El soldado que pudo contar cómo lo violaron en el Ejercito

El soldado que pudo contar cómo lo violaron en el Ejercito

Este joven de 20 años de edad fue reclutado de manera forzosa. Un día de agosto de este año un superior lo violó, pero las autoridades aún no han actuado sobre su caso

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octubre 22, 2013
El soldado que pudo contar cómo lo violaron en el Ejercito

Eran las 6:30 de la mañana del tres de agosto, después del llamado de todos los días en el Batallón a la Plaza de Banderas no pudo guardar más el secreto, decidió correr y llamar a su madre. El soldado Hildebrando Zamora* le contó llorando que fue acorralado y amenazado con un arma por el teniente Ángel Castillo para obligarlo a practicarle sexo oral. Los hechos ocurrieron el  31 de julio de 2013 a las 9 de la noche, mientras prestaba un turno de centinela, esos turnos de veeduría donde los militares no cuentan con dotación de armas. Las cosas no quedaron allí. Dos días más tarde, el mismo cabo lo violó.

Hildebrando motivado por su madre hizo la respectiva denuncia ante tal infamia. Sin embrago, tuvo que esperar que la “confesión” pasara por dos filtros más para que le creyeran. Debió narrárselo a los cabos Orozco y Rojas, antes que llegara el teniente Mendoza quien realmente era la autoridad para hacer algo al respecto. Cuando Mendoza se enteró de los hechos mandó al soldado a misa y entonces llamó al violador para confrontarlo.

El teniente Mendoza,  sin creer en lo revelado por Hildebrando, le preguntó a Castillo por los hechos ocurridos. El arbitrario cabo decidió  confesar la verdad y se comprometió a declarar los actos con sus superiores. Poco tiempo después se suicidó frente al teniente y a la víctima.

Hildebrando es un soldado regular de 20 años que cursó hasta cuarto de primaria, fue reclutado por el Ejército en esas redadas masivas a las afueras de Manizales para llevárselo de manera obligada a prestar el servicio militar. En marzo de este año fue enviado al batallón BAEEV18 (Batallón Especial, de Energía y Vial) en Pamplona Norte de Santander, lugar donde ocurriría todo su calvario. El joven, proveniente de una familia  campesina que vive del ordeño en el sector de Matenas, área rural de Manizales, no tuvo otra opción que aceptar un destino que nunca había deseado.

Desde el cuatro de agosto de 2013 Hildebrando es un soldado sin uniforme. Fue trasladado a un batallón en Cúcuta y no carga un fúsil. Desde el momento de los hechos, sus padres han luchado porque su hijo vuelva a casa. Incluso, es lo único que pide el joven quien desarrolló una fobia a los uniformados. El trece de agosto con la ayuda de la Defensoría del Pueblo de Manizales, redactaron un derecho de petición en nombre de su hijo y fue enviado a la Procuraduría  y el Ministerio de Defensa; todavía se encuentran esperando una respuesta del procurador y una ayuda concisa por parte del ministerio. También se dirigieron al batallón a Cúcuta, donde se encuentra su hijo reclutado y pidieron hablar con los superiores. Según su testimonio, en la reunión se encontraban los militares Peréz y Ortegón, junto a una abogada del ejército que responde al nombre de Yalile. La funcionaría se atrevió amenazar al abogado del soldado por reclamar sus derechos. A los padres, que solo pedían que su hijo regresara a casa con su libreta militar, los trató de sobornar el militar Pérez.

“Imagine que esta mesa está llena con toda la comida y lo que ustedes quisieran, pidan lo que quieran”.  A lo que respondió el padre del ultrajado: “mi hijo solo vino por su libreta militar, lo único que queremos es que él regrese a casa con su libreta”. El militar Pérez, el mismo del soborno, les prometió enviar a su hijo de regreso en un mes.

Pasaron más de dos meses y al ver que Hildebrando no estaba en casa y que el Ejército no se pronunciaba, la madre del joven denunció la violación de su hijo en la emisora la Cariñosa de Cúcuta. Con el dolor en el alma reveló la penosa situación el primero de octubre de 2013.

El abogado Carlos Iván García escuchó el testimonio de la madre en la emisora, y desde ese momento decidió hacerse cargo del caso. Después de esta nueva denuncia el Ejercito se comprometió a entregar su hijo al día siguiente. Un trato que se volvió a incumplir. Varios días después custodiado  por el mayor Jerson Ortegón, el soldado Hildebrando fue enviado en un bus desde Cúcuta hasta Manizales. El joven fue recibido en la estación de buses de aquella capital por sus padres y el abogado. No obstante, un plan oscuro habían planeado los militares. El abogado afirma que sí él no hubiera estado ahí, los padres hubiesen sido obligados a firmar documentos que librarían de todas las responsabilidades al Ejército.

Tres papeles llevaba el mayor para que los incautos viejos los firmaran: un documento llamado evolución, que son exámenes médicos generales; uno de “buenas condiciones” del joven;  y un documento donde demostraba la “petición” de la víctima para ser trasladado. Los documentos llegaron sin fecha, y eran tramposos en el lenguaje utilizado, por lo cual el defensor hizo sus anotaciones antes de permitirles firmar aquellas constancias. Hildebrando hasta hoy sigue siendo parte activa del Ejército del cual prometieron dejarlo retirarse, ahora sólo tiene un permiso por veinte días y un traslado al batallón de Ayacucho para estar cerca de sus seres queridos. Pero ese no había sido el trato acordado.

