El millennial que tiene en sus manos gran parte del petróleo del mundo

El millennial que tiene en sus manos gran parte del petróleo del mundo

El príncipe de 30 años, Mohamed bin Salmán, toma las riendas del petróleo saudí y comienza un revolcón que pone a todos a temblar

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mayo 22, 2016
El millennial que tiene en sus manos gran parte del petróleo del mundo

Este no es un cuento de Las mil y una noches, pero podría serlo. Érase una vez en un reino de Oriente, un joven favorito del rey que descabezó de su puesto al anciano portador de las llaves del oro negro, para quedarse con el poder de la guerra y el surtidor de las arcas reales. La realidad supera la ficción. Hace unos días, Mohamed bin Salmán, 30 años, hijo del rey Salmán bin Abdulaziz y segundo en la línea de sucesión del trono de Arabia Saudí, destituyó de un plumazo a Alí al Naimi, poderoso ministro de Petróleo durante 21 años, el octogenario capaz de determinar el precio del crudo con una sola palabra. Desde el 7 de mayo, las cosas no serán iguales en el volátil y ahora más incierto mercado del petróleo.

Al Naimi, el hijo de un beduino que escaló entre tecnócratas todas las escalas de la industria petrolera del reino, fue el arquitecto de la política saudí en las alzas y en las bajas, la voz de fiar en el gobierno, el depositario de la confianza de los monarcas, la figura más respetada de la Opep (Organización de Países Exportadores de Petróleo). Fue también ideólogo y ejecutor de la estrategia de bajar los precios con una mayor oferta de crudo, para sacar del juego a los esquistos de Estados Unidos y para mantener la tajada saudí en el mercado. Hoy apenas si se ven cotizaciones por los cuarenta dólares.

Con la salida de Al Naimi hay vía libre para que Bin Salmán, además de decidir sobre la guerra —que ya está haciendo en Yemen— dicte la estrategia petrolera como parte de su plan para reformar la economía de Arabia y ejercer presión sobre Irán, el archirrival político en Oriente Medio.

El rey Salmán, su padre, lo nombró segundo en la sucesión del trono, pero de un plumazo eso podría cambiar

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¿Quién es este millennial cargado con tanto poder? Arrogante, agresivo, tan alto como su venerado abuelo —el rey Abdulaziz Ibn Saúd, fundador del país que lleva su nombre— pero más grueso, en las redes sociales su figura se convirtió en viral cuando alguien manipuló las dos imágenes y las convirtió en una. Los saudíes, que son adictos a la web, multiplican allí los rumores sobre la monarquía. Como la confabulación política y familiar que llevó a la esposa y prima de Mohamed, la princesa Sara bin Talal, a pedir asilo al Reino Unido en 2012 porque su seguridad corría peligro, y la rocambolesca persecución que protagonizó ella, la princesa Barbie —conocida sí por sus cirugías plásticas—, desde las redes sociales hasta el lujoso hotel Dorchester.

MBS, como le dicen en el mundo diplomático, era un desconocido hasta hace dos años por fuera de los círculos reales. Cuando fue presentado públicamente, los medios saudíes destacaron sus buenos resultados académicos como segundo de la promoción de Derecho de la Universidad King Saud, su labor como “consejero especial” al lado de su padre desde el 2009 cuando era gobernador de Riad, y su ética del trabajo, al que le dedica 16 horas diarias, en agudo contraste con el resto la familia real. Contrasta también el poder de su juventud en medio de la gerontocracia. “Realmente sabe qué es PlayStation”, comentan sus simpatizantes internautas del reino donde el 70 % de la población tiene menos de 30 años.

Pero el poder de Bin Salmán llega  de los sigilosos gobernantes. Los saudíes especulan en voz baja sobre la posibilidad de que el rey Salmán abdique a su favor y se salte a Bin Nayef, su sobrino de 55 años, a quien nombró heredero el año pasado, después de retirarle el título a su hermanastro. En todas las vallas de las carreteras que bordean las relucientes torres de Riad están los tres: el anciano rey Salmán bin Abdulaziz de mirada bondadosa pero estricta, a su derecha el sobrino, el príncipe heredero Mohamed bin Nayef, de mediana edad y con gafas. Y a la izquierda el hijo preferido, Mohamed bin Salmán, titular de la Defensa, jefe de la Corte Real (quien controla el acceso al monarca) y presidente del Consejo Económico y de Desarrollo.

