La radical misión de Ibrahim Alí Mustafá en Maicao, La Guajira

La radical misión de Ibrahim Alí Mustafá en Maicao, La Guajira

Alá le hizo una revelación en un sueño en la noche del sábado 14 de noviembre, 24 horas después de los atentados de París

Por: Óscar Saúl Argüelles Díaz
noviembre 30, 2015
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La radical misión de Ibrahim Alí Mustafá en Maicao, La Guajira

Había llegado el día, nada ni nadie lo haría cambiar de decisión, después de diez oraciones y una larga jornada de leer el Corán, al fin se pondría manos a la obra. Dispuso utilizar una caja de cartón mediana, le metió papel periódico, grama y hojas secas, la amarró con una cuerda y procuró proteger lo que había metido en su interior. Meditó un rato en la puerta de su casa…; suspiró profundo y salió con paso firme…

La temperatura alcanzaba los 40 grados centígrados al mediodía, era viernes 20 de noviembre del año 2015, por un megáfono salía una voz pregrabada que repetía: "Allahu akbar, allahu akbar, allahu akbar", que significa "Alá es grande". (La frase hace parte del llamado a la oración, en el día sagrado para los musulmanes), Ibrahim caminaba con la caja en sus manos por el centro de Maicao, en dirección a la mezquita de Omar Ibn Al-Jattab, su rostro  delataba que algo le ocurría, se le veía descompuesto, sus pobladas cejas estaban más encontradas que nunca, ese comportamiento pronto llamó la atención de la gente por donde pasaba, comenzaron a murmurar:

-¡Eche…! ¿Qué le pasa a ese “turco” come cebolla?-

-¡Ve primo, ese man está hoy como loco!; ¡va con la cabeza enterrá como la hicotea y no saluda a nadie!-

-¡Pa´ jode´ al “turco” ese!, ¡hace cuatro años cuando se vino de Maracaibo para acá, pelaba el diente a “Raimundo y todomundo”!; ¡ya como tiene plata no cree en nadie!”-

-¡Cuida’o con una vaina nojoda…! ¡El “turco” lo veo peligroso…! ¡Miren lo que pasó hace poquito en París!; ¡"Ojo al cristo, que es de palo..."¡-

Por los rumores se fue generando una atmósfera de zozobra, muchos comenzaban a especular sobre lo que llevaba Ibrahim en la caja, hasta llegar al punto que todos se pusieron de acuerdo en decir que el “turco” llevaba una bomba en la caja de cartón. El alboroto fue grande; el centro de Maicao se paralizó…; todos los comerciantes, mototaxistas, vendedores ambulantes y algunos wayuu, lo seguían con la vista, al mejor estilo del Lejano Oeste, desde las ventanas, en los almacenes, sobre las aceras y en las tiendas. Todos mirando al forajido.

Él seguía su camino sin prestar atención a las habladurías, subió las escaleras en la entrada principal a la mezquita y antes de pasar al recinto principal se quitó los zapatos y se purificó para la oración; empezó por lavarse las manos, después hizo un buche de agua en la boca, se limpió la nariz, se restregó la cara, los brazos, se mojó el pelo, las orejas y terminó con los pies. Una vez limpio caminó las escaleras de la torre y llegó a la media luna de cobre, decidido a cumplir la misión con la caja en sus manos.

En las afueras de la mezquita se formaba un tumulto, desde abajo muchos observaban al “turco”, arriba en lo último de la torre, alguien llamó a la policía y al poco tiempo esta llegó a rodear la edificación, también se presentó un escuadrón Antiexplosivos del Gaula, acordonaron el área y se ubicaron estratégicamente. Desde la azotea del Hotel Maicao le apuntaban con fusiles de mira telescópica láser, los puntos rojos se veían por las paredes de la mezquita intentando ubicar a Ibrahim.

Una anciana Wayuu, nonagenaria y con visibles rasgos de demencia senil, gritaba a los cuatro vientos:

-¡Yo sabía que este Maicaocalifato, no iba por un buen camino!; ¡hay que volver al maíz!-

Muchos decían que tenían sospechas, que algo se traía entre manos el “turco”, porque lo habían notado muy pensativo y preocupado, tampoco lo habían visto por sus almacenes hace varios días, incluso algunos dijeron que lo escucharon cuadrando asuntos raros por teléfono celular. Un viaje a Venezuela que había hecho hace poco, era una prueba contundente de que el “turco” iba hacer explotar la mezquita.

La policía y el escuadrón Gaula seguían con los operativos, entraron juntos a la mezquita, patearon las puertas buscando terroristas, no encontraron ninguno. Prosiguiendo los protocolos de seguridad subieron las escaleras de la torre para llegar a la media luna de cobre donde estaba Ibrahim con su sospechosa caja en las manos, cuando lo vieron de inmediato le gritaron:

-¡Quieto lo tenemos rodeado!; ¡coloque esa caja en el suelo, suba las manos y no se mueva, porque si te movéis te mamas tu pepazo!-

Estaba sorprendido pero su misión tenía que continuar, así que les contestó:

-¡Esto que vo´ hacer en mi país no es delita, además es una misión de Alá…!-

Muy rápido soltó el nudo de la cuerda y abrió la caja…, los policías se agacharon y se taparon los oídos…; no explotó nada; lo único que ocurrió fue que del interior de la caja salieron volando ocho palomas blancas. Exhalaron una profunda bocanada de aire contenido, aliviados y con vergüenza se levantaron del suelo para requisar al “turco”; no le encontraron nada, lo único que tenía era esa caja de cartón, llena de papel periódico, grama, hojas secas y abundante mierda de palomas.

A Ibrahim le tocó explicar todo; contó; que la misión era liberar esas palomas un día sagrado, que lo  pensó mucho porque se las había dado su padre en su lecho de muerte, él le dijo que cuidara de esas aves como si fueran la descendencia del profeta Mahoma, a su padre las palomas se las regaló un paisano sirio de la ciudad de Damasco. Ibrahim habló de una revelación que le hizo Alá en un sueño en la noche del sábado 14 de noviembre, 24 horas después de los atentados en París, así que no tuvo más remedio que romper con la promesa a su padre y cumplir con la radical misión de Alá.

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