La educación especial: una profesión ninguneada y condenada al ostracismo

La educación especial: una profesión ninguneada y condenada al ostracismo

'El Estado da muy pocas garantías de estabilidad laboral en esta área'

Por: Carlos Olarte
julio 28, 2016
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La educación especial: una profesión ninguneada y condenada al ostracismo

El modelo educativo que se ha venido imponiendo desde la aprobación de la ley 115 de 1994, ya ha dado muestras de agotamiento y los más afectados son los educadores especiales.

Se preguntarán los lectores ¿Quién carajos es un educador especial?

Pues es una persona que se dedica a enseñar como todo docente común y corriente una especialidad, pero esta vez enfocada a la población con discapacidad. En el caso de las personas ciegas, estos docentes egresados en su mayoría de la universidad Pedagógica Nacional enseñan a niños, jóvenes y adultos a que aprendan el uso del braille, ábaco, manejo del bastón, ABC (Amarrado de zapato) y a utilizar las manualidades para potenciar la creatividad para su pleno desarrollo.

La profesión tiene vigencia desde hace muchísimos años, por lo que no podría dar datos concretos de quien fue el pionero y quien legalizó esta especialidad.

La entrada en vigencia de la constitución de 1991, supuso una nueva forma de educar a población ciega y con baja visión, pues de ahora en adelante se expandiría de llevarlos a centros especializados (institutos para ciegos y rehabilitación) a que se incluyeran en colegios regulares como cualquier persona normal. Es en ese momento cuando las universidades públicas, abren la puja para incluir dentro de los programas formativos, la licenciatura en educación especial. Antes de la derogación de la constitución, ningún niño o niña podía acceder a un colegio regular, porque se decía que había institutos especializados para la población ciega y con baja visión, tales como el instituto Juan Antonio Pardo Ospina o el propio INCI. Los argumentos que arguyeron rectores de distintos colegios (ya fuere públicos o privados) era que no tenían herramientas y personal capacitado para incluir a un niño/a la institución, o en su defecto, por ser ciego/a no lo recibían en el plantel educativo.

Viendo la problemática tan compleja y profunda en cuanto a la educación a la población afectada, universidades como la Javeriana, Los Andes, la Nacional y la Pedagógica se dieron a la tarea de hacer un convenio con el MinEducación para estudiar una reforma educativa, en el cual se integrarán a personas con talentos excepcionales a las aulas regulares. La ley 115 alcanzó en un pequeño porcentaje el objetivo propuesto, pero la resistencia a estos cambios por parte de los profesores hizo que se minimizara en buena parte la integración a las aulas de clase comunes. Según me cuentan fuentes de alta fidelidad, la licenciatura a la educación especial se reformaría a comienzos de 1995, con el fin de enfocarla a la integración de personas con ceguera total, visión reducida, sordera parcial o total irreversible y en menor medida, la sordo ceguera.

Para que este modelo de integración no resultara un fracaso, se recurrió a entidades ya relativamente experimentadas como el INCI, el INSOR  o el CRAC en el tema de asesoramiento educativo, por lo que en un periodo de casi 8 años, se abrieron programas formativos tales como apoyos pedagógicos, tal vez uno de los programas integradores más conocidos dentro de la comunidad.

El éxito del programa liderado por el CRAC, despertó el interés de colegios públicos de distintas localidades de Bogotá de incluir a la población infantil con alguna discapacidad (recordemos que solo recibían niños ciegos o sordos) proveniente de estas 3 instituciones para integrarlos en las aulas regulares para que tuvieran un goce pleno educativo, como lo reza el artículo 4 de la constitución. No solo apoyos pedagógicos era referencia obligada, sino la apertura de programas formativos en INCI o INSOR que potenciaron el modelo integrador en los colegios distritales, antes de que con la reforma laboral lo poco que se logró se echara por tierra sin que nadie hiciera algo al respecto.

En primer lugar, esa funesta reforma laboral que entró en vigencia a comienzos del 2003, fue apenas la punta del iceberg para que los educadores especiales entraran en crisis, y ya veremos porqué…

Usualmente, a los profesionales en esta especialidad se les contrataba directamente a término indefinido y digamos que el salario era acorde a su profesión, y no se dependía de los escalafones para ascender a un incremento de salarios para mantenerse en el cargo por largos periodos de tiempo, y si tenemos en cuenta que esa profesión era y es hoy en día el diario vivir de muchos docentes dedicados a esta tarea formativa.

Al entrar en operación la reforma laboral, se cambió los modelos de contratación. Se elimina las horas extras y se contrata por prestación de servicios (el daño más grande que pudo hacer el gobierno al sector trabajador) donde se incentiva en buena parte la explotación laboral, y en el caso de los profesionales en comento, las secretarías de educación y sus su dependencias  comenzarían a reducir gradualmente los salarios de estos trabajadores, al punto de que solamente les pagan el mínimo con la excusa de que por escalafón se clasifican a los docentes y de acuerdo a los escalafones de acenso y descenso se les cancela el salario en acuerdo a cual puesto ocupen.

Antes de todo esto, se creó la red de tiflología. Una red de educadores especiales que trataba de constituir una especie de sindicato para proteger los derechos de estos trabajadores, pero que naufraga en el intento, por la poca aceptación de la Secretaría de educación y el propio ministerio.

A su vez, los tiflólogos que se asignaron para trabajar en los colegios distritales se tropezaron con una serie de problemáticas.

  • La tiflodependencia
  • Resistencia a la integración/inclusión de personal con discapacidad
  • Las pocas políticas de los colegios y universidades tanto públicas como privadas en cuanto a integración/inclusión se refiere
  • Un sistema que está demasiado acartonado
  • Un gobierno que descuidó a los educadores especiales y los trata como relleno laboral
  • La zona de confort de algunos de ellos propició aún más, la ignominia de la profesión

En este orden de cosas, los educadores especiales están hechos a un lado hoy en día. Se quedaron en lo que aprendieron y no se actualizaron. El Estado les da muy pocas garantías de estabilidad laboral, y muchos de ellos terminan siendo docentes de primaria o sucedáneos. Las contrataciones laborales y el escalafón los tienen ahogados. El propio sistema educativo ya hoy en día no da para más, porque la llegada del internet, tecnologías de asistencia y desarrollo de Software móvil requieren de una reestructuración del modelo tal como se conoce hoy en día.

La educación especial como profesión está condenada al ostracismo.

Porque no hay claro qué, cómo y dónde se debe desarrollar este trabajo a futuro para las nuevas generaciones. Y el estado debe realmente ponerse las pilas para no desaparecer del panorama a la tiflología.

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