Mohamed Ali, el activista

Mohamed Ali, el activista

Objetor de conciencia contra la guerra de Vietnam y luchador contra la discriminación racial, fue tan certero con sus palabras como con sus puños

Por: Camilo Rueda Navarro
junio 07, 2016
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Mohamed Ali, el activista
Falleció en Phoenix (Estados Unidos), a los 74 años de edad, el boxeador más destacado y reconocido de la historia. Nacido en Kentucky en 1942, fue llamado Cassius Clay, nombre que después cambió al de Mohamed Ali porque consideraba que el otro era “de esclavo”.
Fue campeón olímpico en 1960 y tres veces campeón del mundo de los pesos pesados, por lo que se convirtió en una leyenda del deporte, aunque no solo se le reconoce por su carrera pugilística sino también por su activismo social.
En 1964, cuando ganó su primer título mundial, se convirtió en musulmán, se cambio de nombre e ingresó al movimiento “Nación del Islam”, que lideraba Malcolm X y que proponía la liberación de los guetos negros y el fin de la segregación racial. Ali consideraba que no podía profesar la misma religión de aquellos que habían esclavizado al pueblo afrodescendiente.
En sus primeros años de profesionalismo, venció a los principales boxeadores estadounidenses, incluyendo a Jerry Quarry, considerado “el orgullo de la América blanca”, en una pelea disputada en el Madison Square Garden de Nueva York.
Con sus victorias generó la fascinación de los espectadores, que admiraban su peculiar estilo de pelea. Ali combinaba un rítmico juego de piernas con un golpe demoledor. “Flotar como mariposa y picar como abeja”, era su consigna.
En 1967 fue otro hito en su carrera, cuando se negó a ingresar al Ejército, que en ese momento reclutaba jóvenes estadounidenses para llevarlos a luchar en la Guerra de Vietnam. La justicia lo condenó por insumisión y las autoridades deportivas lo expulsaron del boxeo y lo despojaron de su título.
A pesar de estar en el mejor momento de su carrera, Ali fue irrestricto en su postura de rehusarse a participar en una guerra contra los vietnamitas, “con los que no tengo problemas”, dijo el boxeador. Esto lo convirtió en figura de la objeción de conciencia y del movimiento antibélico. Por el caso ganó una histórica demanda en la Corte Suprema de Justicia. Luego de tres años fuera de los cuadriláteros, pudo regresar al boxeo.
En los años 70 llegó a la cima de su carrera con un combate ante George Foreman celebrado en Zaire, el 30 de octubre de 1974. En el vuelo antes de llegar a Kinshasa preguntó qué era lo que más odiaban en ese país. Le dijeron que a los belgas porque fueron quienes los colonizaron. Al llegar al aeropuerto dijo “Foreman es belga” ante la multitud que lo aclamó.
Con los aficionados de su lado, superó a Foreman en una histórica pelea y recuperó el título mundial, que defendió en cinco ocasiones consecutivas. Sólo lo perdió en 1978 ante Leo Spinks, a quien sin embargo venció en una revancha ese mismo año.
En ese momento optó por el retiro, en momentos en que los numerosos combates en los que participó le generaron graves problemas de salud. Excepcionalmente disputó otras peleas, hasta que colgó definitivamente los guantes en 1981. Luego se le diagnosticó Parkinson, una enfermedad degenerativa del sistema nervioso, que según los médicos fue causada por el boxeo.
A pesar del dinero y la fama que acumuló por dos décadas, siguió defendiendo la igualdad racial y los valores del Islam. En noviembre del 2002 visitó Afganistán como “Mensajero de paz” de las Naciones Unidas, en momentos en que Estados Unidos ocupaba ese país.
A Colombia vino en 1977 para disputar una pelea benéfica por la que no cobró un peso. También se reunió con Fidel Castro y fue muy cercano a Malcolm X, el asesinado activista estadounidense que inspiró a los “Panteras Negras”, movimiento de resistencia en esa nación.
Recibió el Premio Jalil Gibran del Instituto Árabe-Americano por su obra en favor del mundo en desarrollo y la Medalla por la Paz “Otto Hahn”, otorgada en Berlín. También inauguró en Louisville, su ciudad natal, un Centro que lleva su nombre para promover ideales humanitarios y culturales.
El Parkinson le paralizó el rostro y le puso las manos temblorosas. Pese a ello, encendió la llama olímpica en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, e impulsó una ley de reforma del boxeo que recibió su nombre.
A pesar de los estragos que su carrera deportiva causó en su salud, nunca renegó de ella ni se quejó por su situación. “Un hombre que no tiene el coraje de arriesgarse no logra nada en su vida”, dijo.
Con sus fuertes puños y sus polémicas palabras, se ganó la simpatía a lo largo de todo el mundo. Se convirtió en símbolo de las décadas de 1960 y 1970, de la lucha por los derechos civiles y de la oposición a la Guerra de Vietnam. Todo un campeón de los pueblos.
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