Bono, el farsante que traicionó al África

Bono, el farsante que traicionó al África

De ser una consagrada estrella de rock aliado a causas humanitarias, el líder de U2, es ahora un fanático religioso promotor de Monsanto la empresa que odian los ambientalistas.

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febrero 02, 2015
Bono, el farsante que traicionó al África

El cantante irlandés mostró su rostro humanitario en 1985, cuando a través de la campaña de Live Aid, arrancó la gran cruzada contra el hambre en África. Hasta esa fecha su banda U2 era un grupo preocupado por ocupar un lugar en el olimpo del rock. Los tres discos que habían publicado, Boy, War y The unforgettable fire indicaban que estaban en el camino correcto. Pero Bono, en su presentación en el estadio de Wembley en Londres, descubrió el rol como líder que podía ocupar en su condición de rock star.

Alabado en Estados Unidos, tildado por The New York Times como “El gurú de las buenas causas”  postulado tres veces al Premio Nobel de Paz, Paul Hewson, nombre real del cantante,  ya no es tomado en serio en Europa. Revistas satíricas como Viz lo han calificado, a raíz de su rimbomante y hueco discurso, como un “Pequeño estúpido de gran corazón”, mientras The guardian denunció hace poco que la razón por la cual en Irlanda no se habla públicamente mal de Bono, es por el control que él tiene de los medios en su país natal.

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Se acababa 1985 y el sencillo Pride reventaba los listados de la música. Bono y su esposa, la activista Alison Hewson, decidieron viajar a Etiopía, a ver con sus propios ojos el genocidio que dejaba atrás la dictadura de Haile Selassie,  Dios de los rastafaries, y por supuesto la política colonialista que los imperios habían impuesto sobre África. Niños de cabeza grande y vientre hinchado, cuyos rostros estaban recubiertos por una máscara de moscas, sobresaltaron el corazón del rockstar. Una semana estuvieron allí, con el fragor de los 25 años, durmiendo en cambuches y constatando que a pesar del hambre los etíopes todavía conservaban las maneras aristocráticas que alguna vez tuvo Abisinia.

El matrimonio Hewson regresó a Europa y en unas cuantas semanas el horror que vio ya se había evaporado de su memoria, según el mismo confesó en una entrevista.  La década del ochenta se cerró espectacularmente para U2. Una serie de discos que empezó en 1987 con Joshua Tree y siguió en los noventa con Acthung baby, Zooropa y Pop, posicionaron al grupo irlandés en un pedestal que sólo compartían con los infatigables Rolling  Stones. En ese lapsus su cantante  no sólo volvió a escuchar el horrendo llanto de un niño implorando por una cucharada de sopa, sino que recordó la notoriedad y el prestigio que  otorga la filantropía.

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En 1990 creó la fundación Jubileo 2000 que tenía como objetivo principal hacer que las grandes potencias perdonaran la deuda externa de África, que ascendía a 250 millones de dólares mensuales. En medio de giras hiper-exitosas, el muchacho de las gafas negras aparecía sonriente en las cumbres del G-8  con un discurso seudo-contestatario en donde se oponía a las pruebas atómicas que realizaba el gobierno de Jaques Chirac, al apartheid, a la inequidad mundial, la homofobia y la guerra en Yugoslavia. Mientras realizaba estas campañas convencía a su grupo para hacerle trampa al fisco irlandés abriendo cuentas en Holanda en donde no tenían que pagar impuestos y falsificando las cifras de las giras de Zoo TV y Pop, en donde, al menos en el papel, U2 había perdido una millonada.

Pero simultáneamente a los recovecos para evadir impuestos, su  carrera filantrópica seguía en ascenso. No dudó en hacer alianzas con personalidades tan poco populares en el mundo del rock por su posición armamentista frente a la invasión  de Irak como George W. Bush y Tony Blair.  De estos movimientos erráticos fue resultando, con el comienzo del siglo XXI,  el Bono de hoy: incomprensible. Su discurso contestatario ha sido abruptamente reemplazado por sermones religiosos en pulpitos en iglesias norteamericanos en donde hace un  llamado a la resignación, al perdón y sobre todo, a la búsqueda de Jesús.

Los viejos fans han dejado de creer en U2. Asistir a un concierto de ellos hoy en día llevado por la nostalgia de escuchar  clásicos como One, Lemon o Silver and gold, sería esperar demasiado. Ahora hay que prepararse para las homilías de Bono frente a cincuenta mil feligreses y el público lo resiente.   

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Bono ya ha dejado de ser una estrella de rock para transformarse en un juguete de los cristianos más recalcitrantes. En el 2010 Kim Washburn, autor galardonado por la Asociación Evangélica de Prensa, escribió La historia de Bono, biografía con la que el cantante estuvo más que complacido. El libro empieza con esta frase memorable “Para algunos parece extraño que una estrella de rock pueda amar a Dios, creer en la Biblia y cantar oraciones a auditorios de miles. Pero por causa del increíble amor a Cristo, eso es justamente lo que Bono es”. En nombre de Cristo, Bono ha hecho campañas publicitarias para Louis Vouitton y Apple, dos de las compañías que han ayudado a devastar al continente africano, a  exhibir orgulloso sus amistades con los multimillonarios Bill Gates y Steve Jobs, a defender públicamente, en plena guerra de Irak, a Condoleezza Rice y a posar ante las cámaras con el ultraconservador senador republicano Jesse Helms. Ahora se apresta a unirse con Monsanto para apoyar la campaña de una semilla transgénica que desmantelará los nutrientes del suelo africano. Bono se ha defendido y ha dicho que “Es loable la labor de Estados Unidos por salvar un continente moribundo como es África”.

Así es Bono, máximo estandarte del filantrocapitalismo, que en palabras de Harry Bowne, autor de un demoledor  libro contra él, es “Un modelo de ayuda  basado en la aceptación incondicional de las políticas neoliberales que, precisamente, son la causa de que dicha ayuda sea necesaria”. Bono es sólo el último eslabón de un régimen que saquea, aniquila y arrasa, para luego entrar a reparar una pequeña parte de lo que ha sido dañado.

Ahora, cada vez que se despierta en su mansión de las colinas, ya no se levanta con una melodía en la cabeza. La música ha pasado a un segundo plano. Ahora sólo debe arrodillarse hasta sangrar y rogarle a Jesús que acabe el hambre en el mundo, no sin antes engrosar, aún más, su abultada fortuna.

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