La cultura de las cintitas
Opinión

La cultura de las cintitas

Recuerde que una cinta de colores en lugar visible expresa solo una elegante intención de apoyo. Algo así como una limosna ideológica

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noviembre 13, 2015
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Lo que sigue es un texto antipático en el más correcto sentido: va en contra de la simpatía de muchas personas quizás hasta puede lastimar los sentimientos de algunos.  Pero como deben ser las cosas en medicina trata de ser empático con los enfermos. Ellos no necesitan un activismo superficial y cosmético. Requieren sí un compromiso efectivo con su sufrimiento (pathos en griego). Y eso no se consigue simplemente con colgarse una cintita en el pecho.

Hay quienes piensan que ese gesto tan popular en nuestros días puede ser contraproducente. Se ha llegado a la saturación con cintas para todas las causas y de todos los colores. Buscando ilustraciones para esta columna encontré la propuesta, quizás sarcástica, de una cinta que significaría: “Apoyo todas las causas”. Evidentemente un mensaje  tan vago las debilita un poco con resultado contraproducente. Antes de coleccionar cintitas en su solapa o blusa recuerde lo que escribía aquella sabia, dura y protofeminista mujer castellana, Santa Teresa de Ávila: “De buenas intenciones está empedrada la escalera que baja al infierno”. Me la enseñaron como frase de aquella primera Doctora de la Iglesia y bien pudo decirlo pues usaba a diestra y siniestra refranes españoles. De todas formas recuerde que una cinta de colores en lugar visible expresa solo una elegante intención de apoyo. Algo así como una limosna ideológica (ya dije que iba a ser un poco antipático).

Podemos preguntarnos ¿qué hay de malo en usar una cinta rosada para aumentar la consciencia social del cáncer de mama? En sí mismo no hay nada malo pero esas campañas de cabildeo para la prevención y tratamiento de algunas enfermedades producen algunos efectos indeseados como señala un artículo reciente de The New York Times. La historia comenzó hace un cuarto de siglo cuando una señora californiana cuya madre, hermana e hija habían sufrido cáncer de mama (evidentemente un caso de mutación de los genes BRCA1 o BRCA2) propuso una cinta color durazno para recordarlas. Ya se habían usado cintas color amarillo en memoria de secuestrados o rojo en memoria de pacientes de sida. Luego algunos fabricantes de productos femeninos como Avon y Estee Lauder impulsaron el uso de la cinta cambiando su color a rosado. Y discutidas fundaciones como la Susan G. Komen (de origen tejano y cercana a los Bush) promovieron la cinta, ya rosada, para apoyar la lucha contra el cáncer de mama. Puede observarse así la comercialización y politización del mensaje. Lo que el New York Times llama la “rosadificación” de la terrible enfermedad. En octubre pasado se cubrió la Casa Blanca en Washington con luz nocturna rosada.

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Además alguna aerolínea pintó la cinta rosada en sus aviones y vistió de rosado las aeromozas que sirvieron limonada rosada a los pasajeros. Equipos de fútbol americano pusieron la cintita en sus musculares jugadores quienes usaron toallas rosadas en el campo de juego. En Estados Unidos se encuentra el bien intencionado adornito en tazas, vasos de plástico, recipientes de comida rápida, bolígrafos, carros de bebé, esposas policíacas y muchos otros artículos. También por supuesto se corren decenas de maratones y caminatas donde todo el mundo viste de rosado o lleva la cinta.

Una mujer con metástasis
de adenocarcinoma mamario
llega a llamar al uso de la cinta rosada “la campaña del vómito”

¿Qué piensan las pacientes con cáncer de mama sobre estas campañas?  Según el diario neoyorkino varias piden más acción y menos “consciencia”. Una mujer con metástasis de adenocarcinoma mamario llega a llamar al uso de la cinta rosada “la campaña del vómito”. Y yo entiendo a cualquier paciente con quimioterapia intensa que sienta arcadas al ver una cinta rosada pues recuerdo que mi mamá, quien murió de cáncer de seno, se mareaba cuando pasaba por el edificio donde la trataron.  Imaginen entonces el efecto de una gran valla publicitaria con una inmensa cinta rosada. Recordar a cada paso la enfermedad a los pacientes, aún con buena intención y “positivismo”, puede ser un poco cruel.

Hay que explicar un poco lo que piden algunas pacientes: más acción y menos consciencia social.  El diagnóstico de cáncer de mama ha aumentado en los últimos años por el tamizaje de la población con mamografías rutinarias. Algunos piensan que se están encontrando cada vez tumores más pequeños o dudosos patológicamente (¿es cáncer o no es cáncer?) llevando a un exceso de cirugías con efectos discutibles o mínimos en la mortalidad global. Al mismo tiempo la investigación para el tratamiento de casos avanzados con metástasis, la "cura" no ha progresado mucho.

Además las optimistas “campañas de prevención”, que borran la distinción o no aclaran la diferencia entre prevención y diagnóstico temprano, tienen un efecto particular en las enfermas: si tengo cáncer de mama puede ser mi culpa pues no me hice suficientes mamografías, fallé en la lucha contra el cáncer de mama.  O no usé la mágica cintita rosada todos los días.

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