¡Inundemos las ciudades!
Opinión

¡Inundemos las ciudades!

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abril 19, 2014
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El cambio climático es un hecho. Hasta la ONU reconoció ya que ni los esfuerzos de mitigación lo van a frenar y nos invita a prepararnos para un mundo más caliente. Los eventos del clima, aunque no siempre fáciles de atribuir al cambio climático, son cada vez más impredecibles y lo que es peor aún: más destructivos. Teniendo en cuenta que más de la mitad de los seres humanos vivimos en ciudades (que por cierto son responsables de una gran parte de las emisiones de gases invernadero), yo me pregunto si los centros urbanos en verdad están preparándose para las inclemencias del clima, a la vuelta de la esquina.

Un ejemplo sencillo de amenazas constantes son las tormentas que azotan frecuentemente a nuestras ciudades ubicadas en el trópico. ¿Cómo esperamos que el agua que cae se evacúe como es necesario si nosotros mismos impermeabilizamos la tierra que la absorbía? Es ridículo ver la cifra de metros cuadrados verdes por habitante que tienen la mayoría de nuestras ciudades. Aun así continuamos con la extraña percepción de “parque”: un lugar forrado en pavimento, lleno de todo menos de árboles o mangas. Yo pienso que el pavimento no puede seguir siendo un sinónimo de progreso… por lo menos no donde no se necesita.

Propongo empezar a despavimentar la ciudad, a convertir parqueaderos en parques, no al revés (nota curiosa: tan solo hay que quitarle las letras “adero” a “parqueadero” para hacerlo). Empezar a crear (o recrear) lugares por donde el agua se pueda filtrar hacia el subsuelo y no se canalice en las calles y sótanos, generando no solo daños materiales, sino también psicológicos y ambientales. Ya suficientes problemas tienen las ciudades que cuentan con tantas laderas, donde casi siempre son los más pobres los que llevan del bulto, como si no fuera suficiente con la inescapable trampa que es la pobreza.

En nuestro país existen prestigiosas instituciones académicas y científicas que podrían analizar los puntos en los cuales un “pulmoncito verde”, bien ubicado, podría aliviar la carga pluvial de la ciudad. Sé que algunas ciudades ya lo están haciendo, pero los esfuerzos no parecen ser suficientes y el problema se agrava con tantas quebradas cubiertas con cemento y pavimento, una bomba de tiempo que se acelera con las lluvias torrenciales. Al mismo tiempo, les devolveríamos a sus habitantes lugares donde se puedan quitar los zapatos y sentir la increíble energía que fluye a través del pasto. Lugares donde podamos retomar las actividades ancestrales que tantos anhelamos y que salen tan baratas, lo cual quiere decir que todos tendrían acceso a ellas, en una sociedad tan segregada como la nuestra. Espacios de reconexión con la naturaleza de la cual tanto nos hemos alejado.

Y entonces veríamos que se disminuirían las inundaciones por agua, y nuestras ciudades se empezarían a inundar de cometas, de manteles de cuadros, de libros, de guitarras, de poemas, de besos, de pájaros…

Aclaro, eso sí, que no propongo volver a los caminos de polvo y a los pantaneros y lodazales de siglos atrás. Es claro que hay que contar con infraestructura para el transporte y muchas otras ventajas que tiene la piedra. Pero, es que tenemos unos políticos a los que les encantan las grúas y las mezcladoras de cemento, que tumban árboles y después nombran parques (forrados en cemento) y edificios en su honor. ¿Será que la administración le tiene miedo al sostenimiento de las zonas verdes? Estoy seguro de que muchas comunidades se ofrecerían a hacerlo voluntariamente una vez conozcan los beneficios que les traerían. Estoy seguro de que muchos habitantes estarían dispuestos a compartir su conocimiento en silvicultura y mantenimiento de árboles, arbustos y flores y otros tantos dispuestos a aprender durante su tiempo libre. Y a partir de ahí, la enfermedad verde se tomaría a la gris.

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