Memorias del tiempo de Luis Fernando Peláez
Opinión

Memorias del tiempo de Luis Fernando Peláez

Sus obras de un tono blanco nos muestran ausencias y presencias. El mundo blanco de un territorio íntimo con alma propia

Por:
abril 09, 2016
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No se encuentra sino aquello que se busca.
Pierre Francastel

La próxima semana se inaugura en el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano una exposición de dos grandes de la historia del arte colombiano. La semana pasada nos referimos a Hugo Zapata y esta vez al trabajo de Luis Fernando Peláez.

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La condición humana aparece en todas las esquinas de la obra de Luis Fernando Peláez. Cuando a Octavio Paz le preguntaron si trabajaba como maníaco depresivo, él contestó: “Prefiero referirme al entusiasmo y a la melancolía”.

Luis Fernando Peláez, arquitecto, creció en el suroeste antioqueño, comenzó pintando los paisajes de su tierra mientras recordaba los momentos interiores que recorría en su niñez; con la presencia de la cordillera como columna vertebral, el río Cauca, las crónicas de las  campanas de las  iglesias o los ruidos de los trapiches. Pero un día a la acuarela le colocó un pequeño objeto y llegó la idea de su mundo que hoy nos es tan familiar.

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Pero se atrevió a ser artista cuando la sombra de la historia llegó a los umbrales de su casa. Sobre la casa se toma conciencia del adentro y del afuera. El arte es el mecanismo para buscarle una salida a la sombra dolorosa. Empieza a buscar el espejismo del espacio o la penumbra en la luz que se refleja en el agua. Le importa el punto de vista personal donde tiene inmerso el tiempo y el espacio del que mira y desde donde se mira.

Sus obras de un tono blanco nos muestran ausencias y presencias. El mundo blanco de un espectro íntimo, de maletas sin territorio, de lugares con escenografía muda del mundo literario, de lugar sin lugar, de lo lleno y lo vacío. De un territorio íntimo con alma propia.

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Así la sombra se vuelve caja, la caja se vuelve sombra, el árbol geografía y la lluvia viento.

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