En el atardecer de domingo 9 de marzo , mientras la mayoría de los aspirantes al senado y cámara esperaban impacientes los resultados en cada una de sus sedes, fuertemente custodiados por sus respectivos grupos de escoltas, a Jesús Alberto Castilla lo acompañaban cinco personas en la modesta casa de un amigo en Ocaña, Norte de Santander, donde pasó el fin de semana. Prefirieron distraerse con una película dándole tiempo al tiempo a la espera de las noticias de la radio. Vestía sandalias y pantaloneta, relajado y sin nervios. Tenía la tranquilidad del deber cumplido. Sin recursos había hecho una campaña veloz con su capacidad para expresar ideas como única maquinaria. Sin promesas de carreteras, ni canchas sintéticas de fútbol, se limitó a decirle a los campesinos, con quienes ha compartido sudor, marchas, esfuerzos y luchas que la verdadera paz no llegaría con la desmovilización sino con la justicia social. “Nosotros somos los que hemos sufrido en carne propia este conflicto, nosotros somos los que tenemos la autoridad de hablar de él. Es nuestro problema y exigimos soluciones”.
A las ocho de la noche la radio confirmaba la noticia: Alberto Castilla, con poco más de 21 mil votos era senador por el Polo Democrático. Mucho camino había recorrido desde los días en que la ayudaba a su mamá, doña Fidelia Salazar, con la finquita que tenían en Convención, Norte de Santander. Con mucho esfuerzo su familia lo envió a la universidad en dónde se graduó como tecnólogo en obras civiles. Frente a las injusticias, los atropellos y la violencia que veía cotidianamente no era difícil que aflorara su conciencia social. Era tan introvertido y tímido que nunca pensó en ser político; lo abrumaban las multitudes.
Castilla es apoyado por los dos líderes del Polo, Jorge Robledo e Iván Cepeda
“El espíritu de la política se lo despertó el dirigente conservador Adonias Quintero, de acá de Convención”, recuerda Jorge Jaramillo. De la mano de Quintero comenzó a ocupar diferentes cargos públicos, pasando por la coordinación de la Casa de la cultura a donde lo llevó su gusto por la literatura y la música. Sus amigos afirman que Alberto es un gran conversador y que le encanta leer. Sus autores preferidos son Mario Vargas Llosa y Fernando Vallejo. Anda pendiente de quien gana el Nóbel de literatura todos los años para comprarse sus libros. Pero tal vez su gran frustración fue no haber sido músico. “Le gustan mucho las canciones de Silvio Rodriguez, Victor Heredia, Horacio Guaraní o Alí Primera. Cuando alguno de nosotros tiene alguna duda sobre una canción el nos las despeja porque tiene buena memoria y se aprende todos los nombres. Le gustará tanto la música que en El Tarra ayudó a un grupo de música carranguera que a él le encanta. Se llama Folklor Tarrense”
Fue secretario de gobierno y en 1995 llegó, a sus 24 años, y para sorpresa de todos, al concejo del municipio, con la claridad de su lenguaje como su gran aliado: “Puso a participar a la gente en el proceso de toma de decisiones, siempre en favor de los campesinos, en defensa de los recursos naturales, temas que siempre lo han acompañado en las luchas sociales y populares”, recuerda Raúl Marmolejo, líder del Poder de Unidad Popular en Cúcuta y el hombre que lideró la campaña al senado de Castilla allí.
La violencia no podía estar ausente de su vida como de la de ningún habitante de Norte de Santander a finales de los años noventa. Alberto Castilla fue uno de los miles de campesinos que se vieron forzados a abandonar sus escasas y buscar refugio en las ciudades para salvarse de los grupos paramilitares que irrumpieron a sangre y fuego en 1998. En Bogotá comenzó su segunda vida.
Allí ha estado Castilla con toda su fuerza en la creación del Comité de integración social para el Catatumbo y en la fundación del Congreso de los Pueblos y claro, a la cabeza del Paro Agrario, una experiencia que, según él sirvió para que el campesino saliera a la carretera, se juntara, se movilizara, pensara el problema. Una experiencia que la volvió tema de campaña entre los campesinos de Nariño, Cauca, Arauca, Bogotá, Antioquia, Sur de Bolívar, César y el Catatumbo.
De las veredas, los cañadas, los pantanos y las carreteras empolvadas de Colombia Alberto Castillo pasará al atril, al micrófono y la reglamente rígido del Congreso donde tendrá como inspiradores en el Polo Democrático Jorge Robledo e Iván Cepeda, de quienes tiene mucho que aprender.
