Cuando una ardilla genera un revolcón
Opinión

Cuando una ardilla genera un revolcón

Por estos días, descendientes de Scrat han protagonizado hechos reprochables, inconscientes de las dimensiones de sus cagadas.

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agosto 04, 2015
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Traté de titular de manera metafórica esas situaciones en las que alguien comete una embarrada, que desde el principio es reprochable, pero sin pensar en las consecuencias, que luego van cogiendo dimensiones insospechadas. Es decir, que no aplica el refrán que reza “de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”. En estos casos no hubo buenas intenciones iniciales, pero tampoco se calculó hasta dónde llegarían los estragos de una conducta.

Es el caso de la ardilla Scrat, en las películas de la Era del Hielo. Este personaje, desesperante por su avaricia, genera con su manera compulsiva de aferrarse a su bellota, cagadas de enormes dimensiones, desde avalanchas hasta el rompimiento de los continentes, la aparición de accidentes geográficos, el cambio de era.

Por estos días he podido ver varios “descendientes de Scrat” que han protagonizado hechos reprochables, que sin embargo no han sido conscientes, al menos en un principio,  de las dimensiones de sus cagadas. Hablo de una conductora del transporte masivo en Bogotá, de Walter Palmer y del programa Séptimo Día.

Según versiones de la Fiscalía y la Policía Nacional, una conductora del SITP en Bogotá, contrariada por los turnos asignados hasta altas horas de la noche, buscó el cambio de turnos con un mecanismo poco convencional: fingir un asalto y una violación en el sector de Patio Bonito. Puedo imaginar que la mujer, madre de tres hijos, no tuvo otra intención que lograr que la dejaran trabajando de día, para pasar más tiempo de calidad en su crianza, u otro motivo comprensible. También puedo imaginar que creería que como el 99 % de los casos de violencia sexual en este país, este quedaría impune, que se anunciarían “exhaustivas investigaciones” y todo volvería al silencio y la “normalidad”. No sucedió así.

En primer lugar, hubo una gran manifestación de indignación y solidaridad hacia la víctima en redes sociales, lo que anima y sorprende, en un contexto que tiende a culpar a las víctimas o a quitarle importancia a la violencia sexual. No faltaron eso sí, las “brillantes ideas” de quienes propusieron como solución que se excluyera a las mujeres de la posibilidad de trabajar en el transporte público, o incluso propusieron una especie de “toque de queda protector” para que las mujeres no anduviéramos de noche y así evitar violaciones. La otra cosa totalmente inesperada que ocurrió fue que se realizó una investigación de verdad, como se muestra en CSI: revisión de cámaras, revisión de rastros de fluidos en el bus, retratos hablados, recompensa y detención de sospechosos. Ya con un detenido, una familia protestando por la injusticia y el país en vilo, la conductora admitió que no existió tal asalto.

Siguiendo las versiones de la Fiscalía y la Policía, esta conductora descocada es mi primera candidata al título de “descendiente de Scrat”. Con su extraña triquiñuela demuestra no tener ni idea de los siglos que han pasado, de los enormes esfuerzos invertidos intentando que la sociedad reconozca las violencias contra las mujeres y las violencias sexuales como un crimen. No sabe cuántas generaciones de mujeres murieron sin poder contar sus hechos victimizantes, simplemente porque nadie les creía o no existía el delito, o porque se consideraba “parte de la cultura” o un “impulso natural de los hombres”. No tiene ni idea de cuántas niñas y mujeres hoy todavía callan ese dolor profundo, esa herida por miedo a que sus historias sean juzgadas como mentiras.

