El insoportable mal genio de Jorge Luis Pinto

El insoportable mal genio de Jorge Luis Pinto

El hombre que llevó a Costa Rica a cuartos de final en un mundial, famoso por su carácter fuerte, es el protagonista de un video en donde aparece golpeando a su hija.

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julio 28, 2014
El insoportable mal genio de Jorge Luis Pinto

Era el 10 de septiembre del 2013 y la selección de Costa Rica estaba a punto de jugar un partido decisivo para la clasificación al mundial de Brasil. En el popular programa radial Pasión al aire los periodistas Eduardo Solano y José Pablo Alfaro recibían llamadas de los aficionados ticos que querían opinar sobre el desempeño de su selección. La mayoría de los radioescuchas estaban contentos con el juego del equipo y unos cuantos expresaban su inconformidad  con la actitud ultradefensiva de la tricolor. Uno de ellos dijo al aire que no le gustaba como jugaba la selección porque casi no atacaba y era mezquina. Un minuto después de estas declaraciones, los periodistas recibieron la llamada de Jorge Luis Pinto quien, con la voz quebrada por la histeria, empezó a retar al sorprendido aficionado. Después de un breve contrapunto en donde el seleccionador tildaba de ignorante al oyente y este exigía respeto hacia su persona, el santandereano, de la nada, explotó:

—Señor aficionado, usted me está diciendo que el equipo de Costa Rica demuestra inconsistencias y mezquindad en su juego porque yo soy un mediocre y  si a uno le dicen mediocre  es irrespetuoso, significa que algo  no sirve, que está equivocado. Por Dios en que país estoy, entonces que es irrespetuoso que le digan a usted hijueputa. No, yo voy a defender a Costa Rica a muerte.

Y colgó.

Pinto celebrando la victoria

La mayor virtud y también el mayor defecto de este entrenador santandereano es la pasión con la que vive el fútbol. No se mide a la hora de defender su idea, ya sea con un “especialista” como puede ser Carlos Antonio Vélez, o con un simple aficionado. Él siempre va a estar listo para batallar. Alguna vez un periodista en Costa Rica, el país que hasta hace unos días fue su segunda patria, le preguntó por qué tenía en su página web un gallo como símbolo y Pinto contestó: “Tengo un gallo porque yo soy de pelea, de principios y de valores.”

Esa beligerancia le ha sabido traer momentos muy amargos. Antes de la Copa América de Venezuela, en el 2007, el país tenía las esperanzas puestas en la selección. Pinto venía de ganar el torneo colombiano con el Cúcuta y al parecer su disciplina iba a atemperar las conductas de los siempre díscolos jugadores colombianos. Era junio y estrellas como Iván Ramiro Córdoba o Mario Yepes, venían reventados del exigente calendario europeo. Sin escuchar al preparador físico ni las súplicas de sus propios jugadores que le pedían descanso, Pinto sometió al grupo a una agotadora preparación. Todo aquel que se quejara del doble turno era un traidor y aquel que cayera al césped, quejándose de un posible desgarro, no era más que un farsante apátrida que tenía que ser apartado del equipo nacional.

No soportaba que Fabian Vargas mandara a pedir su desayuno al cuarto ni que Yepes anduviera en el lobby en chancletas en el infernal calor de Puerto Ordaz: la selección Colombia dejaría de ser un equipo de fútbol para convertirse en un implacable pelotón prusiano que lo dejaría todo en esa trinchera que sería de ahora en adelante el terreno de juego.

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El resultado del debut fue el fiel reflejo del calvario que los jugadores habían tenido que padecer: Colombia caía goleada cinco goles por cero contra Paraguay.  La federación respaldó al sangileño a pesar de quedar eliminados en primera ronda de la Copa América, algo que no pasaba desde 1989.

