Concha Buika en Barranquijazz, 2016
Opinión

Concha Buika en Barranquijazz, 2016

Noticias de la otra orilla

Por:
mayo 14, 2016
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María Concepción Balboa, Concha Buika, no sólo es una de las cantantes más prestigiosas y celebradas de la actualidad; su voz, su canto, su espectáculo es ante todo un conjunto de experiencias que intranquilizan  a quién la ve actuando o a quien escucha su música. Este impacto lo origina una sumatoria de facetas que uno puede ir descubriendo y cotejando en los diversos momentos de su vida.

Por una parte, está su apariencia, su presencia escénica de mujer negra con rasgos muy particulares (como los de Carmen MacRae y Miles Davis), que creció entre gitanos y aprendió a entonar y a manejar todo el complejo melismático del cante jondo y la copla española y flamenca, reuniendo en esa condición un impacto indiscutible en el contexto de los grandes espectáculos musicales del mundo de hoy. Su voz, su presencia y su repertorio no le dejan a nadie el corazón en paz.

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Un segundo aspecto es que Buika, no sólo puede cantar con toda naturalidad y propiedad con ese dejo gitano, sino que su voz negra, su timbre sucio, en un sentido jazzístico, como cuando hablamos de Armstrong, representa sin duda el ingrediente especial para la expresión de ese desgarramiento, de ese malestar existencial que esta artista lleva por dentro y sufre en sus canciones.

Un tercer aspecto en esta enciclopedia adolorida que es Buika, es el amplio abanico que alcanza su sensibilidad cantora y compositora, y de intérprete instrumentista también, y que la hace una cantante con habilidades también muy diversas. La hemos visto asumir con un sello personal muy propio el gran repertorio latinoamericano del bolero; ha podido con las heridas del tango sin desangrarse; con la exigente tradición popular española de la copla; la sinuosa suavidad del soul le cae de maravilla; puede jazzear con swing y con hondura en los terrenos del blues; y ha hecho de la canción flamenca, en la que tantos mitos han campeado, una zona de confort muy propia.

Esa reunión de habilidades interpretativas hacen que su música sea la más amplia demostración de lo que se ha forjado y vive en su condición mestiza, en el sentido antropológico y cultural más positivo del término.

Y una cuarta determinante, es su personalidad llena de arrojo en la que influyen también, quién lo duda, la valentía gitana, la resolución para sentir, para hablar y para vivir; para asumir con realidad y con arte su pasado histórico y su historia negra, asistida desde ambas procedencias por la persecución de la pobreza y la vida dura, a pesar de que su padre era un exministro y escritor. De dónde sino de allí nace su sentido de vivir, cantar y ser una ciudadana del mundo declarada en rebeldía permanente. Y de qué otra manera podría entenderse cuando dice: “yo soy negra: la tristeza para mí es una diversión”.

Buika nació en la Isla de Mallorca en 1972, hija de un matrimonio de refugiados políticos de Guinea Ecuatorial. Desde pequeña se escapaba a un barrio llamado Son Gotleu donde había música y canto siempre, y así comenzó todo, ayudado por el gusto musical de una madre que se preocupaba porque en su casa hubiera música sonando a toda hora. Y cantaba y bailaba donde quiera que podía.

Y siempre fue muy consciente de esa condición mestiza que conecta su sangre desde sus venas hasta sus discos. Su primer disco publicado en 2000 se tituló precisamente Mestizüo, un término que explica mucho mejor y más seriamente lo que expresa la palabra fusión.

Además del compromiso interior del canto y de la música en sí mimos, Buika suma a su expediente de artista el hecho de ser también una autora que ha publicado dos libros de poemas que, más allá del hecho puramente editorial o literario, le comportan ante todo refuerzos espirituales y conceptuales que enriquecen sin duda su pensamiento de artista integral que escribe, canta, compone, actúa en películas y ejecuta instrumentos, y que pone a prueba sus ideas cuando habla con el público o con la prensa.

Y así lo dice: “Antes era poco valiente a la hora de publicar mis propias canciones, pero en los últimos dos años he dado rienda suelta a toda la música que tenía en mi cabeza. En aquel momento la sociedad estaba demasiado sitiada por las diferencias estilísticas, pero ahora, con internet, todo está mucho más diversificado. Sentí que era el momento perfecto para explotar”.

Con ese criterio enfrentó el desafío de su octavo disco y sigue con la mecha encendida, lista para participar en los 20 años de Barranquijazz, mientras prepara un nuevo libro de poemas y cuentos y trabaja en la producción de una película basada en una de sus obras, De la soledad al infierno, mientras piensa que nunca tiene clara la música que suena en su cabeza; que le gusta estar perdida en el sonido. Que es poco a poco como la canción, el tono, la atmósfera, los arreglos, los músicos y la puesta en escena se redondean en el espectáculo.

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