En las calles de Riad se ve esta valla del rey, el sobrino y el hijo, los tres más poderosos del reino

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Mohamed bin Salmán tiene muy clara la respuesta del poder para qué. Si como ministro de Defensa le declaró la guerra a Yemen, como presidente del Consejo Económico ha empezado a cambiar de un tajo la economía saudí. El petróleo, para empezar. La caída de Al Naimi no tomó a todos por sorpresa. En vísperas de la crucial reunión de Doha del 17 de abril, Bin Salmán se apresuró a decirle a Bloomberg que de ninguna manera Arabia Saudita congelaría su producción si Irán no hacía otro tanto. Esa vocería y esa contundencia empezaron a sembrar las sospechas de que algo estaba ocurriendo. Y para rematar, el ministro de Energía de Rusia, Alexander Novak, dio el golpe: “Al Naimi no tiene autoridad para negociar un acuerdo en Doha”. Ese acuerdo que era crucial, que podría llevar los precios a 60 o bajarlos a 30, no se logró. El mercado no se resintió de inmediato porque la huelga petrolera de Kuwait sacó de un solo golpe 1,5 millones de barriles diarios.

Veinte días después, en sábado, cuando los mercados están cerrados, Bin Salmán destituyó a Al Naimi. Esta vez, la baja previsible no se dio tampoco: los analistas se centraron en el voraz incendio que redujo en casi un millón de barriles diarios la producción cerca de Fort McMurray, en Alberta, Canadá. Pero las cosas ya no son iguales en el mayor productor de petróleo del mundo. "Arabia Saudí es más autoritaria, menos previsible y probablemente más volátil" que hace un año, afirma un diplomático que trabaja en Riad, citado por The Guardian.

Khalid al-Falih, es ahora el nuevo ministro de Petróleo. Es bien conocido en el sector y confía en que el reino está suficientemente preparado para luchar por su cuota de mercado. “Si los precios siguen siendo bajos vamos a ser capaces de soportarlo durante mucho, mucho tiempo. Obviamente nosotros no esperamos eso, pero estamos preparados para ello”. Un discurso muy parecido al de Al Naimi, pero es poco probable que el recién llegado de la presidencia de Aramco (Arab American Oil Company), vaya a tener la misma influencia sobre las decisiones de producción que una vez tuvo su poderoso predecesor.

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Porque quien tiene las riendas de la política petrolera es Bin Salmán.  Hace unos días lanzó públicamente un ambicioso plan llamado 'Visión para el Reino de Arabia Saudí', para “terminar con la peligrosa adicción al crudo”, que contempla la creación del mayor fondo soberano del planeta, con más de 2 billones (millones de millones) de dólares, —con los que podría comprar Apple, Google o por cualquier empresa—.  Para ello venderá 5 % de las acciones de Aramco, valorada 2 billones de dólares, tres veces más que Apple, la primera empresa cotizada del mundo. Aramco es, de lejos, la mayor productora de petróleo del mundo con 10,5 millones de barriles al día, más que todas las petroleras estadounidenses juntas. Y sus reservas de 260 millones de barriles son 10 veces más que las de Exxon Mobil, segunda petrolera mundial en este terreno. La venta de las acciones las hará la banca inglesa HSBC y ya está adecuado el Fondo General de Inversiones saudí, con la idea de que controle en unos años alrededor del 10% de la capacidad de inversión mundial.

Bin Salmán aspira a que en 2020 Arabia pueda vivir sin el oro negro para cumplir con lo que él llama "sueños diferentes" de su generación para un futuro más allá de los elevados volúmenes de producción y demanda de petróleo de hoy, dice Bloomberg. En junio se reunirá la Opep y allí será donde los observadores empezarán a percibir en qué dirección están soplando los vientos. Porque esos “sueños diferentes”, en poder del inexperto hijo del rey, podrían ser pesadillas en el mercado que, para empezar, odia la incertidumbre.

 

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