Catolicismo inquisidor
Opinión

Catolicismo inquisidor

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octubre 02, 2014
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Igual que ocurrió en agosto de 2013 con un ciclo de cine, en este de 2014 se llevaría cabo una exposición de arte contemporáneo, Mujeres ocultas, de la artista María Eugenia Trujillo, la cual fue suspendida mediante tutela interpuesta por Voto Católico y apoyada por la Conferencia Episcopal Colombiana, por “falta al respeto a los valores religiosos y culturales de la fe cristiana”

Como si no tuvieran valor cultural, artístico y humanístico, “cuatro celosías en madera dorada con bordados, pinturas y aluminio repujado que invitan a reflexionar sobre la erótica femenina, desde el amor humano hasta el amor místico”.

Joder.

“El Ciclo Rosa se cerró por presión del sector católico”, fue la declaración del padre Carlos Novoa a partir de la cual El Espectador editorializó el 15 de agosto de 2013, acerca de la determinación de la Universidad Javeriana de no permitir en su claustro la realización de debates y reflexiones sobre la realidad LGBT, programación que a lo largo de una década, según registros consultados, había tenido ocurrencia en aquel escenario como parte del calendario de ese evento cinematográfico que, además de Bogotá, se proyectaría Medellín, Cali, Popayán, Barranquilla y Pereira.

Entonces como ahora, la suprema jerarquía del catolicismo en Colombia coadyuvó con su apoyo y medios a su alcance, que son muchos, las prácticas y prédicas inquisitoriales de Voto Católico, organización confesional promotora de la recolección de firmas que dieron en revocar el evento en la Javeriana.

Revocatoria que dio en ser aviso perentorio a la sociedad que el catolicismo colombiano y su aparato propagandístico es agente difusor por excelencia de la intolerancia, el fundamentalismo religioso y la promoción de doctrinas y prácticas religiosas opuestas al carácter laico del Estado.

Soportado en la variedad de medios disponibles: humanos, tecnológicos, escuelas, colegios, universidades, Iglesias, clínicas, periódicos, librerías, entre tantos, y la mano amiga de la institucionalidad y el Estado, avanza incontenible la cruzada católica por imponer a los colombianos su credo, doctrina, pensamiento y praxis, en detrimento de la autonomía y libertad individuales en materias como la ciencia, el arte, las preferencias sexuales, políticas, ideológicas o religiosas.

Incluso, y con motivo de aquel incidente contra la libertad individual, se publicaron “listas negras” de personas, organizaciones políticas partidistas, artísticas, académicas, científicas, de la sociedad civil, entre otras, para descalificarlas en el ejercicio de sus derechos y en la difusión y práctica de los mismos, porque “han trabajado o influido en la política a favor de una agenda en contra de las enseñanzas de la Iglesia”.

Más grave y perturbador resulta ese desafuero, si el componente de esa acción indigna es la religiosidad y la fe, una mezcla que en sociedades precarias y propensas a su influjo deriva en fundamentalismos de los que se sabe su comienzo pero nunca su final y las desdichas que trae.

En el caso concreto de Voto Católico, cuanto se descubre es que su fachada de mística y caritativa organización de “jóvenes laicos y profesionales comprometidos con la Iglesia”, no se corresponde con las acciones de linchamiento ideológico, político, científico, académico y artístico, que promueven sus incondicionales para salvaguardar la fe de los católicos colombianos, amenazada, según ellos, por los “políticos abortistas” y las “comunidades LGBT”.

Es eso y más, según se desprende de sus postulados. Y responde a intereses más terrenales y menos celestiales y de salvación de almas en gestación. Y vas más allá. O, mejor, viene de más acá del más allá.

Es una multinacional empaquetada en presentaciones religiosas, cuya casa principal es el conservadurismo internacional agenciado por el Tea Party.

En Colombia, por sectores del Partido Conservador, con poder, mando y vocería “excremental” en el Congreso Nacional y en la más alta nomenklatura de la institucionalidad.

A riesgo de acertar, podríamos decir que Voto Católico es el brazo armado religioso del conservadurismo político que se vale de la fe del pueblo, “intonso y asnal”, para promover su filosofía y postulados doctrinarios contrarios a la ciencia, el arte, la democracia, la libertad de cultos, la ideología de género y derechos sexuales y reproductivos de colombianos y colombianas de todas las clases y credos.

Si la misión de tal organización no es política y sus pregoneros solo procuran la salvación de las “almas en gestación” y no la instauración, o restauración, de un poder político de corte teológico, ¿por qué su “lista negra” la encabezan el Partido Liberal, el Polo Democrático Alternativo, el Partido Verde y Progresistas?

¿Por qué DeJusticia, Colectivo de Abogados Alvear Restrepo, Profamilia, Ciclo Rosa, Comunidad LGBT?

Así las cosas, quién sabe si no sea la fe la que mueva montañas. Y sí, la ideología del poder la que mueve la fe y la religiosidad colectivas y construye imaginarios metafísicos sobre los cuales erige poder político y regenta instituciones de carácter teocrático.

Y si no, ¿por qué en Colombia buena parte de sus instituciones están en la onda de las camándulas y la fe?

Poeta

[email protected]

@CristoGarciaTap

 

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