Pinto determinó borrar de la selección a las tres figuras más importantes del equipo, así que ni Iván Ramiro, ni Mario, ni Miguel Calero, fueron tenidos en cuenta para la eliminatoria mundialista. Jorge Luis borraría a los capitanes para quedarse con los peones. Y con ellos empató contra Brasil y le supo a ganar a la albiceleste de Messi y Tévez. Pero esto era sólo un espejismo. Contra Uruguay se perdió en casa y luego se tendría que disputar un encuentro a muerte contra Chile en Santiago. Previo al juego la selección se preparó en Rionegro. Caía un torrencial aguacero y los jugadores veían con estupor como el técnico iba poniendo, en una cancha inundada, las llantas sobre las que ellos saltarían.  Amaranto Perea, quien entonces era la barrera infranqueable del Atlético de Madrid, se acercó a un periodista y le dijo que por favor convenciera al profesor para que no los pusiera a entrenar “Llueve y la cancha está pesadísima”  a pesar de la mala cara y las reconvenciones, los deportistas tuvieron que salir y entrenar.

Tres días después la selección, sin piernas y con la lengua afuera, caía goleada por 4 a 0 y la federación sacó de su cargo al santandereano. El día en que se fue Pinto no se despidió ni le dio la mano a nadie. Fiel a su estilo, rígido y pasional, Jorge Luis se iría dando un portazo.

La disciplina es un aspecto de su vida que defiende a raja tabla. Educado en la vieja Alemania que basaba su poder futbolístico en la fortaleza física y la rigidez táctica, Pinto no cree en estrellas. Un jugador puede llamarse Iván Ramiro, Keylor, Ruiz o Blas Pérez, todos deben entrenar con la misma intensidad. Hay grupos que lo soportan y obtienen sus frutos, como aquel aplicado y contundente Cúcuta Deportivo del 2006 o el laborioso Alianza Lima de 1997, otros terminan reventados como La Selección Colombia del 2007, él que es sin duda su único y amargo fracaso.

pinto

Pueden decir lo que quieran sobre Pinto pero su método, el de convertir a un jugador en un aplicable operario, ha dado sus frutos. En Costa Rica pocos podían pensar que el estratega colombiano iba a salir por la puerta de atrás, pero al final su mal carácter, sumado a la traición de sus colaboradores, dieron al traste con su posible renovación. En menos de un mes Jorge Luis pasó de ser “El Mesías” como lo tituló uno de los diarios ticos más importantes, en un déspota inhumano que trató de cobarde a Keylor Navas sólo porque éste se quejó de un dolor en el tobillo en las horas previas al partido contra Inglaterra, en un chismoso desalmado que casi llega a los golpes con el sociólogo y motivador de la selección, el cucuteño Jaime Perozzo, amigo suyo de la juventud, quien se rehusó a contarle intimidades de sus jugadores, en un energúmeno que insultó durante tres horas seguidas a su jefe de prensa sólo porque no le tenía listos los cinco videos que había pedido sobre el equipo de Holanda antes de enfrentarlo en cuartos de final.

Ahora Jorge Luis Pinto ha dejado de ser un héroe sólo porque le exigió a la Federación Costarricense de Fútbol traer a seis colaboradores de su entera confianza ya que todo parecía indicar y sobre todo escuchando las declaraciones de Paulo César Wanchope, que desde adentro querían moverle el puesto. Tuvieron que esperar estas exigencias de Pinto, quien también, como es lógico, pidió un reajuste en su salario, el tercero más bajo entre los 32 técnicos mundialistas, para sacar su lado oscuro, el que lo revela como un ogro malgeniado, el que revienta grupos, el que nadie abrazó mientras el equipo costarricense celebraba su histórica clasificación a cuartos de final.

Conociendo sus pasiones debe estar abatido y triste. Es inevitable no sentirse traicionado.

Pinto emitió el siguiente comunicado en su página web, donde de alguna manera ofrece disculpas por todo lo que haya molestados a los costarricenses:

CARTA A LA OPINIÓN PÚBLICA Jorge Luis Pinto

Dirigiendo a Honduras ha entrado en varias polémicas. La más sonada fue la que tuvo con su compatriota, el D.T de Panamá Bolillo Gómez. En Honduras cada vez lo soportan menos y éste escándalo familiar, en donde en un video aparece golpeando a su hijo,  encenderá aún más los ánimos

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