Patacón Pisao
Opinión

Patacón Pisao

Gran diferencia entre la crujiente tostada de plátano que se come con la mano y cualquier miseria de alimento que se pone en las manitas de los niños a quienes se vulneran sus derechos

Por:
diciembre 30, 2016
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En el Valle le decimos patacón pisao a un plátano frito aplanado que hace las delicias de la gastronomía local. El patacón se sirve con todo, como una especie de arepa paisa, comodín para el ogao, la carne desmechada, el guacamole o cualquier otro tipo de ricura.

Nadie se queja de que uno coma patacón con la mano. Hasta en las mejores fiestas se pone una bandeja de crujientes tostadas de plátano y uno las va agarrando a su antojo. Cosa muy distinta es que en una escuela miserable de un municipio lejano se obligue a los niños y a las niñas a extender su manita para colocarles encima un pedazo de plátano con cualquier porquería que allá llaman alimento.

Esta comparación entre una exquisitez local y una práctica desvergonzada nacional, como la de robarse los recursos de la alimentación escolar, me sirve para reflexionar sobre cuál es el encanto que encuentran los corruptos en saquear los presupuestos de la educación.

La razón fundamental es que resulta más fácil robarle a un menor que a una persona mayor rica y estudiada. Los niños no se quejan y si lo hacen no les paran bolas, pero si además son pobres, sus padres o familias se conforman con poco; ya es “algo” recibir cualquier miseria de alimento y por eso no dicen nada.

Hay familias con tantas carencias que a veces el único alimento de sus hijos es la merienda escolar. Esos dirán que con tal que coman algo, no importa si es con la mano, en el suelo y mal preparado.

 

En la raíz de todo, está el desconocimiento de sus derechos
y la creencia simple de que solo merecen una obra de “caridad”.
No, el estado no hace beneficencia, cumple un deber

 

En la raíz de todo, está el desconocimiento de sus derechos y la creencia simple de que solo merecen una obra de “caridad”. No, el estado no hace beneficencia, cumple un deber constitucional como es el de garantizar la salud, y equilibrar los desequilibrios sociales. El más grande de todos la falta de alimentación adecuada en la niñez, que tiene repercusiones gravísimas en la salud, el crecimiento y el desarrollo cognitivo.

Entonces los corruptos, que se aprovechan de alma sencilla de esta población carente de todo, saben que esos pequeños continuarán extendiendo sus manitas para recibir lo que les han dicho es un regalo y a los regalos no se los cuestiona.

Para derrotar esta corrupción infame las Instituciones Educativas, como ahora llaman a las escuelas, deberían estar obligadas a informar a padres y madres de familia que la alimentación que reciben sus hijos e hijas es un derecho no una dádiva caritativa; deberían presentar mensualmente las minutas y las condiciones en que se van a repartir estos alimentos y permitir que las familias realicen intervenciones periódicas de evaluación. Sin el control social informado, de la comunidad educativa, la corrupción seguirá rondando impune en las meriendas escolares.

El control de la corrupción solo se acaba cuando la gente toma en sus manos la información, cuando se apropia de sus derechos y ejerce control sobre el cumplimiento. De lo contrario vamos a seguir viendo de tanto en tanto imágenes dolorosas como las del pataconcito en las manos “agradecidas” de unos niños desamparados.

www.margaritalondono.com

http://blogs.elespectador.com/sisifus

Publicada originalmente el 8 de abril de 2016

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