¿Qué pasó la última vez que Guns N' Roses estuvo en Bogotá?

¿Qué pasó la última vez que Guns N' Roses estuvo en Bogotá?

Guns N' Roses, se presentó en El Campín hace 30 años. Su paso despertó historias de satanismo, drogas y vandalismo

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octubre 11, 2022
¿Qué pasó la última vez que Guns N' Roses estuvo en Bogotá?

En octubre de 1992 el productor Armin Torres se metió en la celebración del matrimonio de Slash en California y le entregó a Phil Rodriguez, el brasilero que manejaba Guns N’ Roses, un cheque posfechado de 500 mil dólares. El sueño de tener a la mejor banda de rock del planeta en Bogotá se hacía realidad.

Mientras los jóvenes melenudos celebraban a rabiar la posibilidad de escuchar en vivo Welcome to the jungle, el resto del país se preocupaba por la invasión rockero.  Una semana antes del concierto el diario El Espacio tituló, en letras rojas, ¡Se vienen los satánicos!. En rocambolescos artículos explicaban que si se ponía al revés el disco de Use your illusion se podían escuchar mensajes cifrados que inducían al suicidio. Las señoras hacían grupos de oración en los alrededores del estadio tratando de ahuyentar los íncubos que despertaría Slash al tocar el riff de Sweet child o’ mine.

 | Vea también Preparado para los trancones: Estos serán los cierres viales por el concierto de Guns N' Roses

Los organizadores, Fernando Pava, Julio Correal y Armín Torres, quienes se habían rebuscado los 1.500 millones de pesos que cobraba la banda por sus dos conciertos, empezaron a ver que las oraciones de las señoras enemigas del rock estaban dando frutos. La intentona golpista del teniente coronel Hugo Chávez Frías, en noviembre de 1992, hizo que el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, mandara a cerrar los aeropuertos: todo el sonido del grupo quedaba atorado en uno de los hangares de Maiquetía, el aeropuerto de Caracas. El primer concierto, el que estaba pactado para el viernes 27 de noviembre, quedaba cancelado. La única opción que tenían los atribulados organizadores era correr la fecha para la noche del domingo 29 y hacer un único concierto: miles de personas que habían viajado desde otras partes del país, pidieron la devolución de la plata. Algunos, a regañadientes, soportaron estoicamente el aplazamiento.

El domingo fue el día soñado y los 75 minutos que duró el concierto fueron maravillosos. El público, cansado de ver bandas cansadas como Air Supply o Reo Speedwagon veían por fin a un grupo en la plenitud de sus condiciones. Las carreras de Axl por el escenario, los solos de Slash, los cigarrillos consumiéndose en la boca de Duff McKagan y November Rain cantada mientras diluviaba esa noche de domingo, hicieron olvidar a las 45 mil personas que colmaron el Campín, en Bogotá el retraso de dos horas con las que salió a tocar Guns N' Roses por una nueva pataleta de su líder. La lluvia hizo que el techo del escenario se desplomara. Cuando Slash vio que el agua inundaba sus botas corriendo peligro de electrocutarse con alguno de los cables que estaban regados en la tarima. “Vamonos de este país de mierda” le dijo Axl a su guitarrista. El concierto había sido suspendido justo cuando estaba en la mitad.

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Afuera la policía provocaba a las miles de personas que se quedaron por fuera con la boleta en la mano. El resultado fue que los muchachos respondieran a las agresiones tirando piedra, rompiendo los vidrios de algunas casas en Galerías o Nicolás de Federman. Al otro día los medios aprovecharon para satanizar aún más al rock. Un reportero del noticiero 24 horas dijo que “lamentablemente la esquizofrenia invadió a los que estaban afuera”. En la misma nota entrevistó a una señora que, mostrando una ventana de su casa rota, dijo ante las cámaras que “Ahí no más se ve lo diabólicos que son esos rockeros. Menos mal que la mano de Dios nos salvó”.  El comandante de la policía, Guillermo Leon Diettes, reportó que “la turba enloquecida por el alcohol y la droga” había herido a 2 oficiales y 2 suboficiales de la institución.

Mientras los organizadores hacían cuentas de las pérdidas que habían tenido en su quijotada y noticieros como QAP, dirigido entonces por María Isabel Rueda, enfatizaba los “destrozos” que habían hecho los rockeros en Bogotá, el concierto de Guns N’ Roses pasaba a la historia, para los pocos que lo vieron, como uno de los mejores espectáculos que se han realizado en Colombia.

247años después, más gordos y viejos, los gunners amenazan con venir y armar de nuevo una Civil war.

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