El gringo que mató a Pablo Escobar

El gringo que mató a Pablo Escobar

Los agentes de la DEA Javier Peña y Steve Murphy persiguieron el capo hasta acorralarlo en un tejado en Medellín. Su historia inspiró Narcos

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octubre 27, 2016
El gringo que mató a Pablo Escobar

21 mil 980 asesinatos ocurridos en el último semestre de 1990, obligaron al gobierno de César Gaviria a aceptar las condiciones de entrega de Pablo Escobar que incluían el control total de su estadía en La Catedral, la construcción repleta de lujos en donde vivió durante once meses. Tres días antes de su entrega llegó al país Steve Murphy, el agente de la DEA que supervisaría que El Capo no continuara delinquiendo desde la cárcel.

En Medellín lo esperaba Javier Peña, otro agente de la DEA que arribó a Colombia en 1988 a sumarse a la cacería contra Escobar y acabar con el Cartel de Medellín. Un año después un empleado de Rodríguez Gacha apodado El Navegante por haber metido en un barco tres mil armas israelitas que tenían como destino los grupos de Autodefensa que crecían como un tumor maligno en el Magdalena Medio, le informó a la policía que el Mexicano estaba en su mansión de Barú acompañado por su hijo Freddy y una docena de hombres armados hasta los dientes. Las órdenes de Bush eran tajantes: querían al narco vivo. La persecución duró todo un día. Cerca de un platanal un helicóptero cercaba al mexicano y su hijo. No se iba a entregar así que abrió fuego y a Javier Peña, quien comandaba la operación, no le quedó de otra que ordenar disparar. Creía que Bush lo removería de su cargo pero la buena reacción internacional ante la muerte del narco hizo que el presidente lo respaldara. Solo le faltaba, para completar su curriculum, tener la cabeza de Escobar.

El agente de la DEA Steve Murphy cuando trabajaba en La Florida a principios de los años setenta

El agente de la DEA Steve Murphy cuando trabajaba en La Florida a principios de los años setenta

Peña y Murphy dirigieron avistamientos aéreos para fotografiar lo que era un secreto a voces: las canchas de fútbol, los camiones que trasladaban el champagne francés, el whisky escocés, las mesas de casino, las estrellas de la Selección Colombia, las prostitutas. Sabían que era cuestión de tiempo que el Capo se pusiera en evidencia y así ocurrió cuando mató dentro de la Catedral, llevado por la paranoia y los malos consejos de los gatilleros que lo acompañaban, a Kiko Moncada y Fernando Galeano, dos de los miembros que más dinero le aportaban al Cartel de Medellín. Según la investigación de Alonso Salazar la sevicia de Escobar fue tan desbordada que, después de descuartizar los cuerpos de sus socios, invitó a Diego Murillo, Don Berna, quien era el chofer de Moncada, a un asado dentro de la Catedral. Los pedazos de carne eran los de su jefe. El rumor de que Escobar había matado a sus socios más queridos se esparció como un incendio por todo Medellín. Quince días después se fugaría de la cárcel. Las cosas para Pablo ya no serían como antes.

La unión del Cartel de Cali, Las Autodefensas de los hermanos Castaño, el Bloque de Búsqueda y todo aquel que fuera perseguido por Escobar le arrebataron todo el poder a Pablo. La Dea veía con buenos ojos la alianza. Cuentan que fue Javier Peña el que estableció un puente entre los Pepes y la Policía. Los Castaño inventaron nuevos métodos de tortura para hacerle publicidad a su cruzada contra Pablo. El gobierno de los Estados Unidos revisaba en diagonal los expedientes que hablaban de tortura, de desapariciones, de allanamientos arbitrarios, de muerte. Lo único que le importaba era que cayera Pablo sin importar el método.

Era cuestión de días, recuerda Murphy 23 años después. Escobar estaba acorralado, sus hombres dispersos, muertos o presos. Las caletas repletas de dólares se podrían en la selva y su familia, atrapada en el último piso del Hotel Tequendama, esperaba sin consuelo el momento en el que los Pepes enfilaran sus rockets hacia ellos. Lo cazaron por fin a dos cuadras del Atanasio Girardot. El último año ni siquiera los cuatro baretos diarios que se fumaba y la Milanta lograban mitigar la gastritis que lo abrazaba por dentro. Estaba tan sólo, tan gordo y tan barbado que incluso lo atracaron una noche “Cómo está de insegura Medellín”- cuentan que dijo. La cacería llegó a su fin el 3 de diciembre de 1993 sobre un tejado en una casa a dos cuadras del Estadio Atanasio Girardot. Una de las cuatro balas que lo mataron salió de la pistola de Murphy.

Los agentes Javier Peña y Steve Murphy en las montañas de Medellín persiguiendo a Escobar.

Los agentes Javier Peña y Steve Murphy en las montañas de Medellín persiguiendo a Escobar.

Su participación sólo vino a recordarse en el 2014 cuando se reunió con el productor David Brancato y contó su participación, junto a Javier Peña, en la muerte del capo. De esas historias, y de algo de ficción, Netflix hizo una de las series más aclamadas de los últimos años. A sus 58 años los fantasmas que le dejaron la guerra sucia que implantó para matar a Escobar se han ido gracias a haberse desahogado, en haberse convertido en los protagonistas de una serie que bate records en todo el mundo.

 

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