El sueño de la seño Eunice
Opinión

El sueño de la seño Eunice

Noticias de la otra orilla

Por:
enero 02, 2016
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Un día de hace años regresé a mi pueblo natal de Sincé, en las sabanas de Sucre, y como suelo hacer cada vez que voy, apenas pongo el morral en mi casa, salgo a visitar a dos tres amigos muy queridos que allí viven.

Hace ya mucho tiempo que no voy, pero recuerdo siempre como una de esas cosas marcadas con fuego en la memoria, lo que en una de esas ocasiones me contó mi muy querida Eunice Osorio una de esas personas especiales de las que hablo.

Ese día, luego de una rápida conversación sobre las novedades de nuestras vidas, me dijo que tenía dos cosas que contarme: un sueño y un chisme anecdótico de infieles. Y le pedí que me contara el sueño.

Me dijo que un 8 de septiembre, día de la fiesta patronal de la Virgen del Perpetuo Socorro, había salido la procesión para hacer, como siempre, su recorrido por las principales calles del pueblo, sin que hubiera ocurrido ninguna novedad que turbara la devoción y el regocijo de esa fecha. Pero que cuando faltaban unas diez cuadras para finalizar el evento con el regreso de la virgen en andas a su iglesia, ocurrió lo insospechado.

Procesión del 8 de septiembre en Sincé. Foto de José Manjarrez

Procesión del 8 de septiembre en Sincé. Foto de José Manjarrez

La mismísima Virgen del Socorro mandó a detener la procesión en la esquina de Geñito Ucrós, con el incontrovertible argumento de que ella no quería regresar a la iglesia ese año en andas como una virgen cualquiera de yeso, sino que quería hacerlo montada en un caballo brioso. Que le dijeran a Alfredito de la Ossa que le consiguiera uno de los caballos de su silla.

Y así fue: una comisión de devotos marianos se dieron a la tarea de traer pronto un buen caballo. Pues encontraron a Alfredito en uno de sus alazanes dando rienda bajo el dominio del ron blanco en compañía de otros notables caballistas. Y no bien le contaron de qué se trataba cuando ya el caballo venía en camino de cabestro para llevar a cabo su misión, mientras su dueño solo alcanzó a decir incrédulo y complacido: ¡Que sea lo que la virgen quiera!

Y así fue. Llegaron con aquel caballo nervioso, de cuyo nombre no he podido acordarme, hasta la esquina en la que la muy santa virgen esperaba en su podio de tres tarimas sucesivas, mientras la gente se aglomeraba en su entorno para pedirle milagros y favores. Alguien de la junta de las fiestas encargado de protegerla que ya había empezado a cobrar por cada acercamiento pidió que despejaran para que la virgen patrona del pueblo subiera a su caballo y cumpliera su deseo.

Le ayudaron a poner los pies en los estribos y le explicaron cómo hacer para manejar las riendas, pero cuando ella apenas estaba acomodándose en la montura sucedió lo inesperado: algún borracho con poder le ordenó a la banda 8 de septiembre de Sincé que en vez de seguir con el vals programado para ese último trayecto, cambiara por un fandango jacarandoso, que seguramente la virgen lo iba a agradecer.

Y así fue. La banda quebró la tarde con un solo de trompeta y voladores y totes y buscapiés surcaron los aires sinceanos para celebrar aquel trance nunca antes visto. Uno de los buscapiés lanzados cambió su trayectoria y fue a alojarse en las ingles del caballo que encabritándose emprendió veloz carrera, calle real en dirección hacia la plaza y la iglesia, mientras la gente gritaba oraciones con las manos puestas en la cabeza y la mirada al cielo.

Pero  aquel animal, ardido entre sus patas, era completamente indetenible. La corona le colgaba ya de un lado y las trenzas hechas con la cabellera que una vez fuera de Rocío Romero,  empezaban a quedar vuelta girones en la calle. La virgen, que no sabía montar, había cometido el error de dejar libre las riendas al caballo que corría desbocado, solamente aferrada con todas sus fuerzas a un moño de crines de la cruz del animal, abandonada ya a su suerte.

Pero cuando caballo y jinete pasaban a gran velocidad por frente de la puerta de la iglesia, a la virgen se le ocurrió algo en medio de su desespero; puso su corazón en la ocurrencia de un milagro, miró hacia el templo iluminado y florido, y lanzó su petición: ¡Virgen del Carmen, ayúdame!

El caballo de Alfredito no se detuvo, pero aunque siguió cabalgando por la calle real derecho, rumbo al Cascajito, aquella carrera inatajable fue quedando poco a poco en un galope de marcha que pronto terminó en lentos pasos de animal tranquilo.

No se sabe cómo terminó la procesión ni qué pasó finalmente con el caballo y con la virgen porque en eso la dueña del sueño despertó.

Años después entiendo que esta fue la historia que más impactó a la guionista mexicana Marcela Fuentes Beraín en un taller de guiones que hizo en Barranquilla y en el que yo participé con este sueño.

*Columna publicada originalmente el 8 de agosto de 2015

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Ciudad al fondo de Monique Facuseh

Ciudad al fondo de Monique Facuseh

Recuerdos de un encuentro y un diálogo

Recuerdos de un encuentro y un diálogo

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--