La poeta asesinada por las FARC

La poeta asesinada por las FARC

María Mercedes Carranza murió por la tristeza que le ocasionó el secuestro de su hermano a manos de las FARC

Por: Eva Durán
octubre 23, 2014
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La poeta asesinada por las FARC
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María Mercedes Carranza tuvo una vida de novela, hija de ese gran poeta y diplomático que fue Eduardo Carranza, gran poeta ella misma, fue una de las más importantes personajes de la cultura y la política colombiana en el siglo XX. Periodista, crítica literaria, directora de la Casa de Poesía Silva de 1986 hasta su muerte, desde niña fue testigo de excepción y protagonista de primer orden, de la vida cultural y política del país.

Directora a los veinte años de la Revista literaria Vanguardia de El Siglo, de la Revista Extravagario y jefe de Redacción del periódico Nueva Frontera fundado por el expresidente Lleras Restrepo, fue elegida en 1991 miembro de la Asamblea Nacional Constituyente por el M 19; estuvo casada con Fernando Garavito (quién posteriormente, fue perseguido político y exiliado del gobierno de Uribe), y fue madre de Melibea, se suicidó la madrugada del 11 de julio de 2003, con una sobredosis de tranquilizantes.

Pero esto no fue un simple suicidio, fue un asesinato, a María Mercedes la mataron las Farc, la mató el inmenso dolor que le causó el secuestro de su hermano Ramiro por parte de este grupo terrorista. Ahora que estamos ad portas del histórico acuerdo de paz que se firmará en el gobierno de Juan Manuel Santos, es justo que se recuerde a esta familia víctima de las Farc, sobre la que nunca ha habido, y por lo visto no habrá justicia, verdad ni reparación.

A Ramiro lo secuestraron por error, porque pensaban que era familiar de Víctor Carranza, el zar de las esmeraldas, cuatro años duró la tortura para su familia, una familia de nobles artistas que sirvió al país desde la academia, el periodismo y la política y que en pago a tan grandes esfuerzos recibió tan solo traición, sangre y dolor.

Lo suyo no fue un secuestro político, Ramiro era un hombre solitario y sencillo que vivía frugalmente de lo que le daba su sueldo como funcionario público, sin embargo, se lo llevó un comando de guerrilleros de su finca en Quetame, cerca de Bogotá, el 21 de septiembre de 2005. Lo hicieron por dinero, por codicia, por mezquindad. María Mercedes adoraba a su hermano y entregó todo lo que pudo al grupo terrorista para salvarlo, dió todo lo que tenía, pero supo y entendió pronto que su hermano no tendría salvación, y no pudo soportarlo.

Juan Carranza, el único hermano sobreviviente a la tragedia, reveló a los medios de comunicación que "A los tres meses de su secuestro, Ramiro llamó telefónicamente, muy angustiado (...) llegó a decir que estaba desesperado. Él tenía unos pequeños ahorros y entonces autorizó que los llevara la compañera de él". Agregó que ella llevó el dinero a un lugar convenido en Cumaral, municipio del departamento del Meta, este del país, y "después Ramiro desapareció".

Solo hasta el 2005 la familia no supo con certeza que Ramiro había sido asesinado y pasó a suplicar que les entregaran el cadáver, cosa que nunca ocurrió. Lo secuestraron porque sí, lo mataron porque sí, el gobierno no movió un dedo por él, ni el de Pastrana ni mucho menos el de Uribe. Una guerrilla psicópata y sin norte, un gobierno guerrerista que los quiso acabar a sangre y fuego, no tienen oído ni corazón para escuchar a una familia desesperada que suplica de rodillas por la vida de un hermano indefenso que no debía nada a nadie.

El guerrillero que fue carcelero de Ramiro dijo después, ya enfermo el mismo de muerte y sin asomo alguno de arrepentimiento, que Ramiro lloraba todas las noches, que enfermó de neumonía, que no tuvo posibilidad de tratamiento médico. Sobre la circunstancia precisa de su muerte solo responde: “Se murió y punto”

El suicidio de una gran poeta víctima de las Farc no debe ser olvidado, ni siquiera por este país sin memoria, el suicidio de una poeta como María Mercedes es tan grave como la toma del palacio de Justicia por el M 19 o el estallido de una conflagración. No le bastó ser la gran papisa de la poesía nacional, no le bastó su trabajo y el amor de los que le rodeaban, nada le compensaba el horror de saber que su hermano del alma estaba siendo torturado.

Su poder político, su enorme influencia mediática, el amor de su hija Melibea y de sus amigos no fueron suficientes, ni para salvarlo a él, ni para para atarla a ella a la vida.

No habrá justicia, ni verdad, ni pedido de perdón, ni reparación de ninguna manera en ese acuerdo de paz, para esa mujer extraordinaria que tanto trabajó por este país, y que bien definió la patria como “una casa donde los vivos duermen con los muertos, imitan sus costumbres, repiten sus gestos”.
Porque los poetas ejercen la labor de oráculos de la historia, más que nunca es verdad, como dijo María Mercedes que “Todo es ruina en esta casa, están en ruina el abrazo y la música, el destino, cada mañana, la risa; las lágrimas, el silencio, los sueños. Las ventanas muestran paisajes destruidos, carne y ceniza se confunden en las caras, en las bocas las palabras se revuelven con miedo. En esta casa todos estamos enterrados vivos”.

 

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