La colombiana que sobrevivió en Nepal

La colombiana que sobrevivió en Nepal

"Llegué a pensar que finalmente entendería lo que era la muerte"

Por: * Daniela Londoño
mayo 15, 2015
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La colombiana que sobrevivió en Nepal

El sábado es el único día de descanso en Nepal. Por esto, cuando me desperté esa mañana decidí ir a Thamel. Por fin desayunaría algo distinto a Dal-Bhat! (arroz y lentejas).

Sanju iba para la fundación en la que trabajaba pero antes me explicó que bus debía tomar. Le prometí que volvería temprano a la casa por temas de seguridad.

Me monte en el bus y ahí entendí lo afortunados que somos los que hemos vivido en Bogotá. Si creen que el transporte público es imposible en la capital colombiana, nadie se imagina lo que es en Nepal.

El señor que va colgado de la puerta del bus, gritando la ruta a los transeúntes, también tiene otra función: va organizando a los pasajeros como si fueran fichas de un rompecabezas. Iba muy incómoda, desesperada y asfixiada por los olores que se respiran durante el trayecto.

Pero antes de llegar a Thamel se empezó a desocupar el bus y pude sentarme en el puesto de al lado del conductor. Ahí hice un video para mostrarles el caos vehicular y la forma tan particular de los nepalíes para manejar.

Mientras grababa con mi celular la gente se reía de mi. Nadie entendía que por qué lo estaba haciendo. Y la verdad tenían razón: es como si un extranjero llegara a Bogotá a filmar al busetero mientras recorre las calles de la ciudad.

Unos minutos después, le dije al chofer que me avisara cuando llegáramos a Thamel, pero ya nos habíamos pasado. Me toco bajarme ahí. Sin conocer nada y empezar a preguntar cómo llegar a este área de la ciudad.

Cuando llegué a Thamel caminé entre los almacencitos. Quería comprar de todo. Hay artesanías increíbles. Pero pensé que seria mejor hacerlo una semana antes de terminar el voluntariado para no encartarme con más cosas. Esto sin imaginarme que esos serían los últimos días que pasaría en Nepal.

Foto: tomada de enpazyarmonia.blogspot.com.

Foto: tomada de enpazyarmonia.blogspot.com.

Entonces me puse a buscar un café que me habían recomendado…pero después de muchas calles buscándolo, decidí desistir y entrar a cualquier otro restaurante a desayunar. Fue ahí cuando subí la cabeza y lo vi, había llegado exactamente al famoso café.

Quedaba en el segundo piso de una casa vieja de ladrillo. Era muy parecido a Starbucks; el mismo formato de negocio. Estaba lleno de gente y la gran mayoría eran extranjeros.

Eran las 11 de la mañana. Pedí un café y me puse a ver unos libros que vendían ahí. Quería comprarme The Art of Happiness del Dalai Lama, pero cuando estaba leyendo la reseña empecé a sentir cómo el suelo se movía. No era un movimiento normal, era muy fuerte. Después de unos segundos entendí que estaba temblando y entré en pánico.

Miré la puerta del café y ya la mayoría de personas estaban tratando de salir. No puedo ni explicar todo lo que se me pasó por la cabeza en ese momento. Incluso llegué a pensar en tirarme por la ventana del desespero. Al final, la casa se iba a caer y, probablemente, si me tiraba del segundo piso sería más probable salir viva de ahí.

Las paredes y el techo se movían de un lado a otro. Solo se oía la gente gritar. Salí corriendo hacia la puerta y ahí me encontré a Seamus. Él fue mi ángel. Seamus era un australiano que llevaba cinco semanas en Nepal. Había estado haciendo trekking en Annapurna y había llegado a Kathmandu hace dos días.

Estábamos ahí parados, esperando poder salir del café en medio del temblor, detrás de todas las demás personas, y en ese momento se nos vino un mueble grande de madera encima.

Como si estuviera en una película, Seamus, que media dos metros de alto, me salvó la vida: alcanzó a poner el brazo y sostener el mueble mientras me metía debajo de una mesa. Después él soltó el mueble y se cayó todo. Tenía pocillos y bolsas de café instantáneo que vendían en el restaurante.