Con el responsable de los hechos muerto, hoy el abogado se encuentra adelantando un proceso contencioso administrativo ya que no hay a quién castigar ni disciplinaria ni penalmente. El proceso ahora va en contra del Ejército por agresiones y soborno a la familia por parte de sus funcionarios, especialmente la abogada. También trataron de ocultar los hechos y no se hizo el debido proceso dentro del caso. La canallada ocurrió el tres de agosto, pero al joven nunca se le hizo audiencia libre, ni mucho menos exámenes sicológicos.  La lucha legal busca traer por fin a Hildebrando de regreso a casa. Él y sus padres saben que no regresará igual como se fue, por eso exigen una reparación por prejuicios morales. O, aunque sea, aquella maldita libreta militar que él nunca buscó.

*El nombre del soldado ha sido modificado por petición de sus padres.

Transcripción de la carta que con su puño y letra escribió Hildebrando para denunciar su caso:

El 31 de julio del 2013 me encontraba de centinela en un árbol en el puesto número 3 sin ningún tipo de arma, de 9 : 00 a 10:15 pm; salió mi teniente Castillo con unos soldados hacia el filo “supuestamente que habían visto a un hombre”; duraron como unos 20 a 25 minutos allá. Cuando bajaron los soldados, se fueron a dormir; mi teniente Castillo se queda y me preguntó mi w y yo le dije ¡Zamora teniente!, el se acercó y me agarró de las   orejas y me las doblaba fuerte y se recostó contra el palo, se soltó de una mano y se bajó los pantalones y me tenía duro para que le hiciera sexo oral, cuando terminó andó un poquito y dijo de esto ni una palabra a nadie, aquí no ha pasado nada, y yo terminé mi turno de centinela y me fui a  dormir. Al otro día nos hicieron la diana a las 4 am y nos bajaron a formar a la plaza de armas y a desayunar y el resto del día fue normal. Así   transcurrió hasta el día 2 de agosto del 2013 de 9:15 a 10:30 pm, me encontraba de centinela en el puesto número cuatro, sin armas y mi teniente   Castillo bajó desde el puesto número tres de otra bahía y preguntó el w; no me acuerdo quien estaba de centinela en ese puesto, entonces preguntó  ¿quién está de centinela en el puesto número cuatro? Y le respondieron Zamora mi teniente; dio la vuelta por detrás de mí y con una mano me cogió  la oreja y cuando me agachó tenía el arma en la otra, de un momento a otro saltó a una zanja que había allí y me dijo ¡camine que ahí está el      enemigo! Yo le dije no mi teniente, allá no hay nada, yo no escuché nada; cuando me iba a huir a donde el cabo Orozco se me paró al frente y me    arrastró a otra bahía que había del lado de abajo. No soltaba el arma para nada y me dijo que me bajara los pantalones y me volteó y me recostó el arma en la espalda en ese momento me accedió sexualmente con violencia, cuando terminó se subió los pantalones y se fue para donde estaban los     soldados durmiendo y yo quedé limpiándome, cuando subí estaba esperando más adelante y me dijo: ¡acabe el turno de centinela! Cuando acabé me fui a descansar donde estaba mi lanza Tavorda. Al otro día nos hicieron la diana a las 4 am y nos bajaron a formar a la Plaza de Armas y por ahí de 6:00 a 6: 30 bajé llamar a mi mamá, no aguanté y me puse a llorar y ella se dio cuenta de lo que había pasado. Me dijo que le dijera a quien nos       mandaba, yo le dije a mi cabo Orozco y él a mi teniente Rojas y cuando se acabó la formación le dijeron a mi teniente Mendoza y él me llamo y me   preguntó ¿es verdad? Y yo le contesté sí, mi teniente; él me dijo vaya a misa, ahora vamos a hablar con mi coronel. Después de misa nos fuimos a la guardia y cuando íbamos bajando, mi teniente Castillo subía. Mi teniente Mendoza lo llamó y le dijo ¿es verdad lo que dice Zamora? Porque yo no le creo, mi teniente Castillo preguntó ¿qué , qué? Y mi teniente Mendoza me dijo dígale, yo le dije cuando yo prestaba centinela de noche; él iba para que yo tuviera relaciones sexuales con él. Mi teniente Mendoza preguntó ¿cuántas veces? Mi teniente Castillo dijo, una ¿cierto?, yo le dije no,  ¡dos! Y él dijo ¡ahh sí! ; entonces mi teniente Mendoza dijo que nos adelantáramos más cerca del río porque pasaba mucha gente y le dijo a mi teniente Castillo ¡esto tengo que informarle a mi coronel! mi teniente Castillo dijo ¡No, yo lo informo!, mi teniente Mendoza dijo bueno ¡hágalo rápido! Y él pensó treinta segundos y al fin lo llamó y cuando colgó nos dijo: que lo llamara dentro de diez minutos que estaba ocupado de ahí se fue para detrás de una piedra que estaba allí y mi teniente Mendoza y lo llamaba y le decía ¡Castillo venga! Y volvió y lo llamó ¡Castillo venga! Y le dijo ¡Castillo deme el arma! Y el teniente Castillo dijo no es para tanto y se puso a orinar una mata y mi teniente Mendoza también se puso a orinar  dándole la espalda al teniente Castillo ; cuando terminó mi teniente Mendoza se dirigió hacia mí y se sentó en una silla táctil que yo tenía        mirándome a mí y dándole la espalda al teniente Castillo me dijo : “vaya y cárgueme el celular al régimen y espéreme allá que ya yo voy. Cuando    llevaba si mucho cien metros, escuché un disparo y mi teniente Mendoza gritó, ¡enfermero, que este man se mató! Yo fui al inspensario y llamé al enfermero que estaba allá y seguí para el régimen a esperar a los cuadros allá.
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