La verdadera historia de la Virgen de Guadalupe

La verdadera historia de la Virgen de Guadalupe

El fervor de los mexicanos por sus milagros se registran desde 1531 en el cerro de Tepeyac

Por: Farouk Caballero
diciembre 16, 2014
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La verdadera historia de la Virgen de Guadalupe
Foto. Archivo del Autor

Sus milagros han traspasado todas las fronteras. Sus fieles son de todos los estratos, edades, razas y continentes. Si la fama aplica para los símbolos de la iglesia católica, la Virgen de Guadalupe es la más famosa. Cada 12 de diciembre sus peregrinos engalanan México D.F., mientras le rinden homenaje, piden ayuda y dan gracias por favores recibidos.

Su historia se remonta al año de 1531. En el cerro de Tepeyac, hoy norte de la capital mexicana, la Virgen se le apareció al indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin, quien había sido bautizado al cristianismo por los franciscanos. El 9 de diciembre de ese año, él escuchó su nombre en el cantar de los pájaros. Se dirigió al sitio donde provenía la voz y allí se dio la primera aparición. La Virgen le expresó que deseaba la construcción de un templo en ese preciso lugar.

Obediente, Juan Diego fue a comunicarle al obispo Juan de Zumárraga, quien como autoridad católica no le creyó nada al indígena. Por lo que la Virgen se apareció nuevamente y volvió a pedirle a Juan Diego que visitara al obispo. Pero las palabras de la Virgen no fueron suficientes para vencer la incredulidad y la terquedad. Por eso, tuvo que realizar tres milagros. Primero curó al tío de Juan Diego, quien dicho sea de paso, fue canonizado por Juan Pablo II y hoy se le conoce como san Juan Diego. Segundo, hizo brotar unas flores hermosas en pleno invierno y en una zona sin flores de ese tipo. Las flores fueron recogidas por san Juan Diego en su ayate, instrumento para la recolección de cosechas, y cuando se las enseñó al obispo, la imagen de la Virgen de Guadalupe estaba impresa allí haciendo el tercer milagro el 12 de diciembre de 1531, fecha que cada año celebran los fieles.

El enigma del ayate de la Virgen de Guadalupe ha generado muchos debates, interpretaciones y cientos de millones de peregrinos, quienes no están dispuestos a discutir su fe. Éste 2014 se conmemora el aniversario 483 de la aparición de la Virgen de Guadalupe. El periódico mexicano Excelsior anota que se esperan más de 7 millones de visitantes. Durante la semana de adoración, los feligreses que lleguen al cerro de Tepeyac, hoy Basílica de Guadalupe, doblarán la población de Uruguay, y para comprenderlo mejor: es como si casi la totalidad de habitantes de Bogotá estuvieran en peregrinación hacia un solo punto.

La cifra es gigantesca, pero el enigma guadalupano la motiva con creces. De las millones de supuestas apariciones marianas, dentro del magisterio de la iglesia católica sólo tres se denominan como probables: la Virgen de Guadalupe (México 1531), la Virgen de Lourdes (Francia 1858) y la Virgen de Fátima (Portugal 1917). Las tres apariciones tienen en común que se presentan como revelaciones privadas y ante videntes pobres e ignorantes del mensaje que reciben, por lo que deben acudir a autoridades católicas para comprender o cumplir. Pero la Virgen de Guadalupe se diferencia de las otras dos apariciones por un elemento material y contundente: el ayate. Lourdes y Fátima son lugares de adoración, en México el lugar es el Tepeyac, pero la Virgen está en el ayate que reposa en la Basílica y que está hecho de agave, motivo que al unirlo con la cultura popular, garantiza su origen 100% mexicano, pues del agave se hace la bebida más internacional de México: el tequila.

Diariamente la Virgen de Guadalupe recibe en su templo creyentes y no creyentes de los cinco continentes, pero la semana del 12 de diciembre es la más concurrida. Hay peregrinos que duran días enteros caminando desde diferentes puntos de México. Las familias mexicanas que viven en los alrededores les preparan comida, bebidas y se las entregan al pasar. Muchos al ver la Basílica entran en llanto, otros cubren el tramo final del camino de rodillas. Los milagros de la guadalupana no excluyen, por eso es fácil advertir todas las edades, razas y regiones del mundo en la peregrinación.