Durante esos minutos no supe mas de él. Yo quedé debajo de la mesa, con otras dos niñas que estaban ahí desde el principio. Yo temblaba y gritaba, sabía que me iba a morir. Podía ver cómo todo se iba cayendo adentro del café, solo estaba esperando el momento en el que se caería toda la casa.

Se me vinieron mil cosas a la cabeza y llegué a pensar que finalmente entendería lo que era la muerte.

En esos segundos cuestioné muchas situaciones de mi vida y solo le pedía a Dios que me diera otra oportunidad para cambiarlas.

Es triste saber que tienes que pasar por circunstancias así para darte cuenta de lo que es realmente importante en la vida. (Hoy escribo esto por si algún día se me olvida lo que viví ese 25 de abril).

Cuando el piso dejó de moverse, Seamus volvió por mi. Me cargó en su espalda porque se me habían perdido mis zapatos, y bajamos al primer piso por una puerta auxiliar (la entrada principal del café había quedado bloqueada por el mueble que casi nos cae encima).

Salimos y la calle se había abierto en dos.

Nos encontramos afuera con un amigo de él: Tobby y dos amigas mas que ellos habían conocido hace unos días.

Yo estaba en shock. Y ahí entendí que probablemente el cerebro tiene la capacidad de llevarte a un estado de “inconsciencia” como respuesta a una situación tan impactante.

Con el paso de los días, he pensado mucho en ese momento. Me acuerdo de toda la situación pero como si no hubiese sido yo quien la vivió. No sé cómo explicarles lo que siento.

Empezamos a caminar por las calles de Thamel, tratando de salir de esa área que es de alto riesgo porque es de carriles estrechos rodeados de edificios viejos. Veíamos gente herida, corriendo, gritando...todos estábamos muy asustados.

Pasamos por una tienda que estaba cerrando en ese momento y preguntamos por zapatos para mi. El nepalí se voltio, cogió unas chanclas de hombre talla 42 y me pidió 500 rupias. Ni el exagerado precio ni la talla fueron temas de discusión. (Mi talla es 36). Me las puse y empecé a caminar con Seamus y sus amigos.

Llegamos a la salida de Thamel. Era un área más segura, sin muchos edificios ni cables de luz. Nos quedamos ahí hasta las 5 o 6 de la tarde, hubo varias réplicas y yo me estaba enloqueciendo.

Seamus y Tobby decidieron volver a Thamel. Iban a su hostal a recoger sus maletas para salir del país lo mas rápido posible. Yo me quede ahí, en la calle, esperándolos.

En ese momento Tarun, mi amigo de la universidad de Barcelona que vive en Kathmandu, me escribió por whatsapp. Me dijo que en las noticias decían que iba a haber otro terremoto a las 3 de la tarde, incluso mas fuerte que el primero.

Casi me muero porque eran las 2:45 y ellos dos acababan de irse a Thamel.Les escribí al celular para que se devolvieran pero nunca recibieron mis mensajes!

Volvieron antes de las 3 p.m y alcanzamos a estar juntos en esa siguiente réplica. Fueron momentos de angustia, desespero y frustración indescriptibles.

Alcancé a escribirle un mensaje a mi mama antes de que las comunicaciones se cayeran: “Mami hubo un terremoto en Kathmandu. No te preocupes por mi. Estoy bien. Te amo”. Sin pensar que esa seria la ultima vez que mi celular funcionaria.

No tenia mucha batería, entonces aproveché para escribirme en el brazo los números de celular de mi mama Nepalí y de Tarun, para poder quedar en contacto con ellos.

Foto: tomada de enpazyarmonia.blogspot.com.

Foto: tomada de enpazyarmonia.blogspot.com.

Con él nunca pude volver a hablar desde ese momento, pero a Sanju la llamaba entre una y dos veces al día de celulares prestados, para saber ella cómo estaba y para confirmarle que yo seguía bien.

Ya estaba empezando a oscurecer, entonces decidimos buscar donde dormir. Un señor nos presto un mapa y vimos que había un parque relativamente cerca de donde estábamos. Se llama Tundikhel. Ahí pasaríamos el resto de los días.

* Lea la historia completa enpazyarmonia.blogspot.com

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