribe y sus nocivas reformas.

Las dificultades que los maestros hoy denunciamos van mucho más allá de ponerle un nombre propio o un periodo gubernamental al problema, aunque sí depende de quien esté al mando generar propuestas y garantías que dignifiquen la labor docente y más aun que permitan el acceso de todos los niños del país a una educación de calidad. A modo personal, y creo que muchos de ustedes estarán de acuerdo conmigo, pienso que lo que se necesita con urgencia, así como la reforma a la justicia, es una reforma a la educación que no sólo se enfoque en mejorar las condiciones socioeconómicas de los maestros nombrados en el magisterio, sino que también se ocupe de dignificar la labor de aquellos que no pertenecen a este selecto grupo y que son explotados en el sector privado.

Para los colombianos es costumbre escuchar que los docentes son unos revoltosos que sólo saben parar, marchar y vociferar en contra de las políticas educativas; esto gracias a que cada año, como si fuera una fiesta patronal, vemos en las calles una multitud de personas caminando armados de megáfonos y pancartas. Por lo tanto también es costumbre del gobierno, bajo el mando de quién sea, firmar uno o dos decretos que apacigüen el calor de la indignación. Luego todos se marchan “contentos” a sus casas, esperando el nuevo año para desempolvar los megáfonos y repintar las pancartas, pues para qué gastar dinero en unas nuevas si se va a reclamar lo mismo.
Es incomprensible el hecho de que nuestros dirigentes no posean el mínimo de CI para comprender que la educación de calidad es costosa y que sólo se puede solventar con voluntad política. Podemos quedarnos viviendo en las calles, podemos parar todo el año y sacrificar el sueldo, pero si no tenemos los recursos políticos suficientes y necesarios, para generar políticas educativas eficientes y eficaces que reglamenten con seriedad el derecho a la educación, Colombia no podrá salir del caos en el que se encuentra.

Hasta ahora la humanidad no conoce el primer ejemplo exitoso de desarrollo educativo en ningún lugar del mundo que se haya logrado con maestros mal pagos, con hacinamiento en las aulas de clase, con carencia de instituciones y lo más vergonzoso aun con docentes sin vocación y paupérrimamente preparados. Es común que cada que se presenten este tipo de manifestaciones ponga la cara el ministro de hacienda para decir que el dinero no alcanza, que no hay presupuesto o no sé qué cosa. Pero es cierto, educar a nuestros niños no posee mucha importancia, por lo tanto no se presupuesta lo suficiente para ellos, dejando para otros sectores “más importantes” la tajada más grande de la torta.
El panorama es siempre muy oscuro, la moral va por el suelo y nos preguntamos siempre ¿será que esta vez sí habrá una solución permanente? Con la misma moral les puedo decir que no. No la habrá, hasta que nuestros honorables dirigentes comprendan el significado de la frase de batalla presidencial: “Colombia la más educada”. El hecho no es aparecer bien ranqueados en el escalafón de PISA como aspira este año el presidente Santos con el entrenamiento de los pocos estudiantes que presentan la prueba, sino asegurar que todos, absolutamente todos tengan los mismos derechos y condiciones.

Por último no queda más que decirle a todos los docentes del país, no sólo a los nombrados, también a los innombrables que llevan años esperando y preparándose para una mejor oportunidad laboral, a los que pertenecen al sector privado y ¡cómo me voy a olvidar de los docentes en formación! Que no bajemos la guardia, que continuemos con la lucha, que como maestros enamorados de nuestra profesión sigamos creyendo en las utopías, que no perdamos la fe y día a día hagamos de nuestros estudiantes seres autónomos, críticos, quizá así en algunos años logremos elegir con éxito a alguien que verdaderamente se interese por el bienestar y el futuro del país.

*imagen tomada de "pulzo.com"

Diego Alejandro Cardona Vásquez
Lic. en Español y Literatura
Universidad Tecnológica de Pereira

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