Así es mi vida sin un brazo

Así es mi vida sin un brazo

Un joven cuenta cómo perdió su brazo derecho y superó el incidente

Por: Yinis J. Polo
junio 28, 2015
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Así es mi vida sin un brazo
Foto: Instagram @red1882

Las copas de los árboles siempre han sido el hogar de mis animales favoritos. Así sucedió aquella mañana de junio durante mis vacaciones cuando quise alcanzar a aquél que se robaba toda mi atención; el Azulejo Real. Ese día no me conformé con escucharle cantar o verle volar de una rama a otra. Mi ave favorita había construido un nido en la copa más alta del árbol del patio de mi casa en Polonuevo, Atlántico y yo tenía que conocer a sus hijos, por lo que empecé a subir. Cuando estaba cerca del nido pisé una rama en mal estado que no resistió mi peso y la siguiente escena aun hoy, ocho años después, está en mi cabeza.

El piso estaba inundado con la sangre que no paraba de salir de mi brazo derecho tras la cortada que produjo el hueso al romperse. El dolor no me dejaba levantarme y los gritos trajeron a un primo que me llevó hasta la cocina en dónde mi abuela entre lágrimas se culpaba por algo que yo mismo me había buscado. Todo el barrio El Campito tuvo que ver aquella mañana con la sangre de mi brazo. Como los rezos de mi abuela no fueron suficientes, mi hermana me lleva al centro de salud local. Yo sabía que algo iba a pasar, pues a mis 13 años nunca había sentido esos nervios. En efecto, el nivel de la herida era tan grave que en el municipio no había forma de atenderla por lo cual había que llevarme a Barranquilla. Fueron mi papá y mi hermana quienes me llevaron por sus propios medios pues ningún lugar tenía camillas disponibles para recibirme.

Paradójicamente terminé en el Hospital Metropolitano, mismo lugar que horas antes se había negado a atenderme argumentando falta de camillas. Más irónico resulta que el ortopedista que me atendió fue la misma persona que contestó la llamada a las enfermeras del centro de salud de Polonuevo. Me ingresaron por urgencias y ahí estaba mi mamá que con un beso en la frente me dice que todo estará bien. Recuerdo que esa noche tuve mucho miedo pues nunca antes había estado hospitalizado y que la dormida fue muy incómoda porque la camilla donde intenté hacerlo era muy dura y pequeña. Al otro día nos dijeron lo que queríamos escuchar: Tras haber pasado por los rayos X y los masajes más dolorosos que he recibido en la vida para encajar el hueso en su lugar -que me hicieron sentir como en la era arcaica-, un yeso sería suficiente para que todo estuviera “bien” y me podía ir para mi casa.

Lo único que quería en mi casa era descansar pero no pude porque un leve dolor y una picazón me lo impedían. El dolor, que en principio me pareció normal, se fue haciendo cada vez más y más grande, y no se curó con las pastillas que me mandaron en el centro de salud de Polonuevo esa lluviosa noche. Al otro día regresé al Hospital Metropolitano de Barranquilla y ahí enfrenté una de las escenas más duras de la vida: El pediatra me pide que mueva los dedos de la mano y por más que quise hacerlo, no pude. Yo no entendía nada pero pude darme cuenta de la angustia a mi alrededor. Primero lo supieron los médicos que no sabían cómo explicarle a mis padres lo que sucedía pero aquella sería la noticia que cambió mi vida por completo. Se trataba de una gangrena, lo cual significa que el brazo, tras haber perdido el suministro sanguíneo se había podrido. ¿Cómo solucionarlo? Había que pasarme a cuidados intensivos y realizar la amputación del mismo.

Según otros especialistas, si me hubieran hecho una cirugía desde el principio, esto no habría sucedido pues había una herida y por más pequeña que fuera, enyesar no era la opción más adecuada en aquél momento, pero las cosas sucedieron así y ni el monto recibido por la posterior demanda que mi familia le ganó al hospital pudo compensar mi brazo perdido.

Los Amputados Fitness me motivan y quiero ser uno de ellos, por lo que también voy al gimnasio para llevar mi cuerpo a otro nivel. En Colombia no somos muchos los que pertenecemos a esta corriente de la que quiero ser promotor.

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Cuando mi papá me dio la noticia, recuerdo que mi mamá en ese punto estaba tan destrozada que no podía hablar. En medio de mi inocencia le dije “Papi, eso me lo cortan y vuelve a crecer ¿Verdad?”. Si hubiera sabido lo duro que fue para él escuchar eso no se lo hubiera dicho, pues debía hacerme entender la realidad. Al despertar después de tres horas de cirugía tenía la esperanza de que mi brazo derecho estuviera todavía ¡Y hasta lo pude sentir! Pero al agarrarlo lo único con lo que se encontró mi mano izquierda fue con la sábana. Eso pasa cuando los nervios aún siguen mandando señales, y en ese momento supe que muchas cosas en mi vida cambiarían.

Lo que siguió después no fue fácil. Tenía que adaptarme para lograr bañarme, cambiarme, cepillarme y hacer todas las actividades que hacemos a diario. Escribir con la izquierda tampoco fue fácil pero aprendí a hacerlo y fue como volver a crecer porque tuve que aprender a hacer todo otra vez. Sin embargo pude seguir con mi vida, que hoy ya es muy diferente a cuando tenía 13 años. Actualmente tengo 21 años y estoy terminando mi carrera de Comunicación Social en la Universidad Autónoma del Caribe. Tengo proyectos, sueños, metas y una de ellas es publicar mi libro El hombre no es hombre sin dificultades para seguir difundiendo mi historia y mostrarles a ustedes que con esfuerzo y dedicación todo es posible. La vida se hace más interesante cuando este tipo de cosas suceden, porque a través de la adversidad crecemos como personas y nos hacemos más fuertes.

¿Saben algo? Es perfectamente normal que al sufrir una tragedia, accidente o atravesar una crisis personal, pases las etapas de miedo, enojo y tristeza. Pero en algún momento todos tenemos que decir “Sigo aquí” ¿Quiero pasar el resto de mi vida revolcándome en la miseria, o quiero superar lo sucedido y seguir tratando de alcanzar mis sueños? No es fácil hacerlo. Se requiere de mucha determinación y constancia, sin mencionar que también necesitas un propósito, esperanza, fe y creer que tienes talentos y habilidades que debes compartir. Sigue siempre adelante. La discapacidad nunca ha existido para mí, ni existirá por el simple hecho de que no me siento incapaz de realizar cosas aunque no tenga brazo. Cada vez quiero llegar más lejos y demostrarles a todos que sí se puede. Eres TÚ quien tiene el poder en tu vida y el que decide lo que quiere hacer con ella. Yo ya escogí lo que quiero hacer con la mía.

Por @Yinixoo1

(Publicado originalmente en: elhombrenoeshombre.blogspot.com)

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