En otro episodio absolutamente censurable, el odontólogo Walter Palmer pagó a cazadores nativos de Zimbabue para que atrajeran fuera de área de protección un león, para él poder cazarlo y tenerlo en su sala como uno más de sus “trofeos de caza”. Como rezagos de tiempos prehistóricos, muchos hombres siguen considerando un signo de hombría la cacería. A diferencia de tiempos prehistóricos no se están enfrentando en igualdad de condiciones a una especie poderosa y abundante, sino a especies diezmadas y en peligro de extinción, en total indefensión, por el sometimiento con armas sofisticadas que esta especie triste ha logrado. Asqueroso, cobarde, excéntrico su objetivo. Nunca imaginó sin embargo, como él mismo ha dicho en su defensa, que se trataba de Cecil, un “león tan famoso”, con nombre, con historia, con medidas de protección, que ha logrado mover la conciencia y la ira de millones de seres humanos que nos sentimos  avergonzados de ser de la misma especie de Palmer.

El último caso que quiero mencionar es el del Programa Séptimo Día, que preparó dos emisiones especiales sobre las comunidades indígenas del Cauca denominado “Desarmonización: la flecha del conflicto”. Por el lenguaje, a veces despectivo, a veces de conmiseración que utiliza su equipo periodístico y por las fuentes con las que contrasta las versiones de la organización indígena, se puede intuir que no es un asunto de mera preocupación por la calidad de vida de las comunidades indígenas del Cauca.

En el primer programa, cuando abordan los límites y vacíos de la justicia indígena, debate interesante por cierto, las periodistas y el equipo en sí del programa se han hecho acreedores de la medalla Scrat a las metidas de pata  de efectos imprevisibles.

Las mujeres indígenas del Cauca llevan décadas organizándose, estudiando, debatiendo con los hombres de sus comunidades, develando cómo sus ideas y comportamientos machistas son en realidad fuente de desarmonización, cómo el respeto por la naturaleza implica también una revalorización y resacralización de lo femenino que obviamente se perdió no solo por los efectos de la invasión española, sino incluso desde antes. Francesca Gargallo, quien ha investigado pueblos originarios desde México hasta Argentina, afirma que el sistema de creencias y prácticas patriarcales que trajeron los europeos, de la mano de su cristianismo, se encontró y potenció el patriarcado que ya se comenzaba a expresar en estas tierras. Otras investigadoras han afirmado que en el caso del pueblo nasa, la mayor tragedia para las mujeres es que tanto las estrategias de dominación como las de resistencia, tuvieron como escenario el cuerpo y la vida de las mujeres y las niñas.

El caso es que las mujeres indígenas han logrado avances enormes, a pesar de que muchos de los líderes de sus comunidades las acusan de estar llevando ideas foráneas y occidentales cada vez que reclaman trato igualitario, legislación y castigo contra las múltiples violencias de las que son objeto, etc.

Muchos de sus avances quedaron amenazados por cuenta de un programa en el que las periodistas legitiman como fuente periodística para cuestionar a la justicia indígena a la senadora Paloma Valencia, representante de la élite terrateniente que ha despreciado, despojado y mancillado por siglos a las comunidades indígenas del Cauca.

La organización indígena por supuesto no es perfecta ni exenta de machismos, decadencias  y manejos poco claros del poder. Pero en ella miles de colombianas y colombianos reconocemos la dignidad y claridad de sus apuestas y propuestas, la defensa clara de los territorios para la vida y no para la sobreexplotación capitalista, la autonomía y la fuerza de lo colectivo. Y en las mujeres indígenas  que hoy ven a sus líderes atrincherarse en sus argumentos de tener razón al sospechar de los avances de la equidad de género reconocemos a unas pioneras, que nos han enseñado a tejer resistencias dentro de las resistencias y a no dejarnos provocar ni utilizar por oportunismos que sólo sirven para legitimar los saqueos y la idea de que la “sociedad mayor” es  un mundo “desarrollado” que puede darles ejemplo de civilización, justicia y transparencia.

Honestamente creo que no hay buena intención, ni inocencia en ninguno de los “descendientes de Scrat”, y tal vez sí mucha ignorancia sobre los efectos de sus actos.

@normaluber

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