Desde la noche del 11 de diciembre la fiesta está lista. Al amanecer, como lo dicta la historia de las apariciones, se celebran “Las mañanitas guadalupanas”. Cantos, oraciones y alabanzas en coro se entonan por los feligreses, que pasan la noche en el cerro. El amanecer del 12 se tiñe de multicolor. El verde, el blanco y el rojo son los colores que más resaltan, pues la Patrona de México está de fiesta, inclusive el ayate se engalana con una bandera mexicana enorme y reluciente. Y esa fiesta es internacional, pues ella es también Patrona de América, Madre de las Américas, Misionera Celeste del Nuevo Mundo, entre otros títulos impuestos por más de 22 papas.

La fe católica vive una gran fiesta, pero no aleja las críticas. La tez morena de la guadalupana y su lengua han generado preguntas. El arte después del desembarco de Colón, tomó los rostros indígenas y morenos para decorar las iglesias. Muchos templos de los siglos XVI y XVII en Colombia, por ejemplo, representan a los angelitos con rostros de niños indígenas, sin pelo rubio y ojos azules. La razón: al artista indígena le encargaban pintar un niño y él no conocía niños europeos. Por esto, cabe la posibilidad de que el caso de “la Morenita” sea similar. Entre tanto, las conversaciones de la guadalupana con Juan Diego no pudieron darse en español, porque él no comprendía el idioma. Por eso el nombre de Guadalupe no pudo ser pronunciado, por lo que la iglesia sostiene que la Virgen habló en náhuatl, lengua indígena, y se autodenominó Tequatlasupe: “la que pisa la serpiente”, animal que representa el pecado en la simbología católica. Y como los españoles ignoraban el náhuatl variaron la palabra hasta que desembocó en Guadalupe.

Una costumbre recurrente del catolicismo en América fue la de edificar templos propios sobre lugares de culto indígena. El Tepeyac no es excepción, pues allí existía el santuario de una divinidad de la tierra y la fertilidad llamada tanto Coatlicue, “señora de la falda de serpientes”, como Tonantzin, “nuestra adorable madrecita”, con lo cual se aprecia una relación que, al menos, merece la pena pensarse.

Para el colombiano magíster en historia Gabriel Samacá y futuro Doctor en Historia del Colegio de México, la guadalupana es un “tema-problema en la historia de México porque está ligado a la identidad nacional. En las apariciones se halla una de las claves del nacionalismo mexicano. Allí se trasponen creencias prehispánicas en una de las más importantes figuras de la religión católica”. El académico es enfático y señala la resistencia aborigen dentro de los códigos culturales españoles. Así, comenta que la historia de la Virgen María adquirió significados de cultos indígenas prehispánicos. Finalmente, señala “que el guadalupanismo no solo se resume entre aparicionistas y antiaparicionistas en el seno de los creyentes, sino también por el uso político que se ha hechos de esta creencia y el poder del símbolo de una virgen, gústenos o no, auténticamente americana”

Muchas pruebas se han hecho para corroborar la existencia divina de la Virgen de Guadalupe por parte de científicos, tanto de vocación religiosa como no creyentes. De los diversos estudios merece la pena rescatar 5 aspectos que consideramos fundamentales. 1. En el ayate se observa la ubicación de las estrellas en el cielo exactamente del mismo modo en el que estaba el firmamento ese 12 de diciembre de 1531. 2. En los ojos de la Virgen de Guadalupe quedó grabada la imagen de lo que ella, se supone, estaba viendo: la figura de san Juan Diego. 3. En el mundo, Junto con la Sábana Santa de Turín, son las dos únicas imágenes “aquerotipas”, que significa: no hechas por mano humana. 4. El experto español en pinturas Francisco Camps Rivera señaló, al estudiar la imagen en 1954 y 1963, que: “no pude encontrar huellas de pincel, ni que la tela fuera preparada para pintar”. 5. Fotos en infrarrojo señalaron que no existe explicación para los pigmentos y la tonalidad brillante del ayate si se tiene en cuenta que lleva expuesto casi 5 siglos.

Por si fuera poco, la guadalupana sufrió un atentado el 14 de noviembre de 1921. Luciano López dinamitó el altar. Quebró todos los floreros, los cristales, los vidrios e inclusive las escaleras de mármol, pero el cristal de la Virgen no sufrió ningún rasguño. Por eso su mensaje universal y la devoción que provoca sigue intacta. En su día millones leerán, al ver la entrada principal de su templo, la pregunta que tranquiliza a los católicos: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”.

 

@faroukcaballero

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