La pasión que destruyó la carrera de la oncóloga colombiana Ana María González

La pasión que destruyó la carrera de la oncóloga colombiana Ana María González

Después de que su examante, otro colega médico, la acusara de envenenamiento, un tribunal de Houston la condenó a 10 años de prisión. Este es su drama

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enero 01, 2015
La pasión que destruyó la carrera de la oncóloga colombiana Ana María González

Desde que estaba en el colegio fue la mejor. No existe una sola persona en Popayán que la haya conocido y que diga lo contrario. No despuntaba solamente por su disciplina a raja tabla y su profunda inteligencia sino por su humanidad, una característica cada vez más en desuso entre los médicos. Cuando cursaba cuarto semestre en la Universidad del Cauca defendió con ahínco a unas niñas que habían sido abusadas sexualmente asumiendo sus gastos médicos e incluso yendo a buscar al propio violador, encontrándolo ella misma y entregándolo a la justicia.

Perteneciente a una de las familias más tradicionales de Popayán, descendiente directa de Tomás Cipriano de Mosquera, nieta del descubridor del Valle del Patía, sobrina de ministros y gobernadores, Ana María González abrió las puertas del mundo de la medicina a punto de tesón. Con el cartón de medicina en la Universidad del Cauca hizo el internado en el prestigioso hospital Mont Sinai para continuar becada su especialización en oncología en Nueva Orleans y de allí otra beca la traslada a la Escuela de Medicina de la Universidad de Houston en donde viviría los próximos 15 años.

Con un grado de PHD en 2003, especializada en cáncer de seno se vincula al equipo de investigación y docencia en el MD Cáncer Anderson en Houston, el centro de lucha contra el cáncer más importante del mundo. El foco de su trabajo está en los canceres más agresivos inmunes a la quimioterapia como es el triple negativo, pero también en atenuar los efectos secundarios de las quimioterapias en los pacientes. Ha publicado más de 150 artículos en revistas científicas y dirigía un trabajo de investigación con 2000 mujeres norteamericanas, financiando por tres fondos independientes cuyo resultado tendría un claro efecto en las pretensiones comerciales de la industria farmacéutica productora de los medicamentos que se aplican en las quimioterapias a las mujeres que padecen la enfermedad.

Foto iz. AP

Fotos: AP

La gran mayoría de los pacientes colombianos que ella atendió en Houston coinciden en describir a la doctora González como una salvadora. En sus viajes a Colombia atendía mujeres humildes a quienes les costeaba los remedios para los tratamientos y les daba su número de celular para que la consultaran cuando la necesitaran.

Todo en su vida parecía brillar hasta que conoció a su colega George Blumenschein, quien también trabaja en el MD Anderson. El médico, especialista en cáncer de cuello, tenía una pareja desde hacía más de una década cuando apareció Ana María en su vida. El tormentoso triángulo amoroso empezó a convertirse en una implacable tormenta. Según declaraciones de Blumenschein, González cada vez se iba poniendo más agresiva y paranoica. Lo amenazó varias veces con vengarse “a lo colombiano” si él no renunciaba a su novia norteamericana.

En medio de la tensión Ana María llamó a George para que hablaran tranquilamente y dieran por terminada la relación. Fue el 27 de enero del 2013 cuando, sentado en un sofá, el médico de cincuenta años recibió de manos de su amante una taza de “Café colombiano”, como insistentemente repetía la fiscalía en el juicio. En el momento de denunciarla por homicidio Blumenschein recordaría el café como extremadamente dulce. El hecho es que éste terminaría horas después en las urgencias del hospital donde logró salvar su vida gracias a una diálisis pero terminó perdiendo el 60% de su función renal.

Se le imputaron los cargos seis meses después de la demanda y el pasado 15 de septiembre, 17 meses después del presunto envenenamiento, empezó el juicio. La fiscalía se refirió a la oncóloga como una mujer manipuladora y diabólica a quien comparaban todo el tiempo con el personaje de Glenn Close en Atracción fatal y a quien veían su nacionalidad como una prueba irrefutable de su culpabilidad. Una imagen que no corresponde a la revelada por los testimonios de quienes la han conocido. Desestimaron las versiones de la acusada. Tampoco tuvieron en cuenta los testimonios de los pacientes de la doctora que daban cuenta, algunos con lágrimas en los ojos, de la excelsa y comprobada calidad humana de Ana María y una vida de trabajo por los demás con su invaluable aporte al combate de millones de mujeres contra el cáncer de seno.

En un juicio que duró apenas dos semanas, sin hacer las respectivas pruebas de ADN a la taza de café en donde venía el químico y sin poder atar tantos cabos sueltos, Ana María González acaba de ser condenada a 10 años de prisión. El jurado puede aún hacer consideraciones sobre el tiempo en la cárcel y la extra muralidad, sin embargo todo indica que tendrá que permanecer al menos cinco años en prisión antes de pedir libertad condicional. Lo más grave, según dijo su abogado, es que perderá su licencia como médica y así la posibilida de seguir desarrollando su trabajo de investigación en el cáncer de mama, en los Estados Unidos. Lo único cierto es que el golpe es una tragedia para la doctora González y su familia, como lo contó su padre Alfredo González en esta entrevista concedida a Univisión en la víspera de la condena.

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