Noches de Barranquijazz, 2016 (I)
Opinión

Noches de Barranquijazz, 2016 (I)

Noticias desde la otra orilla

Por:
septiembre 24, 2016
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Una de las cosas que personalmente más disfruto, luego de escuchar jazz o asistir a un concierto o a un festival de jazz, es escribir mis impresiones sobre la experiencia de estar en contacto con esta gran música. La música de la que dijo el filósofo francés Jean Paul Sartre que para escucharla necesitábamos estar en contacto con la parte más libre de nosotros mismos. Y de la que el compositor ruso Igor Stravinsky diría que era la única gran música que el siglo XX legaría a la posteridad.

En mis papeles en desorden del recuerdo están viejas notas de los festivales a los que he tenido la fortuna de asistir, como el Umbria Jazz Festival, en Perugia (Italia), un par de veces; el Festival Internacional de Jazz de Montreux (Suiza), otra vez; el Festival Jazz Plaza de La Habana (Cuba), en alguna ocasión; y el Festival de Jazz del Teatro Libre de Bogotá, en otra oportunidad. Y por supuesto en casi  todos los conciertos de casi todas las ediciones de los 20 años de festivales del Barranquijazz.

En esta versión que acaba de culminar, además de posibilitarme inquietantes encuentros personales con músicos como Concha Buika, Héctor Martignon, Steve Turre, Josean Jacobo y la investigadora cubana Rosa Marquetti, me deparó noches como las que glosaré enseguida.

Joasean  Jacobo

Joasean Jacobo

El concierto de apertura del festival el día miércoles 14 de septiembre bajo el liderazgo de un joven dominicano de nombre Joasean Jacobo, acompañado de un cuarteto de músicos sobresalientes en el bajo, la percusión criolla y la batería. Jacobo es un pianista formado en Berkeley School of Music y todo su pianismo está en función de articular unas ideas de plena convicción jazzística, pero puestas al servicio de lo que le suena en la cabeza a él y a todos sus músicos para redondear una propuesta experimental que hunde sus raíces en los ritmos de Quisquella pero tienen claro el cielo jazzístico por el que suben con su música.

Para la segunda parte de esa primera noche la programación anunciaba un ensamble con el gran pianista colombiano Héctor Martignon en el piano, Steve Turre en el trombón y caracoles, Greg Diamond en la guitarra, el bajista texano Edward Pérez y un baterista venezolano de apellido Molina.

Diamond ratificó sus condiciones de gran guitarrista de jazz y el diálogo a tres voces con los otros dos líderes del grupo, Martignon y Turre, permitirían que esa noche inaugural tuviera sin duda un especial encanto, con revelaciones musicales de importante magnitud como la del conguero cubano Adel González y la del bajista texano Edward Pérez.

Benny Golson

Benny Golson

La noche del jueves, por su parte, nos ofreció la conmovedora experiencia de escuchar en vivo a una figura legendaria del jazz como es el caso de Benny Golson, con un sonido puro y magistral en el tenor, a pesar de sus casi noventa años, y acompañado por tres importantes músicos norteamericanos, Carl Allen en la batería y el pasmoso contrabajista Buster Williams.

Golson iba desglosando cada uno de los grandes temas históricos de su autoría, o de otros compositores, con comentarios y relatos realizados en el más cuidado inglés, entregando además de su música el tesoro de su memoria personal relacionado con cada uno de los temas, de sus personajes, de la época y las circunstancias, propias, sociales o históricas. Una estrategia para ensenar o para darle tiempo a sus fuerzas para el siguiente desafío. Sin embargo, nos asombró su fortaleza, su dominio y la calidad de su interpretación a pesar de sus años.

La tercera noche fue, en realidad, una de las grandes noches de todo Barranquijazz, La abrió el trompetista italiano Fabrizio Bosso & su Trio Espiritual, con un bellísimo repertorio en el que el mejor lucimiento lo hacía su extraordinaria interpretación de la trompeta con un cálido registro medio que paseaba su instrumento por un amplio repertorio de un claro regusto retro, salpicado de deliciosas piezas de la bossa nova.

Concha Buika

Concha Buika

Y llegaría el turno de la gitana negra Concha Buika en el que muy rápidamente fue poniendo el concierto en unos límites musicales y emotivos muy difíciles de superar. Buika salió envuelta en un vestido blanco de gruesa tela y de varias capas superpuestas que dejaban la totalidad de la espalda desnuda.

El grupo de Buika compuesto de un percusionista de cajón, un tecladista de amplios recursos técnicos y tecnológicos, un bajista y un guitarrista, todos magníficamente sintonizados con el canto de Buika, sirvió para acompañar con lujo de competencia a una cantante que recorrió todos los géneros luciendo arreglos que iban de lo minimal hasta complejas estructuras sonoras que servían para que hiciera todo lo que se le vino en ganas cantando desde las más sensibles desgarraduras de su voz y de su alma, para redondear un show que este modesto columnista no dudaría en declarar como el concierto más importante de esta edición del festival y uno de los más impactantes en su historia de dos décadas sin interrupciones. Ella es un monstruo en la escena.

 

 

 

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