La reciente condena en el caso Escalante, a un opinador, forista o como se le quiera apodar, pone en la picota pública algo que llama a los comprometidos en la libertad de expresión y que soslayan los directores de medios empotrados en su creencia de autoridad para publicar o no lo que ellos consideren. Revistas, diarios y medios escritos o virtuales, se han dado a la tarea de entronizarse como los líderes de la "verdad"; cosa cuestionable, pues en un país como el nuestro, la verdad es una simple prostituta.
No podemos desconocer en los envíos de comentarios lo variopinto de sus contenidos y lo innegable de sus diferentes calidades, si de cualificar se trata; empero, la búsqueda de la verdad y su consabido manoseo involucra a dueños de medios, a lectores y a los talladores de letras, con pecunio por el oficio o sin él. También arrastra los yerros de quienes quieren opinar en tribuna libre de manera desasosegada o con algún tino elegante, y a otros calificados que deseen hacerlo de la manera más exacta posible; eso sí, a todos se les debe mirar como portadores de algo: Nada menos, como parte de un contenido llamado "verdad".
La tribuna libre no puede convertirse, además de otro ridículo de la manoseada justicia, en su puntería para tener alguna popularidad y además, en una alegoría a eso que los "poderosos" de escritorio birlan en espacio, letras y hasta ahorro de pagos a aspirantes de escritores o émulos de periodistas.
Hay que cuestionar a Las dos orillas, a El Tiempo y a otros tantos manoseadores de esa verdad que creen poder excitar para acostarse con ella y levantarse a saludarla como si fuera la verdad verdadera.
La verdad no tiene complejos mesiánicos. Solo es eso: la VERDAD.
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