Jorge Perry Villate, el primer colombiano en unos Juegos Olímpicos

Jorge Perry Villate, el primer colombiano en unos Juegos Olímpicos

El maratonista boyacense, hijo de un inmigrante inglés, caminó solo por la pista olímpica de Los Ángeles hace 84 años

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agosto 06, 2016
Jorge Perry Villate, el primer colombiano en unos Juegos Olímpicos
Foto: Archivo fecodatle.org

El único registro que se encuentra en la web de aquel 30 de julio de 1932 es una foto en la que Jorge Perry Villate camina solitario por el centro de la pista olímpica. Las órbitas de los ojos —oscuras, profundas— contrastan con una sonrisa delineada en la mandíbula. La  sombra proyectada en la tierra parece una babosa que repta; y en lo alto ondea inmarcesible, y por primera vez, el tricolor nacional.

Era un verano terrible en la lejana California. Ese día iniciaban en Los Ángeles los Juegos de la X Olimpiada. El maratonista Jorge Perry, además de ser el abanderado de Colombia, también era su único atleta en competición.

Desde su juventud fue un tipo rebelde y atrevido. Dejó su natal Samacá para radicarse en la capital del país. En Bogotá entrenaba en las madrugadas y trabaja durante el día en Ferrocarriles Nacionales de Colombia. Jorge Perry era hijo de un inmigrante inglés que alzanzó riqueza y renombre en territorio boyacense gracias a la explotación del carbón.

A Estados Unidos llegó un par de meses antes de iniciar las olimpiadas. Zarpó desde un indeterminado puerto colombiano un 22 de mayo y recorrió por varios días el Pacífico hasta llegar a suelo yanqui. Al día siguiente de su partida salió una edulcorada nota en el periódico El Tiempo que hablaba de un “muchacho colombiano de 24 años y atleta admirable que va con la intención de tomar parte de la olimpiada mundial, en representación oficial de este país”.

La nota del periódico era también una querella porque el hecho había pasado desapercibido para los colombianos. En algún momento de la nota el periodista se muestra indignado porque, para esas mismas fechas, el Reinado Nacional de Belleza había hecho más alharaca que la inédita participación de un colombiano en unos juegos olímpicos.

Jorge Perry fue un visionario, un adelantado. La obsesión por participar en las olimpiadas de Los Ángeles se había visto truncada inicialmente. La inexistencia en nuestro país de un comité olímpico que certificara y apoyara a los deportistas era su principal obstáculo.

En la década del treinta, en Colombia, el deporte no estaba dentro de las prioridades de los gobiernos ni del pueblo mismo. El fútbol, por ejemplo, que tantas pasiones despierta hoy en día, vino a tener su primer campeonato profesional a finales de la década del cuarenta. Lo de Perry Villate era una odisea desde cualquier punto de vista.

Las Olimpiadas de Los Ángeles no fueron las más vistosas de su tiempo. En 1932 las economías mundiales no daban muestras de recuperación después de la Gran Depresión. Este hecho, sumado a que las justas no se hicieron en suelo europeo, hizo que muchos países desistieran de enviar a sus atletas a los Estados Unidos. Ante la masiva desbandada el COI se vio obligado a financiar con sus propios recursos la participación de los deportistas. Entre los favorecidos estaba Jorge Perry Villate que meses antes había escrito cartas al Comité solicitando el apoyo y la venia para competir.

La participación en la maratón fue apenas digna. A los diez kilómetros Perry se retiró de la competencia agobiado por la canícula del Viejo Oeste y acusando una intoxicación. Poco importó el resultado final. Su nombre ya había quedado para siempre en nuestra pequeña historia olímpica. Era él solo —sin apoyos estatales, sin patrocinios de la empresa privada— el primer colombiano en participar en una olimpiada. Fue el primero, el abanderado solitario.

Su gesto, su gallardía fueron recompensados. El COI le dio una medalla por el mérito olímpico.

Perry regresó silencioso a Colombia después de terminados los juegos. No hubo caravanas ni carro de bomberos que lo recibieran. Posteriormente se dedicó a recorrer el mundo. Fue vicecónsul en Los Ángeles donde tuvo un trágico romance con una diplomática chilena que falleció después de comprometerse en matrimonio. Viajó a Alemania como boy scout y se enroló en las juventudes nazis.

De regreso a Colombia, trabajó como profesor de educación física en colegios de Cundinamarca. La última vez que la prensa hable de él en vida, será en 1942. Una nota en El Tiempo, fechada el 23 de noviembre de ese año, habla del profesor Jorge Perry como una autoridad en la enseñanza de la educación física. “Es indispensable y necesario desarrollar una activa campaña para popularizar la práctica de la educación física en los colegios de fuera de Bogotá. Es muy poco lo que en este sentido se hace en provincias y generalmente esa labor es obra exclusiva de los profesores”, afirmaba la nota.

Jorge Perry falleció trágicamente un 29 de diciembre de 1946. Ocho días antes había sufrido un accidente en su motocicleta cuando viajaba de Bogotá hacia Samacá para pasar la Navidad con su familia.

Tuvieron que pasar cuarenta años después de la participación de Perry para que un colombiano ganara por primera vez una medalla en una competencia olímpica. El tirador Helmut Bellingrodt, descendiente de alemanes, logró la plata en Múnich 1972 y repitió en Los Ángeles 1984. Este último año el abanderado fue el nadador Pablo Restrepo; a diferencia de Perry no iba solo: a sus espaldas iban otros 39 deportistas nacionales.

Que la historia sirva para algo. En todo un culebrón se convirtió la escogencia del abanderado de Colombia para Río de Janeiro 2016. Caterine Ibargüen denunció hace unas semanas que un grupo de patrocinadores estaba ejerciendo presiones sobre miembros del Comité Olímpico Colombiano para la selección del atleta.

Esto, aunque manido, demuestra que por lo menos hoy nuestros deportistas tienen el respaldo, incipiente aún, de los gobiernos y de la empresa privada.

Ayer, cuando Yury Alvear inició la marcha de la delegación colombiana en el Maracaná de Río, miró hacia atrás y sintió la fervorosa compañía de ciento cuarenta y siete atletas vestidos de amarillo. Todos ellos se ganaron con tesón su derecho a participar en estas olimpiadas. Empezamos con uno solo, Jorge Perry; hoy son ciento cuarenta y siete. Haya o no medallas, lo de ayer en Río ya es ganancia.

@victorabaeterno

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