El asesinato de Daniel no es una cuestión punk

El asesinato de Daniel no es una cuestión punk

Un estudiante de la Universidad Externado

Por: Wilson Peña-Pinzón
abril 01, 2015
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El asesinato de Daniel no es una cuestión punk

A Daniel no lo conocí en persona, nunca supe de él antes del viernes 27 de marzo cuando dos estudiantes míos de antropología se me acercaron y me contaron de su muerte. Ellos dos habían estado con él horas antes del suceso fatal. No hace falta que lo hubiera conocido para dedicarle estas palabras y dedicárselas a quienes si lo conocieron, dedicársela a los jóvenes, dedicárselas a Bogotá y a todos los que aquí vivimos.

El asesinato de Daniel habla una vez más del fracaso de una sociedad que ha posibilitado que individuos acudan a resolver sus diferencias a través de las vías de hecho. Hablo del fracaso de la sociedad, a pesar de la responsabilidad individual del hombre que no reparó en ultimar a Daniel y acabar con su vida como acto compensación, de ira, de poder, de dominio, de locura, de lo que fuera. Allí mismo fracasa la sociedad, en aquello en donde un individuo puede salirse de los valores mínimos de convivencia y tolerancia para decidir sobre la vida de alguien más. Fracasa la sociedad cuando no hay formas de evitar el crimen, no solo en el contexto en el que este se potencia, sino en la prevención misma de acciones violentas en el seno de individuos que han vivido en contextos violentos y que un efecto de ello es precisamente la violencia como respuesta a la violencia. El otro fracaso de la sociedad está en la fuerza pública: al escuchar a sus compañeros, al leer las redes sociales de los estudiantes de Ciencias Sociales del Externado y al leer los medios que han cubierto (unos de forma muy ramplona y amarillista) el asesinato de Daniel, se ha desconocido la responsabilidad de la fuerza pública en la prevención del homicidio cuando se hizo caso omiso a la denuncia de los jóvenes que previamente fueron increpados y agredidos por el grupo de punks que luego estarían relacionados con la muerte de Daniel. ¿Acaso la institucionalidad del Estado, aquella que precisamente tiene el monopolio de la violencia para defender los derechos fundamentales de los ciudadanos, no demuestra su fracaso cuando desconfía de unos jóvenes que caminaban en plan de tragos en una noche en la ciudad? ¿Acaso la policía no es altamente de este crimen por su omisión?

Pienso en Daniel, en la infamia que le quitó su vida y la posibilidad de seguir siendo hijo, padre, amigo, compañero de clases, un futuro filósofo, un profesional y quién sabe qué más pudo hacer y ser Daniel. Independientemente de quién haya sido y pudo ser, nada justifica su muerte, ni siquiera, que por rabia o por “acto heroico” (como lo dijo su madre en una entrevista concedida a City TV), haya aceptado blandirse a duelo con sus agresores y que traicioneramente otro lo haya apuñalado. Nada le devolverá la vida a Daniel, y con el sistema punitivo colombiano, seguramente su asesino no recibirá una pena que sea justa, ejemplar o compensatoria del vacío que deja. Espero que se me lea bien, y no se confundan mis palabras con la posibilidad de la validación de la pena de muerte como forma jurídica para este tipo de casos, como el General Palomino no tuvo problema en proponer meses atrás para casos atroces. Mi reflexión es que ningún castigo puede devolver la vida y recomponer el tejido que se rompió una vez alguien asesina a otra persona. La única forma de justicia que encuentro posible es que alrededor de este tipo de hechos, todos como sociedad hagamos esfuerzos para prevenir que la vida de un ser humano, se nos vaya así como se fue la de Daniel.

A estas alturas muchos pensarán que escribo esto porque Daniel estudiaba en el Externado y porque soy profesor de allá. Algunos pensarán que de ser otra persona, no escribiría. Cada vez que alguien muere en cualquier circunstancia pienso en lo que ahora escribo; simplemente la cercanía hace que las palabras exploten, la cercanía a su muerte y a sus compañeros hace que hayan otros elementos que ahora son efecto de lo sucedido con él.

