Comedor escolar en Sincelejo, la antítesis del escándalo en Aguachica

Comedor escolar en Sincelejo, la antítesis del escándalo en Aguachica

Amarrando pitas con majaguas, un grupo de ciudadanos de la capital de Sucre recoge dineros con el fin de alimentar a 70 niños

Por: alfonso hamburger
agosto 17, 2016
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Comedor escolar en Sincelejo, la antítesis del escándalo en Aguachica

 

Amarrando pitas con majaguas, un grupo de ciudadanos de Sincelejo recoge dineros en medio de difíciles circunstancias con el fin de mantener a 70 niños en un comedor infantil que no sale en la prensa comercial, pero que es ejemplo en el mundo.

Para más señas: este comedor infantil, ubicado en la zona sur-occidental de la capital Sucreña, es la parte opuesta a la institución  educativa Sagrado Corazón de Jesús de Aguachica-Cesar, donde le quitaban los alimentos a los niños después que posaban para una foto.

No todo lo que pasa en Sucre tiene que ver con los Nule ni con las amañadas convocatorias de Telecaribe, entregadas a dedo a una empresa de hacer fritos. También hay ejemplos a seguir, como el de este jardín impulsado por el Club Kiwanis, cuyos 23 socios y socias, la mayoría de cincuenta años, hacen rifas, venden ropa usada de garaje, pasteles,  carnes y pudines; hacen tómbolas y han creado un grupo en WhatsApp que se ha convertido en el mayor fiscalizador de las actividades. Cada no deja que el otro se duerma, porque todo lo trinan hasta el cansancio, a cualquier hora del día o de la noche. Las tecnologías han sido aprovechadas para dar informes, citar a reuniones o compulsar copias de los resultados.

No es fácil hacer esta actividad en Sucre, donde los niveles de desconfianza por todo lo que ha pasado, son grandes. Algunos piensan que si se justifica trabajar 365 días al año, pidiendo aquí, solicitando allá,  para mantener un comedor que les cuesta 70 millones de pesos, cuando la corrupción en el sistema PAE-Plan de Alimentación Escolar- se traga miles de millones reduciéndoles las meriendas a los niños. El paro camionero, además, los dejó sin mucho donde cortar, de modo que hay que estar pilas. Los tintos callejeros, durante el paro, pasaron de 200 a 300 pesos.

“También deberíamos controlar la corrupción, pero mientras eso pasa, no podemos cruzarnos de brazos, mientras nuestros niños pasan hambre”, dice Álvaro Salas, jubilado del Sena, secretario del Club, quien además lucha por la vigencia del organismo, sin  duda en crisis por extracción de materia. Ya nadie quiere hacer parte de los clubes.

Lo más notable de este grupo de viejos y viejas chéveres, que se burlan de sus limitaciones de salud y de otras cosas negadas a la tercera edad, es que subsisten en medio de la crisis de las instituciones. En Sincelejo desapareció el Club Campestre, el de Sincelejo es inaccesible para los pobres y el Club de Leones, que es el más fuerte, trabaja en el Encuentro Nacional de Bandas, para patrocinar  este tipo de colegios, que cada día más son absorbidos por el  Estado. Los clubes, como el de Leones, que hasta han llegado a poner alcalde, son asediados por los políticos, que buscan esos espacios para moverse.  Los del Kiwanis, guerreros de mil batallas, ya saben cómo capotear el vendaval y no se los tiran de enemigos, porque saben que ellos saben dónde ponen las garzas y a veces hay que tocar puertas.

La tendencia de los Cubes Kiwanis en la zona, cuya misión mundial es trabajar por los niños, es desaparecer, porque cada vez más la gente tiene menos tiempo para dedicarle a la comunidad. Vivimos en medio del sálvese quien pueda, que no es admitido por este grupo de señores, algunos ya enfermos, que trabajan incansablemente  por sus objetivos de servir. La rapidez con que marcha el tiempo, tampoco amilana a estos viejos, que tienen en la misión del club, un entretenimiento continuo.

Y la labor en Sincelejo y Sucre parece más dura, porque muchos de los escándalos nacionales de corrupción, como el de los Nule y el de los Merlano (¿Ustedes no saben quién soy yo?), han afectado las actividades de credibilidad y solidaridad en las gentes.

El pasado domingo, los socios hicieron una actividad en la que estuvieron organizando por lo menos 40 días, para recaudar unos dos millones de pesos. Deben pagar maestros, secretaria,  un celador de la sede, luz, agua, teléfono y otros.  Vendieron bonos de diez mil pesos. El socio que menos tomó fueron cinco, sin oportunidad de devolución.  Se trató de una comida preparada por los propios socios. Fulano pone la carne, el otro cocina, tu pon la vitualla y perencejo lleva el pudín.  Es mejor el pudin que una torta, porque rinde más. Perencejo debe llevar los vasos y el señor G el papel higiénico, mientras que Hamburger debe  atender con la señora Beiba. Todo es preparado rigurosamente, tanto que a veces incomoda tanta pulcritud, mientras Álvaro Salas o el señor Esteban Rodríguez, quien tiene una cría de sapitos expandida por su casa de Venecia, están pendiente del tocadiscos  y de la música, que debe ser acorde con nuestra estirpe sabanera.

Sin desmayar, pero con la seguridad de que la crisis los acecha, los 23 socios de este club, han logrado a través de sus actividades solidarias, mantenerse vigentes,  por ello no fallan a las reuniones semanales, mientras supervisan el comedor, que es ejemplo de pulcritud en el manejo.

Al principio de este año, las carreras de estos hombres y mujeres, fue acondicionar la sede del Club, que tiene una casa restaurante, oficinas y una cancha poli funcional en mal estado, donde funciona el comedor. Las baterías sanitarias y el acondicionamiento de las instalaciones para prestar el servicio y poder recibir ayuda del Bienestar o contratar con ellos, tenía un costo cercano a los 40 millones de pesos. La lucha de los socios, solicitando ayudas, apoyos y minimizando los costos para salvar el jardín, daba gusto, porque el WhatsApp no dejaba de  trinar.

Ahora, pese a que la carga es pesada,  quieren que les dejen organizar un homenaje a Nacho Paredes, autor del himno infantil Caballito de Palo, un tema de la nostalgia, que quieren llevar a todos los colegios, para promocionar el arraigo a la tradición sabanera.

Las actividades del club para mantenerse son duras y a veces da la sensación de que quedarán en el intento, porque dos socios anunciaron su retiro al radicarse en otra ciudad, pero no desmayan en esta labor, que muy seguramente será replicada a nivel nacional, especialmente en el manejo del comedor escolar y en la recuperación de los niños, que son sanos y muchos retomaron  su peso recomendable. Cada socio aporta 30 mil pesos mensuales, que no son nada, en medio de una actividad permanente, que les permite usar aquel tiempo que no les sobra, en beneficio de los niños.

 

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