La voracidad gota a gota
Opinión

La voracidad gota a gota

Por:
junio 16, 2015
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Vicentica hace la mejor fritanga del barrio y sus alrededores… todas las tardes, a las cinco y media había una fila esperándola en la esquina: profesores y estudiantes de los colegios vecinos, taxistas, familias que mandaban a sus niños con el pedido de tortas de carne, papas aborrajadas, maduros, papas guisadas, bofe ahumado, chicharrón, patacones y otras delicias.  Su hijo y ayudante, tiene una enfermedad mental que periódicamente agota las energías y los recursos de Vicentica. Se queda sin el “plante”. En su desespero, alguien le sugiere que preste con un “gota a gota”. Cuando se atrasa con las cuotas de este prestamista, recurre a otro y tal vez a otro más. Desde entonces, el negocio va mermando: A las cinco y media, antes de que lleguen los clientes, hombres en moto, con bolsitos o canguros a la cintura, rondan, se sientan, se comen lo que produce y vuelven periódicamente a cobrar.

Don José, que fue quien le presentó al primer prestamista, ya cerró su negocio y se perdió del barrio, ante la imposibilidad de pagar. También Danilo, mensajero de una empresa, huyó, dejando a su esposa y a sus hijas en el ojo del huracán. Amenazan con violar a las niñas si él no aparece con el préstamo y los intereses duplicados.

Una amiga muy querida, estaba hace unos meses intentando conseguir con urgencia dos millones, para ayudar a doña Mariela a salirse de una deuda con “gota gotas”. Hoy busca conseguir no dos millones, sino cuatro, porque el hijo está en cuidados intensivos a causa de una paliza que le dieron los “cobradores” del prestamista.

En barrios, plazas de mercado y zonas comerciales de todo el país, mil pequeños negocios recurren a los préstamos “gota a gota” o “pagadiario”, modalidad que consiste en que te facilitan un dinero, con la condición de que abonas diariamente un monto, que a la larga acumula un 10 %, 20 % y hasta 30 % de intereses sobre el capital recibido.  No hay documentos firmados ni fiadores, la garantía es el propio negocio, los electrodomésticos que tienes en la casa, el vehículo o la vida tuya y la de tu familia.  Cada prestamista tiene un grupo de hombres jóvenes en motocicletas que hacen varias rutas al día cobrando el dinero. También hacen rutas cobrando con intimidaciones, golpizas, retiro de electrodomésticos y escándalos públicos.

Mi vecina es un ama de casa de estrato 4, con taxis y apartamentos alquilados que le dan renta. No pareciera susceptible de caer en estas redes. Sin embargo, se endeudó con un gota a gota y se atrasó. De manera que una medianoche llegaron a la cuadra  unas diez motos, dando vueltas, gritando su nombre y acelerando bullosamente en nuestra silenciosa calle.  Cuando se retiraron, dejaron empapelados los carros de sus vecinos, con notas de cobro, para añadirle presión social y miedo colectivo a su cobranza.

En una gran obra de construcción donde trabaja mi novio, varios de los contratistas y jefes de obra han empezado a prestar plata propia y a administrar la de prestamistas, añadiendo su propio interés a los ya onerosos préstamos. De manera que no se concentran ya en su trabajo ni velan por la calidad de la  obra, sino en cobrar a los trabajadores y trabajadoras, quienes ya tienen hipotecado el sueldo antes de generarlo. En oficinas de las alcaldías, gobernaciones y otras entidades públicas, entre el magisterio y otros sectores “pudientes”, como los pensionados, circulan los “gota a gota”, multiplicando la pobreza, la dependencia y la angustia entre la población.

Si se pregunta usted también ¿De dónde salió el perverso sistema “gota a gota” o “pagadiario”? Puedo aventurar tres respuestas:

  1. Del sistema bancario, cerrado, elitista, especulador, que se dedicó a generar dinero a partir del dinero. Es un sistema perverso a quien hay que demostrar que se tiene todo, que no se necesita nada, para acceder a un crédito. Este sistema se ha inventado datacrédito y otras bases de datos, que ponen un IN-RI en el nombre de millones de personas que se han atrasado en créditos, dejándolas por fuera de la posibilidad de aspirar a nuevas compras o inversiones.
  2. De los dineros ilegales, que han encontrado un nicho intocado para multiplicar sus capitales, ocupando de paso a cientos de hombres desempleados que sólo saben manejar armas y motos como medio de trabajo.
  3. De todas las sociedades patriarcales, que inventaron el dinero como un poder que alimenta la concentración, la competencia, el ego, el servilismo, la humillación, la desigualdad. Han instalado la noción de escasez y carencia, necesidades creadas, con las que manipulan los miedos y estimulan que la gente caiga redonda en cualquier trampa que le ofrezca la quimera de tener más, pensando que así será más.

Afortunadamente, hay economías que se salen del sistema patriarcal, recordando los saberes ancestrales acerca de la abundancia compartida, la solidaridad, la ofrenda, el dar y recibir, el fluir. Y aunque estas economías hoy son minoritarias y marginales, cada vez hay más trueques, mingas, mano prestada, ayuda mutua… porque también las traemos en el ADN desde la infancia de la humanidad, cuando no vivíamos la vida “gota a gota”, sino a caudales, como debe ser vivida.

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