¡Punk o no punk! ¿Qué más da?

Algunos compañeros y conocidos de Daniel no se han demorado en expresar el vacío que resultó de su asesinato. Muchos han expresado tristeza, otros rabia, otros quieren venganza. Otros, muy académicamente han recurrido a cierto halo de racionalidad para expresarse. Uno de ellos, expresó citando a Nietzsche “cambiaría mil hombres por uno que valiera la pena <>”: Quisiera preguntarle a él, y muchos otros que igual lo piensan, ¿a cuáles miles les quitaríamos la vida para sostener una? ¿a mil punks? ¿a mil criminales? ¿a miles quiénes? ¿mil muertes para que valga la pena una vida? A él le respondo, que toda vida se debe respetar y que mil vidas valen todas por si mismas, independientemente que sean las vidas de un estudiante de filosofía, la vida de un punk, la de un chico que muere en medio de cualquier guerra, la de una mujer violada hasta la muerte, la vida de unos niños campesinos asesinados por temas de tierras a causa del despojo y el desplazamiento forzoso, la vida de alguien que muere por que no recibe los tratamientos médicos oportunamente. ¡No hay mil vidas que valgan cada una por si misma!

Por otro lado, otros jóvenes (muchos cercanos a la identidad punk) han salido a rabiar a decir que ellos no son punks, que son drogos, que sus posturas políticas (aparentemente anarquistas) son inconsecuentes con sus posturas agresivas, con sus conductas “vale mierda” frente a algunos aspectos de la vida. Textualmente, un joven que tiene una banda de punk escribió hace un tiempo una canción que dice, y que compartió a propósito de la muerte de Daniel a mano de punks: "el punk no es política, el punk no es una forma de revolución social ni nada de eso sino es ser joven, ser violento y ser hijueputa y ser feliz y farrearse la vida y montarsela al que sea" (sic).

Otra persona compartió: “Ser mas punk no es tener la lata mas brillante .. no es medirse en el numero de puñaladas, no es competir por quien grita mas fuerte y chirriado a las 3 am ... no es ser una lampara ... Que vídeo a lo bien” (sic).

Las posturas de algunos son efecto de ser parte de un movimiento juvenil que ha trascendido generaciones y fronteras, y que dentro de sus bases existe una crítica muy profunda a la moral social, a las formas internas que reproduce el Estado dentro de las relaciones que son impuestas. Lo que comunican estas posturas es una degradación de valores (aunque suene raro, los punks tienen valores) y que esta degradación de algunos de sus miembros se expresa claramente en el asesinato de Daniel.

Sin embargo, creo que punk o no punk, el asesinato no se restringe a la degradación de un parche de jóvenes con una identidad característica. ¿Acaso las muertes que son efectuadas por delincuentes comunes en el hurto no tienen la misma profundidad de este caso? ¿Acaso la muerte por intolerancia en Colombia no nos habla en el mismo tono del fracaso de la sociedad como lo expuse al inicio de este texto? ¿Acaso la muerte, cuando se asesina y cuando se puede evitar, no nos habla de la imposibilidad y el fracaso de todos los mecanismos que tenemos para evitarla? Aquí el tema no son los punks. El tema es que se asesino a un ser humano y que nada puede devolverle la vida.

Adiós Daniel.

Wilson Peña-Pinzón
Antropólogo
Docente – Investigador
Departamento de Antropología
Universidad Externado de Colombia.
@pichuwipe
[email protected]
(Mi opinión no compromete a las2orillas.com, ni a las instituciones a las que pertenezco. Es una opinión personal y está sujeta al debate y a ser reformulada en el mismo.).

(Fotografía tomada del perfil de Facebook de Daniel Ramírez tomada en 2011)

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