Europa, atrapada en el laberinto ucraniano

Europa, atrapada en el laberinto ucraniano

'Europa se ha dejado llevar por el juego de Estados Unidos'

Por: Ricardo Angoso
julio 03, 2015
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Europa, atrapada en el laberinto ucraniano
Foto: tomada de globedia.com

Europa, más concretamente la Unión Europea (UE), se ha visto atrapada en el laberinto ucraniano sin haberlo previsto ni haber tenido un plan de contingencia ante tan arduo desafío. El deseo por parte de la administración norteamericana, y también de algunos socios de Washington en la OTAN, de extender las fronteras de la Alianza Atlántica hacia el Este, hacia Ucrania, provocaron el recelo y la intervención de Rusia en la crisis. En apenas semanas, Rusia, liderada por Vladimir Putin, se anexionó Crimea tras haber provocado su independencia de Ucrania, armó a las milicias de las autodenominadas "repúblicas" de Donetsk y generó una guerra civil no deseada por nadie.

En un plazo muy corto, los rusos machacaron al decrépito y casi desarmado ejército ucraniano, humillaron a la diplomacia europea, que veía como los acuerdos con Moscú se convertían en papel mojado en horas, y provocaron la automática reacción de los Estados Unidos y la UE, aplicando unas sanciones comerciales y económicas que solo han servido para apuntalar aún más el omnímodo poder de Putin y también de los jerarcas políticos y económicos que le jalean. Unas sanciones que, paradójicamente, han causado mayores daños a Europa que a Rusia, que ha perdido a uno de sus mejores clientes y que sufre de una forma directa esta crisis por la cercanía al gigante eurasiático.

Ucrania era una realidad política absolutamente ficticia, fundada sobre una base territorial muy discutible y con una composición étnica en la que su supervivencia como nación estaba fundamentada en una compleja convivencia entre la mayoría ucraniana y la minoría rusa. Nada más caer el gobierno de Viktor Yanukóvich, que era el aliado de Moscú en Kiev, esa frágil vecindad saltó en pedazos y un ejecutivo de corte nacionalista y derechista se hizo con las riendas del poder. En unos días fatídicos, el nuevo ejecutivo ucraniano, ahora liderado por Petro Poroshenko, anunció a bombo y platillo su anhelo por integrar a Ucrania a la UE y también a la OTAN; Estados Unidos auspiciaba esos procesos y mantenía un diálogo fluido con las nuevas autoridades de Kiev.

Rusia, mientras tanto, estaba muy atenta a los sucesos que acontecían en Ucrania y se anexionó Crimea, un territorio que pertenecía a este país desde una fecha tan reciente como 1954, en que fue entregada por las autoridades soviéticas a Kiev. Moscú no ha abandonado la idea de la soberanía limitada de aquellos países que antaño formaban la extinta Unión Soviética, tal como han demostrado las intervenciones militares en Moldavia, donde apoyaron la secesión de Transnistria; Georgia, donde han permitido las "independencias" de Abjasia y Osetia del Sur, y ahora en Ucrania. El guión era de sobra conocido por todos y se repetía fielmente.

Rusia y sus intereses estratégicos en el mar Negro

Europa, más concretamente Alemania, Francia y Reino Unido, se han dejado llevar por el juego sucio practicado en Ucrania por los Estados Unidos. Pero también los europeos han pagado la falta de voluntad política del presidente norteamericano, Barack Obama, para responder de una forma efectiva y contundente a la amenaza rusa en ciernes. Ucrania carecía de medios profesionales y logísticos para hacer frente a las fuerzas rusas y sus milicias colaboradoras operando en territorio ucraniano. En muy poco tiempo, apenas unos meses, el ejército ucraniano perdió a casi toda su fuerza aérea, sufrió miles de bajas y detenidos y tuvo que replegarse de los territorios de Crimea y el Donetsk de una forma humillante.

Rusia, sin embargo, ha aguantado el golpe de las sanciones y se ha mostrado con una política exterior mucha más agresiva y audaz, engañando a los europeos con respecto a sus verdaderas intenciones y no respetando los acuerdos firmados en Minsk. Mientras la UE ponía a Ucrania entre el dilema de elegir entre Europa y Rusia, Putin en Crimea hizo prevalecer sus intereses estratégicos en el mar Negro, antes de cualquier otra consideración, expresando sus dudas -razonables, claro está- ante la posibilidad de que el nuevo gobierno ucraniano no respetara el acuerdo de arrendamiento hasta 2042 de su importante base naval en Sebastopol. Pero tampoco Occidente tenía credibilidad ni legitimidad para exigir nada con respecto a Crimea. ¿Acaso no habían practicado algo parecido los Estados Unidos y sus aliados europeos cuando reconocieron la ilegal secesión de Kosovo y posterior independencia de Serbia?

Estados Unidos, mientras este "juego" al ratón y al gato se desarrollaba entre Europa y Rusia, para gran humillación y derrota de los europeos, apostaba a la carta ucraniana para seguir ampliando las fronteras de la OTAN y minimizar el poder de Rusia en lo que fueron sus antiguas áreas de influencia. Ya en 1998, tal como recordaba un medio europeo, el antiguo asesor en materia de seguridad nacional, Zbigniew Brzezinski, recordaba que el único medio para impedir que Rusia se volviera de nuevo una gran potencia era sustraer a Ucrania de su influencia.

Las consecuencias de este gran juego estratégico a tres bandas -Rusia, Estados Unidos y la UE- han sido nefastas para Europa, en general, ya que Rusia se está volcando hacia el Oriente, mas concretamente hacia China e incluso Turquía, y recompone sus relaciones con Asia Central, los países mal llamados bolivarianos y los Estados considerados por Estados Unidos como "el eje del mal". La rusofobia manifiesta por parte de algunos líderes europeos no es la respuesta, sino que la misma pasa por una redefinición de la política exterior europea, de la UE, con respecto a Moscú y que los europeos seamos capaces de afirmarnos como un actor independiente en un mundo cada vez más complejo y multipolar o, por contra, asignarnos una posición de resignación y subordinación a  los intereses de los Estados Unidos.

Para concluir, quiero terminar con unas consideraciones del exministro francés Jean-Pierre Chevénement, quien considera que "es hora de que una "Europa europea"se manifieste. Para empezar podría tratar de convencer a Estados Unidos de que su verdadero interés no consiste en dejar a Rusia fuera de "Occidente", sino en redefinir con ella las reglas de juego mutuamente aceptables y propias para restaurar una confianza razonable".

 

 

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