Los médicos se hacen daño (II)
Opinión

Los médicos se hacen daño (II)

Intentar ayudar a pesar de nuestra falibilidad, drama de la medicina

Por:
agosto 14, 2015
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

En la columna anterior comentamos la publicación “No hagas daño” (“Do no harm”, Weidenfeld & Nicolson, 2014) del neurocirujano inglés Henry Marsh.  Como el libro narra algunos errores durante la carrera de ese cirujano el título de la columna podría malinterpretarse como el daño que se hacen los médicos al confesarlos. Por el contrario, intentamos subrayar la ansiedad perenne en el profesional de la salud por el terror al error, callada angustia no reconocida ni valorada por la sociedad y los pacientes.

Toda persona que ejerce un oficio se hace daño: el carpintero se martilla un dedo, el sastre se clava un alfiler, el periodista sufre al no ser leído, el artista al no ser comprendido. Ese es el pequeño o gran precio de intentar hacer algo en este mundo. Pero la medicina compromete la vida humana y el costo del dolor y la frustración es mayor. Nunca el arte médico ha sido una carrera de triunfos. Ni en la historia ni en la vida personal de los médicos.

El doctor Marsh recuerda en veinticinco capítulos pacientes en los que a su juicio tuvo problemas serios.  Por ejemplo el tercero titulado Hemangioblastoma es una  historia absorbente que subrayé completamente en el libro pues tiene todos los elementos de un cuento de horror hospitalario: discusión con enfermeras (nuestras indispensables colegas), falta de sangre para la operación, sistemas y computadores incapacitados, escanografías dudosas, invitaciones sociales impajaritables, celular que se cae a un charco, no encontrar estacionamiento en el hospital con regaño del guarda, etc. A quien no le haya pasado alguna de estas cosas algún día en un hospital no ha ejercido medicina. No quiero dañarles el cuento pero el paciente sobrevive bien la cirugía para sacarle el tumor “del tamaño de una falange de pulgar” del cerebelo. Y el neurocirujano conduce de regreso a su casa lleno de “rabia impotente y gratitud”. Así es la medicina: rabia impotente y gratitud.

Se publicó recientemente una buena reseña del libro en la respetada revista The New Yorker En ella se anota con gran sensibilidad que el autor no está primariamente interesado en la posible utilidad (usefulness) del error aunque “los doctores aprenden, como el resto de nosotros, equivocándose” sino en la respuesta personal y emocional al peligro de errar. Pero el médico debe controlar sus emociones al ejercer su oficio y ahí radica gran parte de la dificultad humana de la medicina clínica ante “demandas contradictorias de observación objetiva y compasión” precisa otra crítica.

Hace poco más de cien años vivió un médico paradigmático, William Osler, muy admirado por todos. Fue uno de los cuatro fundadores de la eximia escuela de medicina Johns Hopkins y su pensamiento clínico ha moldeado el de muchos en el último siglo. Uno de sus discursos, Aequanimitas, es lectura obligada en muchas facultades norteamericanas. El término latino es parte del escudo del departamento de medicina interna de Hopkins y se entrega en una corbata o bufanda a los nuevos internos para usarla todos los viernes. El mensaje es que el buen médico debe ser siempre ecuánime, imperturbable.

Pues será herejía pero yo no estoy de acuerdo con eso a pesar que admiro profundamente a Osler y Hopkins.  Un buen médico tiene todo el derecho a sentir miedo, angustia, ansiedad en su oficio y puede hablar de ello.  Aunque los colegas y la sociedad no siempre lo comprendan. El doctor Marsh cuenta que en alguna ocasión dio una conferencia titulada “Mis peores errores” a una audiencia de neurocirujanos como él. Al final la respuesta fue “un silencio abrumador sin ninguna pregunta”.  Los médicos habitualmente simulamos fría ecuanimidad sin dudas ni equivocaciones ante nuestros compañeros, pacientes y la sociedad. Eso puede hacernos daño a todos pues alimenta una peligrosa ilusión de infalibilidad.  En todos.

Por el contrario, el objetivo fundamental de la medicina es servir y ayudar al hombre que sufre enfermedad aun en nuestras equivocaciones o después de ellas. Y a veces con nuestras equivocaciones porque como escribíamos la semana pasada en todo acto médico hay un elemento de azar y suerte. Ojalá los ciudadanos, medios y abogados comprendieran eso: no hay siempre un culpable de todo. Algunas cosas pasan porque pasan y si no hubiéramos hecho nada ocurrirían cosas peores.  Intentar ayudar a pesar de nuestra falibilidad, drama de la medicina.

Entonces el médico no está obligado a ser ecuánime y frío siempre. Pero ¿cómo equilibrar la tormenta emocional disparada por el sufrimiento humano, nuestras dudas y posibles equivocaciones? ¿Por qué tomamos el bisturí, el estetoscopio, el microscopio en nuestras manos? Por empatía, por educada compasión ante nuestro prójimo que sufre y esa misma virtud esencial de la medicina debe orientar nuestras mejores intenciones para evitar daño a nuestros pacientes y a nosotros mismos.

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Apps inútiles para el nuevo año

Apps inútiles para el nuevo año

Dejen en paz al café, no causa cáncer

Dejen en paz al café, no causa cáncer

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--