¿De qué mueren los niños del Bronx?
Opinión

¿De qué mueren los niños del Bronx?

El desgarrador panorama de 136 niños rescatados del infierno de esa olla en Bogotá deja muchas preguntas por resolver y muchos responsables por cuestionar

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junio 01, 2016
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Cuando se hace el inventario de las actividades de los 136 niños rescatados del Bronx en Bogotá (microtráfico, drogadicción, abuso sexual, tortura, prostitución…), lo primero que uno se pregunta es ¿qué futuro tienen esos pequeños seres humanos perdidos en un mundo oscuro de maldad, y qué se rescata de ellos para la sociedad que mira súpita las noticias de ese infierno? La verdad, poco o nada promisorio.

Más allá de las impresionantes cifras del operativo conjunto del Distrito Capital, el ICBF y la Policía (23 Defensores de Familia, 30 trabajadoras sociales, 24 psicólogos y 13 nutricionistas, 48 integrantes de las Unidades Móviles del Instituto que llegaron desde sus regionales y 50 integrantes de la Policía de Infancia y Adolescencia), están 136 almas que según el subsecretario de Salud de Bogotá, Gilberto Álvarez Uribe, pueden rescatarse dependiendo de cuándo comenzaron su consumo de drogas, entre otros factores.

Cuenta Álvarez que entre más precoz es el inicio del consumo de sustancias psicoactivas, más fuerte es la adicción y resulta más difícil salir de ella. La edad temprana establecida es entre los 10 y los 12 años, lo que implica que a los 15 o 16 el menor es ya un consumidor problemático y a los 18 un habitante de la calle, con todos sus riesgos: comen mal; son abusados sexualmente, razón por la cual adquieren infecciones venéreas, hepatitis y sida; se enferman de tuberculosis. Con solo esto uno pensaría que la vida para ellos ya no tiene sentido. Sin embargo, hay más en ese abismo de tristeza.

Le pregunté al funcionario distrital si hay algo que se pueda hacer por ellos, qué promedio de vida tienen quienes no salen de la drogadicción y en qué actividad transcurre su existencia. “El que inicia a los 14 o 15 años es rescatable con terapias que van de los seis meses a los dos años. Las cifras muestran que de diez adictos adultos tratados, máximo se han rescatado tres o cuatro lo que es ya una maravilla, pero son los más difíciles”, dijo. Y contrapregunté: ¿qué pasa con los seis o siete restantes?: “Generalmente, mueren muy jóvenes por las enfermedades, o atropellados en las vías, o porque la adicción los lleva a robar para un grupo de reducidores que les paga con droga, entonces si los cogen robando los matan en algunos casos, o se matan entre ellos. No viven más de 35 o 40 años”… Y pensar que en esos cortos años no solo son una lacra para la sociedad, sino que siendo aparentemente pocos hacen mucho daño. ¡Desolador!

¿Y qué está haciendo el ICBF en este momento con los 136 niños, niñas y adolescentes rescatados en la zona del Bronx? La directora de Protección, Ana María Fergusson, registró la verificación de sus derechos y la apertura de su proceso que incluyó la comunicación con sus padres. Posteriormente, los Defensores de Familia determinaron la medida de protección temporal para cada uno de ellos. Pero para cerrar esta primera parte del proceso, el Instituto durará con sus profesionales aproximadamente un mes para establecer las reales condiciones de todos los menores y los pasos a seguir, según su situación particular. En 28 casos encontraron condiciones para su reintegro a las familias de origen, donde seguirán siendo atendidos. Los demás estarán seis meses, un año o más bajo su protección (internos o externos), según la gravedad de su entorno.

 

¿Dónde están los papás que no se dan cuenta?
¿Qué están haciendo los colegios para evitar el microtráfico?
¿Dónde estaban las autoridades que debieron tener el control de la ciudad?

 

No todos los niños rescatados del Bronx vivían en el lugar. Muchos de ellos entre semana están en sus casas, o en el colegio del que se escapan para consumir. ¿Dónde están los papás que no se dan cuenta? ¿Qué están haciendo los colegios para evitar que el microtráfico los permee en sus alrededores o en su interior con alumnos distribuidores, jíbaros, y para educar a sus alumnos? ¿Dónde estaban las autoridades que debieron tener el control de la ciudad, destruir las ollas y las redes que, como dicen los traficantes, “enganchan” a los menores desde muy pequeños?

Aunque el Instituto y el Distrito tienen clara su función, lo cierto es que a los 1110 habitantes de la calle que están siendo tratados hoy en cinco albergues de Bogotá se suman los niños del Bronx, una triste muestra de la degradación social que de cuando en vez se asoma con sus bajezas, sus desgracias y el aumento de sus víctimas.

¿Saben cuál es la tarea más dura? Convencer a estos niños y adolescentes de no huir, de no escaparse a consumir; como no pueden ser retenidos, salen y recaen. Unos vuelven, otros no.

Hay que destruir las ollas, ¡por supuesto!; perseguir el microtráfico, ¡claro!; rescatar a quienes han caído en todas las desgracias mencionadas, ¡sin duda!; pero también hay que hacer una gran campaña preventiva que nos involucre a todos, porque hay en esos niños desafortunados del Bronx -y en cada niño colombiano- seres humanos que ni por un segundo hay que perder de vista.

¡Hasta el próximo miércoles!

 

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